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Tema complejo el de la Inseguridad y los Derechos Humanos

El impacto del fenómeno de la Inseguridad sobre la calidad de la vida de los ciudadanos obliga a Gobierno y Sociedad a diseñar esquemas alternativos a los existentes que, siendo en su cometido de disminuir los niveles de amenazas, no sacrifiquen el avance de la Democracia y el respeto por los Derechos Humanos y las Garantías Ciudadanas.

 

La Policía está instituida para mantener el Orden Público, la Libertad, la Propiedad y la Seguridad individual.

La evolución natural hizo que se sopesara la Seguridad de la represión a la prevención, intentando actuar, también, sobre las causas y no solamente sobre los síntomas.

De hecho, no se conoce sociedad organizada sin que exista un poder de Policía que asegure a sus miembros la Seguridad interior, reprimiendo y previniendo delitos.

 

La garantía de los Derechos del hombre y del ciudadano, necesita de una fuerza pública: esta fuerza es, pues, instituida en beneficio de todo el mundo, y no para la utilidad particular de un grupo.

 

Y esta fuerza pública debe captar que la Inseguridad no puede reducirse únicamente a los problemas de Criminalidad. La Inseguridad es una problemática compleja: está atada a los problemas de sanidad, de medio ambiente, de urbanismo, de formación; es el resultado de desigualdades crecientes en el acceso a los recursos; pone en juego conflictos de intereses, sobre todo con respecto a la división y al uso del espacio y de los ritmos de la ciudad.

La Inseguridad es un riesgo urbano al que hace falta darle respuestas civiles. Por añadidura, para el análisis de la Seguridad, el concepto de complejidad tiene que ser asumido en toda su integridad.

 

La Seguridad colectiva e individual son fundamentales para la vida humana. La Criminalidad amenaza la calidad de vida de los habitantes, traumatiza a las víctimas y pone en peligro la voluntad cívica.

La Inseguridad, pues, afecta a la esencia misma de la dignidad humana y a la vida en sociedad de suerte que, sin Seguridad, no hay ejercicio posible e igualitario de los Derechos de las personas.

Claro que tan complejo problema no se puede abordar simplemente, con el recurso tosco de penas más duras y más policías en la calle.

 

Hace años venimos enfatizando que un concepto verdaderamente amplio y comprensivo de Seguridad de los habitantes tiene que comprender no solamente la tranquilidad de no ser víctima de hechos delictivos sino, también, la de vivir en un Estado constitucional de Derecho y la de participar de los beneficios del desarrollo en materia de salud, educación, vivienda, ocio y todos los ámbitos de bienestar social. El concepto es el del desarrollo humano sostenible, que tiene la equidad como principio.

 

La Seguridad es un bien común esencial para el desarrollo sostenible. Es a la vez signo y condición de inclusión social, del acceso justo a otros bienes comunes como son la Educación, la Justicia, la Salud y la calidad del Medio Ambiente. Promover la Seguridad es desarrollar un bien común y no consiste, sobre todo, en hacer de policía o en recurrir al sistema Penal.

 

Por consecuencia, si predicamos la necesidad de la existencia de Seguridad ciudadana para el normal desarrollo de las personas en la sociedad, tenemos que proveer a los ciudadanos de los bienes suficientes que los doten de seguridad en todos los ámbitos de su vida.

 

Se considera necesario promover políticas más efectivas e integrales delante del delito, y no continuar reaccionando solamente por la vía de los sistemas de Justicia Penal.

 

Las políticas tendrán que comprender una amplia prevención primaria, con acciones en todos los ámbitos del bienestar social, y procurar que los beneficios del desarrollo lleguen a todos los sectores de la población y promuevan la integración, y la no exclusión, de los sectores pobres y marginales, al considerar que a la problemática social la acompañan los fenómenos de la corrupción, el paro, la subocupación (…), violencia, así como pérdida y sustitución de valores.

 

Receta

 

Han sido ya varios editoriales que hemos dedicado a robustecer la idea en lo inherente a ejecutar TRES PUNTOS determinantes. No es algo original lo que venimos describiendo. Es copia fiel de lo que se hizo y aún se hace en los países más avanzados:

 

-Tomar las medidas para erradicar las actividades criminales dentro de ciertos barrios de la ciudad y evitar la formación de grupos desfavorecidos, en particular evitar que tengan el sentimiento de que no tienen nada que perder;

-Proveer de instrumentos legales para luchar contra la violencia familiar, contra la cultura de la violencia, contra la discriminación por motivos de raza, religión, origen social y sexo, y hacer apología de la noción de ciudadanía.

-Formular y aplicar los programas contra las toxicomanías y el alcoholismo, en conjunción con los servicios sanitarios y sociales; elaborando programas de información destinados a los jóvenes y a las escuelas.

