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Se celebra el Día del Escritor en la Argentina

Hoy, 13 de junio, se conmemora el nacimiento del periodista y poeta argentino Leopoldo Lugones, quien llegó al mundo un día como hoy de 1874. Se trata de una de las influencias literarias más importantes de la Argentina, ya que lideró el movimiento del modernismo a finales del siglo XIX. Sus libros más reconocidos son Los crepúsculos del jardín, Las fuerzas extrañas, Lunario sentimental y El payador.

Además, Leopoldo Lugones fundó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1928 junto a otras figuras de la literatura de nuestro país, como es el caso de Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, Baldomero Fernández Moreno y Ricardo Rojas. Lugones fue su primer presidente y se ocupó de que la actividad de cientos de escritores en el país se nucleara en esta asociación.

Leopoldo Lugones perteneció a una generación fracasada, o frustrada mejor dicho. Nació el 13 de junio de 1874, en Villa de María del Río Seco, provincia de Córdoba, en una época en la que coincidió con figuras como Manuel Ugarte, José Ingenieros, Alfredo Palacios, Ricardo Rojas y Manuel Gálvez, todos ellos intelectuales importantes para un país que se iba convirtiendo en semicolonia británica, y donde la formación de la mitología del sentido común la ejercían los diarios de la clase dominante.

En ese contexto, puede decirse que Lugones buscó a través de toda su vida distintos lugares e ideas, haciéndolo en algunas ocasiones en forma estrepitosa.

Procedente de su Córdoba natal, cuando Lugones llegó a Buenos Aires se encontró con José Ingenieros y, juntos, publicaron “La Montaña”, un periódico socialista revolucionario que duró muy poco tiempo por falta de recursos.

Esta desilusión de Lugones lo llevó, insólitamente, a hacer un viraje hacia la derecha y apoyar a Manuel Quintana, quien llegó a la presidencia en el año 1904, después de haber sido abogado de los ferrocarriles ingleses durante décadas.

Este sorpresivo cambio de posición no fue una exclusividad de Lugones: Manuel Gálvez pasó de escribir, como socialista, obras como “Historia del arrabal”, “Nacha Regules” y “La maestra normal”, a casarse con una integrante de la familia Bunge, obteniendo el apoyo de la Iglesia Católica y girando hacia un el nacionalismo católico.

Manuel Ugarte prácticamente subsistió como un intelectual independiente desde el exilio.

José Ingenieros fue otro de los que abandonó el socialismo después de Lugones. Al principio, se afilió al Centro Socialista de Barracas pero se sentía como una flor extraña, que no le daban la importancia que tenía. Después de retirarse, fue evolucionando en búsqueda de lo que podríamos llamar una posición nacional, que lo llevo a reivindicar la llamada “Guerra Gaucha”, es decir, la gesta de los gauchos del norte contra los intentos de recuperación de la metrópolis española. Tuvo una posición fieramente anti-migratoria, condenándola como una resaca de la Europa que expulsaba a los países de América. Este nacionalismo mal encarado, por supuesto, lo condujo en 1924 a proclamar “La hora de la Espada” a y definirse a favor del fascismo emergente en Italia con Mussolini.

Esto nos lleva a analizar su participación en el Golpe de Estado de 1930 a Hipólito Yrigoyen, donde según una versión se atribuye a Lugones la redacción de una primera proclama que resultó tan furibunda, que algunos militares la terminaron moderando y reemplazándola.
A pesar de ello, hay que reconocer aspectos de la obra de Lugones que fueron realmente importantes, no solo la “Guerra Gaucha” sino también “El payador” y “Los paisajes”, donde hizo un recupero de la fauna en los campos y puso en evidencia las vivencias de su origen cordobés.

Como se señaló anteriormente, su vínculo con el Golpe del ´30 lo llevó a buscar la Patria por lugares inadecuados. El posterior desencanto que sintió con el gobierno golpista hizo que se fuera reconcentrando en la literatura.

Lugones fue quizás uno de los que mejor conoció el castellano de todo aquel grupo de intelectuales y eso lo llevó a ser director de la Biblioteca Nacional.

Fue un hombre que creyó en una Argentina grande y desarrollada, una posición que planteó en su libro “La Patria Fuerte”, donde el nacionalismo lo entroncó con la necesidad del desarrollo industrial, una cosa insólita en él.

Evidentemente, fue un intelectual que nada tiene que hacer en una Argentina semicolonial y esto fue muy grave porque lo llevó a los errores de adherir a una derecha fascista que tampoco lo conformó, por lo que en los años 30 quedó varias veces aislado a pesar de ser una figura respetable por su conocimiento literarios, sobre todo en el lenguaje.

Esta situación lo desesperó tanto que, finalmente, el 18 de febrero de 1938 se suicidó en una isla del Tigre, un hecho bastante común en esa época porque poco después hizo lo propio Alfonsina Storni, quien si bien tenía un tumor, confesó públicamente que no podía “escribir más en Argentina”.

Lugones, por si parte, había dicho “No hay sino lodo, lodo y más lodo”. Es decir, un rechazo total al ámbito literario que a su vez también lo rechazada porque, en el fondo, se ocupaban de importar literatos extranjeros.

Ugarte se había exiliado, Ingenieros tuvo varias variaciones, Macedonio Fernández se reconcentró en sus paradojas. Toda esa generación se fue frustrando.

No hay posibilidad de una literatura nacional en un país que era una semicolonia. Lugones fue uno de los tantos a quien, con cierta buena voluntad, podríamos justificar señalando que quiso desesperadamente encontrar una patria.
Lástima que no la encontró.

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