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Profunda consternación en el deporte entrerriano por el fallecimiento de Mauro Badano

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- Maestro de formadores, uno de los máximos referentes del Baloncesto Formativo en la Provincia de Entre Ríos, acaba de dejarnos, informó la Asociación Paranaense de Basquetbol a través de sus Redes Sociales. Mauro Badano -seguramente- ya brilla con luz propia, incandescente, en un Cielo donde Dios acoge a incontables estrellas del básquet argentino. “Nuestro papel es ayudar en la formación académica, ayudar al jugador a crecer. No solo se tratar de aprender a picar la pelota, a pasarla, o a lanzar al aro, sino de su sentido como persona”, me enseñó allá por finales de los ’70.

 

Mauro fue un visionario exquisito. Exigente como pocos, pero a la vez un enorme ser humano, de cualidades morales inquebrantables. “El básquet es un juego, hay que tomarlo como tal y trasladar ese aspecto a los jugadores. Para esto, la formación en edades tempranas debe centrarse en la técnica individual y evitar lo táctico o lo estratégico. El concepto de entrenar solo para ganar es nocivo, es tóxico. Se debe entrenar para hacer crecer al jugador y el juego. Obvio que me encanta ganar, pero lo primero es guiar pedagógicamente. Proponer conceptos y el jugador debe de interpretarlos, exteriorizarlos y ponerlos en práctica. No se trata de obedecer órdenes, eso no sirve para nada, sino de entenderlas o interpretarlas”, me decía con suma pasión el entrañable Mauro, acotando “Se trata de adquirir hábitos correctos y también de invitar al jugador a pensar, a descubrir y corregir sus errores, y a tomar sus propias decisiones”.

 

La última charla con Mauro Badano fue a media cuadra del Correo Argentino. Duró casi una hora y nos prometimos juntarnos a tomar un café. Estaba preocupado por el básquet de Paraná, y confesaba que ya no le gustaba ir a la cancha a ver lo que veía. Entonces me irradiaba lo que durante tantos años me transmitió como jugador y luego, ya como alumno, tocó fibras íntimas: “Hay que enseñar a los chicos a entrenar, generar hábitos, y el espacio ideal para que crezcan y se desarrollen. Hay que innovar, romper reglas y desarrollar situaciones creativas y constructivas, siempre en base a la metodología de la corrección”, y añadía un principio incólume de el: “podemos ser exigentes, machacar, pegar de vez en cuando algunos gritos para que broten reacciones, pero no se debe corregir todo continuamente, porque entonces el jugador no entenderá nada”.

 

Y volvió a trasuntar ese perfil que lo caracterizó en cuanto al papel del entrenador como formador, con buenos hábitos educacionales, deportivos y no deportivos: “Hay que respetar a los jugadores para que ellos te respeten”.

 

Fue Mauro quien me inculcó lo de ‘espacios y ángulos’, reafirmando con ímpetu “es clave en el trabajo diario buscar la rapidez mental de los jugadores, que sean capaces de leer el juego, enseñarles a ser listos y a focalizar todo, visualizar todo el espacio, todos los ángulos. Para esto es clave no colmarlos de conceptos sin haberles enseñado a caminar la cancha, a correrla, a conocerla pero a la vez, a conocer sus cuerpos, sus movimientos. El básquet es un todo: físico-técnico-mental-espiritual. Cuando yo hoy veo a jugadores que no saben correr, que no saben saltar, que no flexionan sus piernas, cuando veo cómo mueven sus brazos, o veo sus miradas en control de la pelota, me doy cuenta cuántos años hemos perdido sin enseñar adecuadamente, y eso me aleja del básquet, porque no solo pienso sino también creo, que se han dedicado muchos años a formar equipos para ganar, y se han olvidado de la premisa fundamental de enseñarle a todos a que sepan qué hacer con o sin la pelota en sus manos”.

 

Mauro Badano era una enciclopedia del Básquet de Formación. Sin embargo, eligió no dedicarse exclusivamente a ello y prefirió ser un autodidacta que a la vez cumplía funciones laborales fuera del ámbito deportivo.