 

Así, la Seguridad ciudadana debería constituir el conjunto de medidas y previsiones que adopta el Estado a través de sus instituciones dentro del marco de la ley y los Derechos Humanos para que la comunidad pueda desarrollar sus actividades libres de riesgo y amenazas.

 

Seguridad, tarea de TODOS

 

No obstante, debemos entender que la Seguridad es tarea de todos; pero para cumplir con estos cometidos es necesario que se acepten los cambios, que se estimulen las responsabilidades, romper marcos y buscar identificarnos con el tema. Tenemos que aceptar los cambios y que todos se integren a la comunidad y a los trabajos sobre Seguridad ciudadana.

 

Para ello debemos de construir cada uno con su acto, su vocación, su calidad de persona, a no generar ambientes de intranquilidad. En este aspecto, cada día nosotros somos conscientes de que debemos respetar normas, respetar leyes y también exigir se respeten nuestros derechos cumpliendo nuestras obligaciones.

 

Muchas veces las inseguridades las vamos generando nosotros mismos con nuestras conductas y negligencias, por desatinos, falta de consideración y aceptación mutua a la interrelación personal por algunas particularidades propias de la personalidad del hombre.

 

Debemos de comprender que la Seguridad abarca todas las instancias en donde el ser humano desarrolla sus iniciativas.

 

Por lo tanto, debemos de hablar de presentar iniciativas, participar activamente. Es necesario recordar una palabra que desde hace mucho tiempo no se encuentra en nuestro léxico, la solidaridad.

 

Se ha perdido su práctica, cada uno nos aislamos en nuestros propios problemas y evitamos inmiscuirnos en lo que no “nos compete” y así evitando inmiscuirnos en los problemas de los demás, estamos evitando inmiscuirnos directa y participativamente a la solución del problema del Estado. No se hace, porque no se quiere romper marcos, siempre estamos atados a tradiciones, conservadurismos o a ideas trasnochadas. Debemos cambiar.

 

La Seguridad crea todo lo necesario para que después todo, en la ciudadanía, resulte productivo, para que las iniciativas puedan generarse y consolidarse y se conviertan en productos tangibles, conservables. La Seguridad no es acción de uno solo, la Seguridad es un acto mancomunado y tácito entre las instituciones dentro de las cuales no escapa la Policía.

 

La Seguridad y el Desarrollo convocan la participación de todos, no solamente de la Policía, es tarea de todos. Sabemos que todo individuo busca Seguridad y un Estado donde se privilegia la seguridad es un Estado que está orientado a buscar el crecimiento de sus comunidades.

 

Prevención y revalorización de la Familia y los Valores

 

Por lo expuesto, para el problema de Seguridad, la solución es la prevención antes que la intervención desde nuestra condición de ciudadanos y miembros de una comunidad o de un país. Debemos estar mucho más unidos a la sociedad, solidariamente participativos para ver si el amigo, el vecino está incurriendo en alguna falta o en alguna negligencia que puede producir una desgracia.

 

Orientar al cambio, sugerir cambios, que se tomen nuevas posiciones, así dejamos de ser egoístas y somos solidarios y vamos construyendo un tejido positivo de comunicación, de interrelación que haga que todos nosotros vivamos en paz.

 

La conciencia de Seguridad debemos tenerla todos. Una conciencia de Seguridad no solamente nos debe orientar a mirar a los delincuentes, la conciencia de Seguridad nos lleva a tomar actitudes definidas que no desentonen con el común denominador de los ciudadanos respetuosos de los derechos de los demás y también haciendo prevalecer lo propio.

 

Otro punto fundamental a destacar es la Familia que también debe de tener Seguridad. También muchas veces la familia tiene Inseguridad emocional, observan indiferentes como sus hijos se orientan hacia acciones negativas como la violencia, enfermedades mentales, delincuencia, drogadicción y por no decirlo pandillaje, barras bravas, violación, etc.

 

Nosotros como Pueblo y Familia debemos hacer cada cierto tiempo una reflexión en pareja y analizar de veras si nuestras acciones como padres de Familia están orientadas adecuadamente a educar a nuestros hijos, cómo debe de ser, signándole los valores esenciales, acciones de responsabilidad, de fuerza de voluntad, de persistencia para alcanzar sus objetivos, que vean en el padre o la madre la imagen objetiva a seguir y a superar.

 

Eso se está descuidando en todos los niveles, alto, medio, bajo, porque egoístamente también nos centramos al esfuerzo de sostener la economía del hogar y descuidamos un tanto lo más importante, la familia, la crianza y desarrollo de nuestros hijos.

