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Por una militancia sin contratos, dádivas o intereses espurios

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- Mientras, en líneas generales, la clase política argentina no deja de confundir al Pueblo con una crisis orgánica nefasta que implica debates improductivos, peleas intestinas plenas de codicia, existe una militancia abnegada, dominada, manipulada sagazmente y hasta inmolada, u otra que goza de un status quo particular.

 

No me cabe la menor duda que hay argentinos convencidos en luchar por una causa, comprometidos con acciones responsables con su comunidad, ideas sociales, culturales, artísticas, por los derechos de un grupo, organización o partido.

También están los amparados en organizaciones insípidas desde lo ideológico, quienes  astutamente construyen una imagen de ciudadanos “preocupados” pero desde el camino mediático y militando para sí mismos o por los intereses de ciertos grupos o corporaciones.

 

Cuando hablamos de militancia política, es inevitable recordar lo que creyeron, sintieron, padecieron y lograron nuestros próceres, nuestros luchadores emblemáticos de la democracia.

La militancia constituye un acto de amor, liso y llano. Es el dar la vida por un proyecto de país, por un futuro de país (tal como lo plasmaron Perón y Evita, entre otros). Es jugarse por el otro que es igual a mí, aunque piense distinto.

 

Néstor Kirchner nos decía, allá por el 2004: “Tenemos que reconstruir el espacio de los militantes, de los cuadros; tenemos que volver a valorar la política. No queremos que se repita la mecánica casi empresaria de la política que tiende a acordarse de los amigos y de los compañeros para utilizarlos en cuestiones electorales. No queremos tropas ‘disciplinadas’ que a todo digan ‘sí’.

Queremos tener compañeros y compañeras que piensen, que nos digan la verdad, que tengan capacidad transgresora, que nos ayuden a equivocarnos lo menos posible. No queremos más la práctica de un culto al individualismo, a la personalidad y a la ‘teoría del jefe’.

 

Queridos compañeros y amigos: tenemos que volver a recuperar las ansias de la participación, pero nosotros mismos debemos hacer la autocrítica y entender que la política no puede ser una herramienta para buscar el beneficio personal.

Si los militantes y los dirigentes políticos entienden que tienen que ser los que den el primer ejemplo, les puedo asegurar que estaremos dando un salto cualitativo. Tenemos que dar ese ejemplo y evitar las tentaciones”.

 

La militancia y el compromiso político no son conceptos abstractos que se leen en la teoría de papel, que salen de un escritorio o que se escuchan en las palabras de ciertos formadores de opinión.

La militancia se trata de construcción, de compromiso, de convicciones, de jugarse por el otro. Y se ejerce con humildad, en la calle y gestionando. De eso se trata.

 

Uno de los grandes ámbitos de energía cívica es la vinculación política. Por eso llueve sobre mojado cuando en un país como el nuestro se produce un descrédito generalizado de los partidos políticos.

Romper con la generalización del descrédito y dar un paso hacia el compromiso político es una respuesta imprescindible si queremos recuperar el sentido de la ciudadanía.

 

Es verdad que se han cometido muchos errores tras el advenimiento de la democracia. Critiquemos… Es verdad que se soportan herencias pesadas… Busquemos soluciones.

Los ciudadanos, los profesionales, los trabajadores, deben dar un paso, buscar un punto de reunión, saberse parte de una comunidad, no sentirse manchados por pronunciar la palabra “política” y tener miedo a involucrarse.

 

Ser militante, es sinónimo de entrega, lucha, justicia, honra, solidaridad y acción. La doctrina peronista es fundacional para la militancia en la Argentina, ya que abrió -para la sociedad- todos los caminos, sobre todo aquellos que históricamente habían tenido negado los más humildes.

Esa posibilidad de ser y hacer, de transformar la realidad, de crear nuevos derechos y alcanzar conquistas de las que ningún pueblo quiere retroceder; eso es mucho más de lo que un militante con vocación precisa para estar motivado.

 

Juan Domingo Perón implantó, desde la política, una realidad hasta entonces negada para el pueblo obrero; por eso creó militancia del modo más legítimo: haciendo parte del movimiento político a esos sectores marginados de la discusión soberana.