Jamás voy a olvidar cuando me dijo que “Mejor entrenar una hora con alma que hora y media o dos sin ella”, pero siempre elegí como axioma o apotegma algo que en las últimas tres décadas he sufrido viendo a decenas de formadores no comprendiendo, no entendiendo que “los chicos tienen que aprender a jugar de todo. El más pequeño debe aprender a jugar de espaldas al aro, y el más grande debe aprender a hacerlo de frente. Cada jugador encontrará su posición natural pero cada uno de mis jugadores sabrá picar, pasar y lanzar. Luego, el talento, la aptitud, la capacidad psicofísica harán el resto para saber quién se distingue y llegará más alto porque difícil que los 12, 13, 14 o 15 chicos terminen siendo cracks. Sería ideal, pero más interesan que todos aprendan a jugar y a disfrutar del básquet. No me sirve tener a una estrellita picando todo el partido la pelota, lanzando al aro, tomando rebotes, y disfrutando solo él. Conmigo no van las maravillas individuales. Conmigo prevalece el equipo”.

 

Mauro también me enseñó a que, como en la vida misma, es clave ser resiliente a la frustración: “si perdés la pelota debés estar listo para recuperarla, no quiero a un jugador enojado por el error haciendo caritas o gestos, quiero que se prepare para recuperar esa pelota lo más rápido posible; como si lanzó mal al aro, se predisponga para captar el rebote y volver a lanzar o pasar la pelota al compañero que pueda resolver con éxito esa situación ofensiva. El deporte te enseña a convivir con el error, pero está en nosotros como entrenadores, motivar a los jugadores a luchar para enmendarlo con rapidez”.

 

Del mismo modo, Badano supo legar criterios defensivos: “Se defiende a todo el equipo contrario, no solo a nuestra marca individual. Por eso hablo de lectura de juego, de visión. Estar listo para defender en cada rincón con inteligencia. Y sobre todo debemos enseñar a no ser egoístas, a ser ciento por ciento solidarios. Estar listos no solo para inducir al error del atacante sino para ayudar, para cubrir un espacio o área dejada por un compañero”.

Mauro solía desbordarse en su frenesí, sin embargo, uno de sus máximos postulados era “no hay que confundir la agresividad y la intensidad defendiendo con la violencia. Enfrente tenemos a un adversario, no a un enemigo”.

 

Podría estar horas contándoles todo lo que supe captar de fecundas e interminables charlas con él, pero resumo: Mauro Badano era uno de esos ‘soñadores’ que sin Google, sin Internet, sin poder copiar de enormes maestros del mundo, aplicaba en Paraná, términos, conceptos, nociones de avanzada. Para él todo era simple, elemental: enseñar a correr, a coordinar los movimientos psicomotrices, a saltar, a ser ágiles, a usar correctamente las posiciones de piernas, brazos, manos, a picar y a lanzar con cualquiera de las manos; a proteger la pelota, a pasarla con destreza y sobre todo con una inteligente visión de cuál compañero está mejor posicionado. Los fundamentos básicos eran su obsesión para cuando sean dominados trabajar nuevas situaciones “porque si no hay una base, todo lo demás no vale para nada”, exhortaba.

 

Párrafo final, sumado a lo anterior, Mauro Badano fue un adelantado en la filosofía deportiva de inculcar valores como la disciplina, la fe, el respeto, la solidaridad, la perseverancia, la tolerancia, la equidad, el sentido de pertenencia, la responsabilidad, entre otros, entregando a cada uno de sus alumnos herramientas elementales de socialización que fortalecieron sus competencias como persona, como ciudadano.

 

El deporte transmite -y debe transmitir sobre todo en el deporte base- valores importantes, que marcarán la personalidad de los deportistas para el resto de su vida. Solidaridad, capacidad de sacrificio, trabajo en equipo, desterrar los egos y el individualismo, capacidad de superación… son parte de las cosas que se han de enseñar y aprender cuando se practica deporte. Todo eso lo aprendí de Mauro y hoy se los cuento para que elevan una oración a Todopoderoso, porque lo acoja en su seno y lo colme de bendiciones, otorgando sabia y sana resignación a sus familiares y amigos. Hasta siempre Maestro.

Foto: Gentileza Archivo Diario UNO.-