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Werner, ídolo en suelo porteño: la calle es su lugar…

Mariano Werner finalmente se sacó la mufa y pudo escribir con mayúsculas su nombre en la reciente historia del Super TC 2000 al ganar de manera impecable la primera edición de la carrera callejera de Buenos Aires que se disputó ante unas 700 mil personas. El entrerriano, que se floreó por las principales calles del microcentro porteño aceleró a fondo su Toyota Corolla para ganar una carrera que en los tramos finales resultó altamente emotiva, con un tiempo de 51 minutos 40 segundos 099 milésimas.

 

El ex bicampeón de la Formula Renault protagonizó un duro duelo en las cinco vueltas finales con el brasileño Carlos Bueno (Focus), quien a la postre se clasificó segundo.

De esta manera, Werner, quien le regaló al equipo Toyota su tercera victoria consecutiva en la categoría, se tomó revancha de lo ocurrido hace un año atrás cuando desinteligencias en la largada lo privaron de una victoria segura en el callejero de Santa Fe.

 

Así, el joven piloto entrerriano sumo su cuarta final en el TC 2000 que le permite recuperar la confianza y meterse de lleno en la lucha por el título.

 

Werner dejó su sello en esta primera presentación de la categoría en el trazado de Buenos Aires, el mismo que conoció por primera vez con solo 12 años durante una excursión escolar a la Capital Federal.

El entrerriano, cuya familia está íntimamente vinculada al automovilismo deportivo, se paseó por el casco antiguo de la ciudad con la maestría de un grande.

 

Mariano Werner llegó a los boxes entre aceleradas (con embrague) de festejo y saltó y gritó en el podio a lo Michael Schumacher. Como Cacá Bueno (2º) y Jorge Trebbiani (3º), fue llevado en autobomba desde ahí hasta la sala de conferencias de prensa, y lo saludaban hasta aficionados que estaban en paddocks corporativos de marcas adversarias.

“Si bien fue muy lindo ganar en Paraná, lo que viví en esta vuelta de honor fue único. Ésta es la mejor victoria de mi vida. Cumplí dos sueños: correr acá y ganar en un callejero. Estoy muy feliz”, soltó el piloto de Toyota. Que enseguida agradeció al equipo, una vez y otra. Había un motivo: largos períodos de vacas flacas y caras largas, soportados por su jefe, Darío Ramonda, y los colaboradores.

 

Una carrera, también urbana, insólitamente perdida en Santa Fe en 2011, y con ella, luego el título, fue el punto más bajo. Eso y la presencia de Matías Rossi, el campeón, en la escuadra, relegaron a Werner en la figuración. “Toyota me aguantó cuando no se daban las cosas. Uno se amargaba por los malos momentos. Y había unas cosas de mi parte que no estaba haciendo bien, estaba llorando un poco en las últimas carreras”, admitió Mariano.

 

Pues bien. Esa figuración reapareció, y con creces, con el resonante triunfo en la Reina del Plata. Lo heredó de Facundo Ardusso (“lo felicito. No lo acompañó la suerte”) y lo defendió con la dirección herida -un problema para girar en la curva 1- frente al brasileño Bueno. “Era un sueño ganar y lo conseguimos. Perdón por haber hecho un poco de ruido… Dedico el triunfo a la gente, que soportó los inconvenientes”, manifestó.

“Estoy más que feliz. La imagen que me va a quedar es la de la victoria y los festejos, y la euforia terrible que te genera ganar ante tanta gente. Por eso paré en la vuelta de honor a festejarlo con el público”, reconoció.

 

Mucho más temprano había estado, como piloto y como feligrés al mismo tiempo, en la Catedral, donde hubo una bendición general al Súper TC 2000 y misa. “Gabriel desde arriba me ayudó”, apuntaría más tarde Werner, consumada su obra. La misma que lo hacía lucir una corona de laureles, justo en un Domingo de Ramos.