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Allende traspasó los límites: increpó e insultó a la ministra de Salud

El diputado y titular de UPCN, José Allende, regañó y denigró a la ministra de Salud de la Provincia de Entre Ríos, Sonia Velázquez, en un elocuente hecho de violencia de género presenciado y confirmado por otras funcionarias del Gobierno de Gustavo Bordet. El legislador perpetró esa agresión repudiable, minutos antes de hacer uso de la palabra el mandatario entrerriano ante su Gabinete, intendentes, presidentes de juntas de gobierno, y parlamentarios oficialistas, en un encuentro donde se buscaba precisamente mancomunión de ideas y expresiones.

 

Segundos antes de la artera embestida verbal, de acuerdo al relato de quienes atestiguaron semejante bajeza, Allende saludó a la ministra de Gobierno, Rosario Romero, quien estaba sentada junto la ministra de Salud, Sonia Velázquez.

“Ché, vos no me saludás”, reprendió Allende a la titular de la cartera sanitaria responsable de la loable decisión de no tolerar más aprietes en el sistema público de salud.

 

Ante el silencio de la ministra Velázquez, Allende prosiguió en tono agresivo y casi cara a cara le espetó: “Y no me des vuelta la cara”, vociferó.

Ante la imperturbable y valiente actitud de Velázquez, el agresor subió el tono de voz y ampulosamente le gruñó repetitivamente “A ver cuando nos vamos a sentar a arreglar vos y yo”, obteniendo como lacónica respuesta “Yo no tengo nada que arreglar con vos”.

 

La crispación de Allende fue aborrecible, endosando impunemente un “pero por qué no te vas a la mierda”, que repercutió a lo largo y ancho de varios metros, ante el estupor de quienes se encontraban en ese sector.

Vale subrayar que, extrañamente, las condolencias, conmiseraciones y complacencias ante el estupor de Velázquez llegaron minutos después.

 

En esos segundos de abominable y execrable ataque, informaron los colegas de Minuto Uno, ninguna de las funcionarias o demás autoridades presentes fustigó con la vehemencia del caso la condenable conducta de un parlamentario, y sobre todo un hombre, que no debió asumir tan paupérrimo comportamiento, en ese lugar o en cualquier otro ámbito, en ese momento y en cualquier lapso.

Allende violentó a una dama, no a una ministra, no a una funcionaria. Allende consumó una repugnante y cobarde bravata.

 

Sin embargo, genera perplejidad que NADIE interrumpió con la enjundia del grave caso, tan arrebatado frenesí del gremialista. Hubo un silencio cómplice. Y eso no se perdona fácilmente. Menos ante el titular de un sindicato cuya cúpula gremial está siendo juzgada estos días por coacciones y amenazas a una directora de hospital.

Junto a Velázquez se encontraban otras funcionarias, y si bien hubo tibias intenciones de sofocar los improperios, NADIE se plantó con elocuencia y rigurosidad ante el atropello de Allende, naturalizando esta agresividad sin límites.

 

Hasta esta hora, no se ha dado a conocer un ENÉRGICO REPUDIO, desde otras carteras como quizás no llegó a oídos del gobernador la vergonzosa situación.

Pero consterna, atribula, que recién hoy se conozca que pocos días atrás, en Nogoyá, cuando la ministra de Salud visitó esa ciudad para hacer entrega de una ambulancia al Hospital San Blas y aportes a los clubes de la ciudad, fue otra vez víctima de la hostilidad del legislador quien se dedicó a interrumpir a los gritos y desde atrás -en varias ocasiones- el discurso que Velázquez dirigió a la comunidad hospitalaria, confirman los colegas de Noticia Uno, responsables de exteriorizar tan grotesca incoherencia.

 

Tanto el sacerdote de esa localidad como el intendente sí expusieron su adhesión a la consternación de la ministra, que aún perpleja e indefensa, prosiguió con su tarea, subrayaron en su completo informe los colegas de Noticia Uno.

Desde el entorno de Sonia Velázquez se dejó entrever que la ministra, lógicamente, espera un repudio, un pronunciamiento contundente, una condena pública, habida cuenta que amén del escarnio propio soportado, lo que se afecta en épocas álgidas para la sociedad y en especial para la gestión de Gustavo Bordet, es la imagen de lo que tanto se pregona en el marco de la impronta oficialista.