El militante debe ser el obrero de la política por eso nunca se debe dejar de ser militante. Los cargos son circunstanciales, el militante debe ser eterno y este es un dogma que nuestros gobernantes deben cumplir, constituyéndose en ejemplo, en paradigma de ello y no vivir pugnando por ocupar puestos públicos indiscriminadamente olvidándose de quienes militaron por ellos, quienes fueron leales a ellos.

 

Por eso, tenemos que volver a reconstruir el espacio de los militantes, de los cuadros, tenemos que volver a valorar la política y desterrar la mecánica casi empresaria de la política que tiende a acordarse de los amigos y de los compañeros para utilizarlos en cuestiones electorales y luego se los deshecha cuando se llegó a determinados cargos o se plasmaron alianzas/fusiones, diciéndoles “andá a rascarte a otro palenque”.

 

Si la Argentina profunda quiere transformarse, se torna imperioso combatir el clientelismo y la práctica de los “punteros”, muchos de ellos negociantes de la política mediante las prebendas del poder.

Por ello, la militancia no implica obedecer sumisamente. Requiere de ciudadanos que piensen, que digan la verdad, que tengan capacidad transgresora.

 

Basta del culto al individualismo, a la personalidad y a la teoría del jefe que tanto daño han hecho a la política argentina y han quebrado su calidad y hasta su propia moralidad.

Basta de militantes comprados con contratos de obra o con cargos. Cuidado con algunos que dicen ser “soldados de…” y en realidad son gurkhas dialécticos, mercenarios rentados por las altas esferas del Proyecto Nacional y Popular tal vez hasta sin saberlo la propia presidenta.

 

Grabemos actos políticos. Pongamos “Pausa”. Individualicemos a cada uno de esos “militantes”.  y nos asombraremos como nos intoxicaremos de bronca cuando veamos lo que ciertos “leales” ganan gracias a sus “probidades”. Más delicado… Indaguemos qué responsabilidades tienen en la estructura donde deberían desarrollar sus facultades. Seguro nos hallaremos ante una vasta cantidad de “ñoquis” solo presentes en la Casa Rosada u actos de Cristina.

 

Pero basta también de “movilizar” voluntades, ostentando como militantes a quienes se prometió laburo, y se les repartió toda clase de beneficio clientelista, con diferentes Programas, y/o hasta seducidos por el chori, la birra, el vinito y unos mangos.

 

No es mi deseo generar desaliento pero sobran antecedentes, historias, anécdotas de compañeros que salieron a trabajar políticamente y cuando terminaron las elecciones entraron en una “picadora/trituradora/moledora” donde se seleccionan primero a amigos o familiares del político electo y amigos o familiares del puntero, quedando desahuciados, desamparados el resto de VERDADEROS soldados del Proyecto.

 

Debemos proscribir la idea del influyente, del “vení conmigo que yo tengo conexiones” para generar el acomodo en la historia, porque eso también quebró la moral de la política, una execrable práctica, que tanto daño hizo y todavía hace.

Es fundamental poner todas nuestras fuerzas para construir ámbitos en los cuales no se privilegie la ficha de afiliación, el pasar listados a ver quién está presente o quiénes están ausentes.

 

Es trascendente el edificar espacios que fusionen a peronistas y no peronistas, gente de todas las ideas y de todas las fuerzas que quieren cambiar a la Argentina y acepten sentarse en una mesa para empezar a discutir, para empezar a pensar en conjunto, para calificar la política.

Para ello es imprescindible que los locales políticos no sean lugares de “trenzas”, o que no sean ámbitos para juntarse a tomar unos vinos o a comer asados.

 

Deben constituirse en esferas de meditación, de formación, de conciencia cívica, que tiendan a consolidar una Argentina diferente.

No hay que caer en la disputa corta de espacios, hay que construir la Argentina en la diversidad y la pluralidad que nos merecemos todos.

 

Tenemos que tomar la lección de la historia, debemos entender que el concepto de solidaridad y pluralidad es central.

Es hora que en la Argentina tengamos clara memoria de las cosas que nos han pasado, pero no desde el patrioterismo vacío, sino que desde un sentido lleno de dignidad, de justicia y de inclusión, podamos decir que los argentinos pretendemos tener una Patria, un hogar y una bandera que nos cobije a todos y nos dé aunque sea un poquitito de posibilidades para poder realizarnos.

