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Una sociedad ¿incurable?

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- Particular arranque del día… Subo al taxi para llevar al Cachorro al Colegio. La radio emitía la inconfundible voz de Rubén Almará. En las cuadras que unen mi hogar con la Escuela prioricé unos consejos de padre a hijo, abrazo, beso y despedida. En el retorno, el taxista buscó el diálogo. Su frase de movida: “le dieron duro a éste, ¿eh?”. Tema elegido evidente: repercusiones por todo lo acontecido con el conductor radial y legislador. Fue inevitable confrontar.

 

Un rosario de discrepancias fluyó en segundos desde la gola del tachero. Parecía que Almará era un monstruo. Sin embargo, abruptamente lo interrumpí y le pregunté: “para qué lo escuchás?”

Tras un instante de cabildeo y mirada desencajada que se apreciaba por el retrovisor, la respuesta fue peculiar: “porque es la única radio independiente que muestra la realidad, cuenta todo, y está en toda la ciudad”.

 

Nos gustó la ocasión para consultarle qué sucede con los demás medios y me expresó sin vacilaciones: “están todos comprados por el Gobierno. Ninguno se juega y solo se habla de la cantidad de turistas que entraron en el fin de semana largo, de la candidatura de Urribarri, o de cosas que solo le interesa al Gobierno informar, pero de cómo están las calles de rotas y sucias, de la inseguridad, de la droga, de la inflación no se habla…”

 

Y como si fuera un monólogo, agregó: “Ya ni siquiera le pegan a Patronato o a Paraná y si se animan a darle a los chicos como Peñarol, Sportivo o hasta a Belgrano porque es un club radical. Dan asco los periodistas, en especial los de LT 14 y después están las FM de Buenos Aires que a mí, por el trabajo que hago, no me interesa escuchar”

 

Redoblé la apuesta y profundicé acerca de su sentir sobre el legislador polémico y ahí lanzó: “es un degenerado, un manipulador. Lo que hizo con esta chiquita. Por eso le pegan tanto en TN, en América y en otros canales. Es una vergüenza lo que hizo”.

 

Era inevitable espetarle: “pero Ud. sigue escuchando la radio de Almará… Y en este mismo momento lo está escuchando a Almará. ¿No es una contradicción? Dice que el comportamiento del conductor y diputado es vergonzoso pero no cambia el dial… ¿En qué quedamos amigo?”

 

Otra vez no titubeó en argumentar: “el tipo es el único que me dice por dónde van las marchas, cuál es la calle por la que no conviene circular, donde hubo accidentes, y su equipo es el mejor informado. Andá a que otro medio te tire la cantidad de robos que hay. Salvo Canal Once que no lo puedo ver y oír acá en el coche por ser televisión, La Voz es lo único que nos mantiene informados a los taxistas. Aparte, te enterás de cuánto gana hasta el revistero. No queda títere con cabeza…”.

 

Ya llegábamos a casa, y en la despedida, atónito, confundido, atiné a repreguntar: “fuiste vos el que calificaste, entre otros agravios, a Almará de ‘degenerado’. Pero vos lo escuchás, vos confiás en él, vos creés en él. ¿No te suena a extraño?”… y nos dijo con una sonrisa cómplice… “hermano… ando acá arriba 10 a 12 horas por día… Yo escucho La Voz y es como cuando llego a casa y pongo a el Once, a Rial, a veces a Casella, o ahora gracias a Dios tenemos a Tinelli de vuelta. ¿Querés que ponga 6-7-8???”.

 

Reflexión forzosa

 

Este coloquio se repite a diario en mi vida como simple ciudadano o como periodista. Por el carácter, el modo de ser, suelo indagar en la conducta humana de verduleros, carniceros, panaderos, y tantos otros laburantes de la comunidad paranaense. El estimado tachero no es el único que piensa así… La postura es mayoritaria.

 

Pareciera que NADIE quiere a Rubén Almará, pero casi TODOS lo oyen. NADIE lo banca a Rial, pero casi TODOS lo ven. Es incomprensible y hasta extravagante.

 

Así estamos como sociedad. El colectivo argentino se aproxima a ser como el film Los Juegos del Hambre o la última película Divergentes.

