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Trece días antes del golpe de 1976, la CIA advirtió a la Casa Blanca sobre la llegada de los militares al poder

El 11 de marzo de 1976, el golpe militar que ocurriría trece días después en la Argentina apareció en una conversación en la Casa Blanca. El entonces director de la CIA, George H.W. Bush, le mencionó al presidente Gerald Ford la inminente toma del poder por parte de los militares en Buenos Aires.

“Mencioné posibles golpes en Tailandia, Argentina y Perú”, escribió Bush en un memorando sobre su reunión con Ford. Ya para ese momento, Estados Unidos tenía claras señales de que el golpe era inevitable: las agencias federales recibían desde diciembre del año anterior informes sobre los planes de los militares. Describían al gobierno de Isabel Perón como “tambaleante”.

“Posible golpe en la Argentina”, fue el título que eligió William D. Rogers, el principal diplomático del Departamento de Estado para América latina en ese momento, en informe de dos páginas que llegó al escritorio del Secretario de Estado, Henry Kissinger, y que ofrece un clarividente pronóstico de lo que vino después. La fecha: 13 de febrero de 1976.

“Las posibilidades de un golpe militar en Argentina parecen mayores ahora que en cualquier otro momento desde el regreso al gobierno civil en 1973”, advirtió el diplomático. “Por sus intentos de inmiscuirse en los asuntos militares y su manifiesta incapacidad para manejar los problemas políticos y económicos del país, la Sra. Perón disgustó a los jefes militares, que le han exigido rotundamente que dimita por el bien de la nación”, arranca el memo.

Rogers advierte que es “casi seguro que un gobierno militar argentino incurrirá en violaciones de derechos humanos que generen críticas internacionales”, y dice que eso podría llevar a “presiones públicas y del Congreso de Estados Unidos” que complicarían sus “relaciones con el nuevo régimen”. Y anticipa que ese régimen será conservador, buscará el “aplastamiento del terrorismo”, y tendrá una impronta nacionalista y anticomunista en su política exterior.

“Esperaríamos que sea amigable con los Estados Unidos y que tenga el deseo y el poder de tomar el tipo de medidas económicas sólidas necesarias para restaurar la posición de Argentina con la comunidad financiera internacional, incluida la resolución de los casos de inversión que involucran a empresas estadounidenses”, escribió Rogers.

Unos días antes del informe de Rogers, un boletín de la CIA, del 7 de febrero, afirmaba que los militares estaban en condiciones de asumir el poder y que las discusiones ya no eran acerca de si el golpe era factible, sino de “cómo y cuándo debe llevarse a cabo”.

“Los acontecimientos recientes en Argentina sugieren que los militares están en condiciones de asumir el control del gobierno, pero no hay evidencia firme de que hayan tomado la decisión de moverse todavía. Las discusiones informadas en el alto mando ya no se centran en si un golpe es necesario o factible, sino en cómo y cuándo debe llevarse a cabo”, indica ese boletín de la agencia de inteligencia.

Estas revelaciones forman parte de una nueva compilación de documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos que fueron publicados por los Archivos Nacionales. Son más de 43.000 páginas que fueron entregadas en seis discos compactos al gobierno de Mauricio Macri. El hercúleo proyecto de desclasificación de los archivos secretos de Estados Unidos sobre la dictadura militar abarcó dos gobiernos –comenzó con la administración de Barack Obama y terminó con la presidencia de Donald Trump–, involucró a 16 agencias y departamentos del gobierno federal, y demandó más de 30.000 horas de revisión de documentos, un trabajo que estuvo a cargo de 384 personas. El resultado: más del 97% del contenido de los documentos quedó a disposición del público, un grado de revelación inédito.

Los nuevos documentos, analizados y publicados por Archivo Nacional de Seguridad, una organización vinculada a la Universidad George Washington que archiva y publica documentos desclasificados por el gobierno federal de los Estados Unidos, ofrecen una de las miradas mas nítidas sobre qué se sabía en Washington de las intenciones de los militares y sus partidarios civiles, sus preparativos para el golpe, y sus planes para lo que los funcionarios del Departamento de Estado describieron como “un gobierno militar por un período prolongado y de una severidad sin precedentes”. Y revelan que Estados Unidos avisó “discretamente” a los militares, más de un mes antes del golpe, que Washington reconocería al nuevo régimen.

“No hay evidencia de que Estados Unidos instigó el golpe”, dijo Carlos Osorio, director del Proyecto de Documentación del Cono Sur del Archivo Nacional de Seguridad, al difundir la nueva tanda de documentos. “Pero Estados Unidos aceptó, y apoyó tácitamente, el cambio de régimen porque Washington compartía la posición de los militares de que el golpe era la única alternativa al caos en Argentina”, agregó.

Los nuevos documentos revelan una parte de la mirada de Washington sobre lo que ocurría en la Argentina en los días previos al golpe militar. El informe de Rogers proporciona uno de los análisis de más alto rango que se elaboraron en el Departamento de Estado, pero dista de ser el único. Los documentos también brindan detalles de las intenciones de los militares a partir de informes de la CIA y el FBI. Un informe de la CIA de principios de marzo anticipa que Jorge Rafael Videla será nombrado presidente –lo describe como un “moderado”, según congresistas argentinos– y que la Junta Militar buscará un vínculo “armonioso” con Estados Unidos.

En un cable fechado el 15 de marzo al director del FBI, el agregado legal en Buenos Aires, Robert Scherrer, informa que un ciudadano estadounidense, Raymond Molina, ha recabado información de una fuente militar argentina. “Las fuerzas armadas argentinas derrocarían al presidente Perón entre el miércoles 17 de marzo de 1976 y el jueves 18 de marzo de 1976″, señala. “El ejército argentino desea una estrecha cooperación con Estados Unidos”, indica.

El embajador norteamericano en Buenos Aires, Robert Hill, tuvo un encuentro con el entonces almirante Emilio Eduardo Massera, uno de los comandantes de la junta militar, apenas días antes del golpe, el 16 de marzo de 1976. Según los documentos, Hill decidió abandonar el país el 17 de marzo, antes del golpe, para contrarrestar eventuales acusaciones de conocimiento y participación de Estados Unidos en la toma de poder de los militares.

En un cable enviado a Washington, Hill describe que “cada diario y revista está especulando ahora que un golpe puede ocurrir pronto”, y cuenta que tomó un café con Alejandro Shaw y Massera, quien le dijo que no era ningún secreto que los militares quizá debieran meterse “en el vacío político” porque a esa altura las opciones eran una intervención militar o el “caos total”.

Un día antes del golpe militar, Hill informó al Consejo de Seguridad Nacional, en un paper, que Washington necesitaba estar listo para trabajar con el ejército argentino. “Estados Unidos puede esperar ser el primer país al que acudirán los argentinos”, escribió.

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