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Aborto en Concordia: “Ningún protocolo puede alterar la Constitución que protege la vida”

El obispo de Concordia, monseñor Luis Armando Collazuol, expresó su “profundo dolor” por el caso de aborto practicado en un hospital público de esta ciudad enterriana a una adolescente en el quinto mes de su embarazo, por orden judicial, y cuyo bebé nació con vida y lo dejaron agonizar por diez horas. “Ningún ‘protocolo’ de actuación puede alterar el contenido de la Constitución Nacional en cuanto protege a la persona humana desde la concepción”, afirmó al reclamar la derogación de la resolución ministerial.

 

El obispo de Concordia, monseñor Luis Armando Collazuol, expresó su “profundo dolor” por el caso de aborto practicado en un hospital público de esta ciudad enterriana a una adolescente en el quinto mes de su embarazo, por orden judicial, y cuyo bebé nació con vida y lo dejaron agonizar por diez horas.

 

“Ningún derecho individual puede justificar la eliminación de la vida humana del que no se puede defender. Cuando una mujer está embarazada, no hablamos de una vida sino de dos, la de la madre y la de su hijo o hija en gestación. Ambas deben ser preservadas y respetadas. El derecho a la vida es el derecho humano fundamental”, subrayó en un comunicado.

 

“Ningún ‘protocolo’ de actuación puede alterar el contenido de la Constitución Nacional en cuanto protege a la persona humana desde la concepción, ni su correspondiente derecho a la vida garantizado palmariamente por la Constitución Nacional y por los tratados internacionales incorporados a nuestra Carta Magna, con jerarquía constitucional”, aseveró.

 

Monseñor Collazuol reclamó a las autoridades provinciales dictar una resolución que deje sin efecto el “Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal de embarazo”, e hizo suyas palabras del papa Francisco en cuanto a la protección del niño por nacer.

 

“La defensa del inocente que no ha nacido… debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo”, concluyó citando la exhortación apostólica Gaudete et exsultate.