 

Es imperioso comprender que no hay otro país en el mundo al cual hayan endeudado así. Y algunos de los que lo endeudaron, los que fueron símbolos intelectuales de ese endeudamiento en otras esferas, en otros cargos pero siempre prendidos a funciones de diversa índole, todavía nos quieren decir qué es lo que tenemos que hacer.

 

El país no se construye solamente desde un discurso. Desde un discurso se expresan las intenciones pero el país se construye con acciones que se implementan día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto para poder transformarlo.

Es tiempo que TODOS los argentinos podamos converger en un proyecto común. Tenemos que volver a recuperar las ansias de la participación, y nuestros gobernantes como sus opositores deben formularse una severa autocrítica, entendiendo que la política no puede ser una herramienta para buscar solamente el mejoramiento de sus posicionamientos económicos o el poder omnipotente.

 

Hoy puede ser un gran día señores políticos… Plantéenselo así. Ya basta de retóricas banales, insignificantes. Exhiban pergaminos para ser electos.

Que en sus actos haya Familias, vecinos, ciudadanos interesados en escucharlos y no solo militantes consagrados o de los otros… los contratados.

 

Atraigan a la Comunidad. Seduzcan, cautiven al Pueblo contándole lo que harán EN VERDAD si son elegidos por el voto popular. Presenten sus gabinetes. Digan quiénes estarán junto a ustedes. No tengan miedo en citar fórmulas y lucir listas.

 

Anímense a hablar con un megáfono en el centro, en las plazas, en la Costanera, en el Parque, sin tribunas, contándole a la gente, cara a cara, cuáles son sus ideas renovadoras.

Vayan a los cafés, a los clubes, a los bancos, al Iosper, a los supermercados y caminen junto al ciudadano. Súbanse al colectivo, al tren y comprométanse a seguir haciéndolo, firmando un contrato DE HONOR, una vez que sean electos.

 

Y quienes caminen junto a Uds. lo hagan por convicción no por conveniencia. A veces, lo mejor de nosotros sale en el apremio, en medio del conflicto… Cuánto orgullo nos dará que al menos UN político nos haga caso y deje de recorrer barrios infecundamente, organizado el desembarco por punteros codiciosos, y comiencen los precandidatos a caminar la ciudad sin agenda, sin protocolo, sin siquiera seguridad.

¿Por qué temer? ¿O será que tienen temor por alguna cuenta pendiente o porque la Patria les demande tal o cual injusticia?

 

Los militantes honestos, esos que se inmolan por una causa, nunca temen, siempre están preparados para enfrentar cualquier obstáculo. ¿Por qué los políticos no pueden imitar ese ideal si pasan los años y de modo permanente se reciclan en tal o cual desempeño?

¿No es hora de innovaciones? Inviertan. Apuesten. No se van a arrepentir. Allí podrán verificar cuáles son sus perspectivas incontrastables y no contemplando análisis en espacios periodísticos dedicados exclusivamente a la política que el vecino NO LEE NI OYE. O mediante costosas encuestas encargadas por sus asesores, las cuales misteriosamente, arrojan SIEMPRE pronósticos halagüeños contra lo que la realidad posteriormente les indica.

 

Si los dirigentes políticos entienden que tienen que ser los que den el primer ejemplo, les puedo decir que estaremos dando un salto cualitativo.

Mi Viejo me inculcó que la dignidad se practica con las acciones cotidianas; se ejerce en los hechos y no en la consigna, se cristaliza esgrimiendo todos los días la mejor actitud; se plasma no mintiéndole a la gente; se disfruta trabajando y/o generando trabajo; la dignidad se practica forjando inclusión social, abriendo los brazos y las puertas para construir JUNTOS, un país distinto.

 

Más allá del crecimiento argentino en la última década, aun millones de compañeros, de hermanos y hermanas nos miran con lágrimas en los ojos por un sinfín de vicisitudes que soportan crudamente. ¡Dejemos de jugar a la política corta y escribamos la historia grande de una Argentina que nos contenga a todos!