 

Y si se quieren remontar a hechos infaustos de la historia, podemos comparar esta cotidianeidad con el Pan y Circo de la Roma Antigua, con esos nefastos personajes tal cual fueron Calícula y Nerón… «Panem et circenses» locución latina peyorativa que describe la práctica de un gobierno que, para mantener tranquila a la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad y con criterios asistencialistas.

 

La única diferencia es que en la actualidad es Mucho Circo para el Pueblo, y el Buen Pan también enriquece la mesa de la clase política que impera, ejecutando a su vez el “Divide y vencerás” o “Divide y reinarás” frase de Julio César, general romano, para conquistar las Galias (hoy Francia), dividiendo a las tribus celtas que eran muy combativas, enfrentándolas entre sí.

 

La expresión latina divide et impera traducida literalmente significa divide y domina describiendo una específica técnica socio-política romana. Hoy, maquiavélicos estrategas tejen los hilos de una madeja abigarrada pero que sirve a sus fines de perpetuarse.

 

Por ello no extraña lo que palpamos en la calle corrientemente. Argentina, país generoso por cierto, felizmente posee a científicos, investigadores, profesionales independientes de diversas ramas, especialistas en campo, ganadería, lechería, pesca, industria, y tantos más que no incurren en el contrasentido de seguir modelos improductivos, o mucho menos denostarlos, vilipendiarlos, y aun así considerarlos como necesarios o imprescindibles.

 

No todo está mal, pero…

 

Gracias a Dios, aún queda gente coherente, congruente, que triste y sugestivamente sale poco o más bien NADA en los medios lo cual se erige en obstáculo insalvable o conlleva el no conocer sus obras, sus logros, y así pululan los malos ejemplos, los personajes para nada dignos de emular promovidos precisamente por los medios digitados por un Estado que SABE (y muy bien por cierto…) a quiénes proyectar y a quienes desterrar.

 

Aunque tan valorables argentinos, cada vez menos, en silencio, humildemente, abnegada pero criteriosamente utilizan su erudición para distinguirse en una sociedad peligrosamente masificada y peor aún… RESIGNADA, INFECTADA del virus de la mediocridad.

 

Basta esta charla con el taxista y con tantos personajes de la actividad diaria en Paraná para percibirlo. ¿Se acuerdan de “lo mismo un burro que un gran profesor…”??? Nada más concreto para interpretar lo que ocurre con el Pueblo argentino y duele decirlo, duele expresarlo, duele pensarlo… Tenemos los que nos merecemos…

 

“El Pueblo quiere saber de qué se trata…”; sí… es cierto… Quiere saber qué ocurrió con la Niña Loly y Rial, qué sucedió con la esposa de Latorre y la del periodista de C5N, cómo bailó la Melliza de apellido griego, cómo se peleó una contadora (devenida en chimentera…) con Casella en lo de Mirta, qué modismo nuevo incorporó Tinelli a la expresividad argenta y así tantos temas neurálgicos de inmensa trascendencia metafísica, filosófica y hasta teológica (pues se endiosa a estos grandes actores de la casquivana, de la frívola vida diaria en esta bendita tierra), sin ir más lejos como se exalta, se diviniza, se idolatra a ciertos deportistas, en especial a las “Estrellas” del fútbol gaucho, y hasta se venera la opinión “ilustrada” de ciertos comunicadores mercenarios que generan “microclimas” altisonantes, como si tal o cual tema tratado sea de majestuosa trascendencia para el futuro del país.

 

La cura, el antídoto están…

 

¿Hay solución? ¡Obvio!!! Educar al Soberano. Donde hay educación no hay distinción de clases. Por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad.

 

La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz. O sea… La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser. Por ende, cuando logremos comprender que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo, todo cambiará para bien.

 

La educación, más que cualquier otro recurso de origen humano, es el gran igualador de las condiciones del hombre, el volante de la maquinaria social, claro que enseñar a quien no quiere aprender es como sembrar un campo sin ararlo.

 

Ahora bien… el principio de la educación es predicar con el ejemplo. ¿Están nuestros gobernantes en condiciones de ser paradigmas?