 

Debemos también de ver que nuestras familias se descomponen un tanto, por el resultado del vacío de comunicación y de afecto e integración de padres a hijos y de hijos a padres, que degenera en una falta de control. La consecuencia, mala formación, malos hábitos, tal que ya no existe consideración a la autoridad de los padres y ahí viene el ingreso de los problemas de violencia juvenil, los problemas de violencia familiar.

 

Por ello insistimos en que debemos propender a buscar soluciones integrales, que permitan cuidar primero la Familia, potenciarla, desechar el estrés de los padres, alimentar la relación afectiva entre padres y puedan dar un verdadero afecto y amor a sus hijos, para que en base a esa sólida función familiar como célula fundamental de la Sociedad se construya un nuevo Estado.

 

Debemos poner acento en ayudar a nuestros hijos a reflexionar, orientarlos y en la medida que sea posible estimular esfuerzos multisectoriales para presentarles respuestas concretas a sus frustraciones, a sus inquietudes, buscar alternativas de superación. Una especial atención a los niños porque ellos sí están presentándonos la esperanza de que nuestro futuro mejore en un país mucho más integrado, de sólidas convicciones y estructura de seguridad ciudadana.

 

La desconfianza en la Policía

 

Existe una desproporción entre el sentimiento de Inseguridad ciudadana y los verdaderos índices de Criminalidad, pero esta apreciación obedece a diversos factores tales como la desconfianza en la actuación de la Policía. Eso es cierto y no lo podemos negar, pero también la presencia de elementos sociales que acrecientan los temores. Entonces nosotros debemos estar interesados en generar ambientes de mejor desarrollo y nivel de seguridad ciudadana.

En el tema de seguridad ciudadana, hay que agregarle algo importante. Se debe de adoptar una actitud eminentemente preventiva ya no coercitiva, constructiva. Por eso es necesario un trabajo integral, multisectorial, de apoyo a la prevención para evitar la represión.

 

Conocemos que la Seguridad ciudadana es una función básica de la Policía, pero se requiere de una coordinación permanente, una cooperación permanente con los gobiernos locales, la comunidad organizada y las instituciones públicas y privadas.

 

Vale poner atención en otro concepto: el tema de Seguridad ciudadana comprende las garantías que da el Estado para el ejercicio de todos los Derechos Fundamentales, como el Derecho a la Vida, el Derecho a la Identidad, a su Seguridad moral, física, al libre desarrollo, al bienestar, la Salud, Empleo, Educación; estamos hablando también de una igualdad ante la ley de todos los ciudadanos comunes y corrientes; de libertad de conciencia, la libertad de información, de opinión, de expresión.

 

Por ende, robustecemos la idea en cuanto a que el tema de Seguridad ciudadana es amplio y va indiscutiblemente mucho más allá de la sola tarea de la Policía, o sea… es una tarea de todos y si nosotros complejizamos más el asunto, estamos hablando del ser humano de manera integral, con necesidades, pero también con potencialidades de saber ser, hacer, tener y poder.

 

Que actualmente vivamos una seria crisis de las instituciones que administran la Justicia no debe llevarnos a olvidar que la Seguridad ciudadana es un Derecho de los ciudadanos cuya satisfacción corresponde al ámbito del poder ejecutivo a través del servicio público de la policía y que se debe evitar buscar, como actualmente se pugna, que las policías preventivas realicen tareas de investigación de delitos, desvaneciendo la imprescindible distinción entre Seguridad Pública y Justicia Penal.

 

Así, el trabajo de Seguridad debe plantearse como un trabajo de reconstitución del tejido social y en consecuencia la policía considerada como una institución que contribuye a la reconstitución de la convivencia comunitaria. De tal manera que las estrategias de seguridad ciudadana sean fundamentalmente preventivas e integrales.

 

Con frecuencia, se manifiesta que la defensa y protección de los Derechos Humanos favorece a los delincuentes y perjudica a las víctimas del delito, aunque no debe escandalizarnos el que se insista a las autoridades que respeten esos derechos.

No se puede tolerar, por ejemplo, detenciones ilegales o arbitrarias o en desconocer los derechos del detenido o procesado, aunque sí, es triste admitirlo que se denota una escalada en esa actitud de los funcionarios de Derechos Humanos quienes se olvidan de que su misión es velar también por los Derechos de las víctimas del delito.

 

Lo que se dice, lo que se hace…

 

Un alto porcentaje de las quejas hoy resonantes corresponde a víctimas que han quedado desamparadas ante la impunidad, la inacción o ineficiencia del sistema de administración de justicia.

Muchas denuncias formuladas no han sido debidamente investigadas; otras ni siquiera se han indagado.

En las que se hacen investigaciones hay serias deficiencias jurídicas que serán aprovechadas por el acusado en su defensa o serán tan graves que el juez no pueda continuar con el procedimiento. Y en las que se ha concedido orden de detención, éstas no se han ejecutado.

