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Saqueos = Crisis social: no hay que negar los problemas sino asumirlos

La Argentina precisa con urgencia deponer actitudes que complican la paz social, y esta tarea nos incumbe a todos. No hay que negar los problemas sino asumirlos y encauzarlos a través de un diálogo franco y productivo. Este ya dilatado conflicto policial ha instaurado situaciones de orfandad ciudadana que no se compadecen con el espíritu y profesionalismo tradicional de la fuerza de seguridad.

Los tristes hechos registrados a lo largo y ancho de la República han producido una tristeza muy grande, lo que hemos visto todos, personas que perdían en un instante el trabajo de años y esa especie de descontrol, de pérdida de reglas de convivencia, eso es lo que llama la atención, revelando a una Argentina con un pronunciado deterioro humano moral y de reglas de convivencia.

Quien lo niegue es necio… La gente que ha saqueado no ha ido por hambre, no ha ido por satisfacer una necesidad. Han quedado expuestos, en evidencia palmaria un vandalismo y un pillaje propia o inherente al vale todo y ello refleja notoriamente la exclusión.

Ante esta situación, seguimos lamentando hechos de desborde social, incluidos delitos contra la vida y los bienes de muchos ciudadanos.

Es harto elocuente que junto con el reclamo legítimo de incremento salarial de la policía, hay elementos políticos y socioeconómicos que revelan un deterioro muy profundo de la sociedad, que no es solamente la pobreza: es ya la exclusión y una carencia absoluta de reglas.

Guste o no lo que diremos, en la Argentina hay sectores cada vez más vastos de personas excluidas, de jóvenes que no entran en el sistema. En nuestras grandes ciudades conviven sectores que parecen del primer mundo, con desarrollo tecnológico y con medios superabundantes, y barrios donde la gente sobrevive indignamente, donde la migración del campo hacia las ciudades sigue siendo muy fuerte, y a ese mundo de exclusión se le une también este deterioro de las reglas de convivencia, de valores humanos que nos está costando transmitir y en los cuales educar a las nuevas generaciones.

Es insoslayable la misión de generar contextos de encuentro, de respeto y de diálogo, que nos permitan dar respuesta a los verdaderos problemas que hacen al desarrollo integral del hombre. La inseguridad y el no respeto por la vida representan un trágico camino hacia la muerte.

No alcanza con conocer estadísticas, si ellas no movilizan a tomar decisiones superadoras, en especial, observando tangiblemente la realidad e hipoteca de ciento de miles de jóvenes que no estudian ni trabajan.

Es muy triste e inquietante que en una vasta parte de la sociedad se haya instalado la desilusión frente a la vida, y aquí entra a tallar el nefasto flagelo de la droga que impacta fuertemente donde las personas no logran madurar un proyecto de vida, un proyecto que les dé gusto por la vida, no ese vacío existencial.

Debemos recobrar una mayor conciencia de los valores que es necesario sostener, predicar y vivir para la construcción del bienestar general y el respeto de los derechos de todos los argentinos

Finalmente, debemos admitir que -sin hesitar- hubo instigadores de los desmanes, que buscan instalar un clima de descontrol social.

Tenemos una terrible experiencia histórica de violencia y enfrentamiento, que viene muy de lejos. Se trata de una vieja herida mal curada que vuelve a abrirse y sangra. Hoy revivimos viejos conflictos que nos han enfrentado, heridas que no han cicatrizado. Hoy la falta de reconciliación es nuestra herida social y las heridas hay que aceptarlas, atenderlas y curarlas. Si uno las está tocando todo el tiempo, finalmente se infectan y el mal es más grave.

Comprometámonos  a superar las divisiones y enfrentamientos con la sabiduría del diálogo y la paciencia de construir el bien común, que es el bien de todos.