 

La defensa y protección de los Derechos Humanos no deberían constituir un obstáculo para combatir el crimen.

 

El no arrestar a quien debió ser detenido genera impunidad; deja sin castigo cuando debía haberlo. La impunidad se manifiesta cuando los ciudadanos no denunciamos algún delito que, sabemos, se ha cometido, ya sea por miedo, ignorancia, o desconfianza en las autoridades; cuando el policía no detiene por ineficacia, incapacidad, complicidad o desconocimiento; cuando las autoridades no hacen debidamente su trabajo, cuando abogados sagaces recurren a debilidades del Código Procesal Penal para liberar de inmediato a los reos.

 

Esto genera violencia. Al no ver satisfecho ese derecho, dejamos en la víctima del delito un deseo de “Justicia” muchas veces traducida en venganza, que se cobrará tal vez por su propia mano. Esta situación genera gran desconfianza en las instituciones de administración de justicia. Menos ciudadanos acudirán a ellas a denunciar, mientras que los delincuentes seguirán haciendo de las suyas a la sombra de la impunidad.

 

El reto, tanto de las instituciones de seguridad pública como de la sociedad en general, es romper el círculo vicioso que forman la corrupción, la impunidad, la violencia y la desconfianza.

La defensa y la protección de los derechos humanos pugnan por una política de seguridad ciudadana que actúe sobre las causas de la criminalidad y privilegie la prevención e investigación del delito.

 

La responsabilidad del Estado se expresa no sólo en el deber de respetar los Derechos Humanos internacionalmente reconocidos, sino también en actuar con la debida diligencia para prevenir, sancionar y erradicar aquellas prácticas lesivas contra las personas cualquiera sea el ámbito en el que ocurra.

 

Concepción

 

Cíclicamente reaparecen los miedos generados por la Inseguridad y, con ellos, el discurso público vuelve a inundarse de reproches grandilocuentes en torno a la labor de funcionarios de Derechos Humanos que, por su repercusión, convendría tomarse en serio.

 

Resulta demasiado obvio que en nuestro país en la actualidad se violan cada día, y de modo gravísimo, los derechos de los que cometieron (o son acusados de haber cometido) ofensas hacia los demás, muy especialmente si ellos provienen de sectores económicamente desaventajados.

Esas violaciones gravísimas incluyen la detención por años de personas a las que no se les ha probado la comisión de delito alguno; la privación de libertad a personas que han cometido delitos menores, y condiciones extremas, brutales, violentas para los que ya están encerrados.

 

Si hoy tenemos un problema grave en materia de inseguridad, entonces, sin dudas, ése no es el de que el Estado argentino se está excediendo en la protección de los derechos de los delincuentes.

 

De ello se desprende que podría asegurar a todo inculpado un juicio justo (escuchar al acusado; asegurar que las pruebas de un juicio no sean inventadas); impedir la tortura; no encerrar a quien no ha sido encontrado culpable de ningún crimen; evitar que se trate a los detenidos como animales es perfectamente compatible con tener un presupuesto adecuado en materia de seguridad, o velar por la recuperación de las víctimas y la restauración de sus derechos.

 

Respetar los derechos de los delincuentes no significa premiar a los criminales ni dejar de reprocharles sus eventuales faltas, sino impedir que se los trate inhumanamente, o que se condene a inocentes porque “necesitamos condenar a alguien”, como muchas veces ocurre.

Los derechos no están reservados para los que se comportan decentemente o los que no cometen faltas (graves), sino para todos, por el solo hecho de ser personas.

 

Por otra parte, es de una altísima cuota de necedad el negar tenemos una proporción de presos alta y creciente, y no baja.

 

Como NO SE PUEDE DESCONOCER que si hay gente responsable de crímenes que no es condenada debido a las argucias o trampas de sus abogados, ésa no es responsabilidad de los “derechos humanos”.

 

Si lo que ocurre es que algunos no quedan detenidos porque no se prueba su culpabilidad, eso no es un “exceso” de respeto de los derechos, sino sólo un acto justo, porque nadie quiere que se encierre a los que no son culpables de delito alguno (¿o sí?).

 

Decir lo dicho no implica decir que debemos actuar como si en la sociedad no hubiera delitos, ni comportarnos de modo ingenuo, ni dejar de reprochar con firmeza las faltas que se cometan en nuestra sociedad.

 

Esto implica afirmar que, no importa el grado de irritación que tengamos, o la antipatía que nos produzca algún grupo, o los deseos de venganza que nos provoque una situación de injusticia, no tenemos que poner en cuestión el valor de seguir tratando a todos –a todos– con dignidad y respeto.