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Que sea un cumpleaños muy feliz…

La fecha no aparece en rojo en los calendarios comunes, pero es probable que se celebre con más entusiasmo que muchos de los feriados que ocupan el almanaque. Es que el 2-1 a Inglaterra, del 22 de junio de 1986, es una efeméride que, al menos entre los futboleros, tiene el valor de las grandes fiestas patrias. Y más por estos días, cuando la fiebre mundialista lleva el termómetro al máximo.

Aquella inolvidable tarde en el Azteca mejicano reunió todos los condimentos para su paso a la eternidad. Porque el duelo ante los ingleses venía “cargado” en un contexto de cuentas pendientes que excedían largamente la contienda deportiva y, sobre todo, porque antes de un epílogo feliz, hubo dos goles con nombres propios: “la mano de Dios” y “el de Maradona a los ingleses”.

El primero, qué duda cabe, debió ser anulado. El segundo, en cambio, bien podría haber valido doble.

A 24 años de aquella jornada, el recuerdo del doblete de Diego es un episodio recurrente. Y explota por cualquier lado. Como ayer en la conferencia de prensa de Pretoria, cuando el actual DT de la selección argentina hizo referencia a la doble mano del brasileño Luis Fabiano bautizándola como “el brazo de Dios”.

“Lo de Maradona fue fantástico, sólo engañó a quien tenía que engañar. El árbitro (el tunecino Ali Ben Naceur) fue el único de los 100 mil presentes en el Azteca que no vio que le pegó con el puño”, recordaba años más tarde, todavía con un dejo de rencor, el periodista inglés Luke Betts, presente en las tribunas del Azteca.

“Y si fue con la mano, andá a quejarte a la Gran… Bretaña”, ironizó, todavía con alguna duda, el recordado Víctor Brizuela.

Obra maestra

Como para “lavar” la culpa de un gol tramposo, Diego se reivindicó sólo cuatro minutos más tarde con una corrida memorable, ésa que, de tanto verse frente al televisor, uno tiene miedo que después de esquivar al arquero Peter Shilton la pelota se vaya al lado del poste.

En 2002, y de acuerdo a una encuesta llevada a cabo por el sitio oficial de la Fifa y auspiciada por una multinacional de cerveza, el tanto fue elegido como “el Mejor Gol en la Historia de la Copa Mundial de Fútbol”.

El “barrilete cósmico”, como le llamó a la jugada el relator Víctor Hugo Morales, sin dudas es cita obligada en cualquier referencia histórica de los mundiales.

Fue la jugada soñada, en un cotejo decisivo, en un campeonato mundial y ante el rival más esperado. Demasiados “adornos” para tamaña obra de arte que ofreció un abanico de virtudes: destreza, habilidad, cambio de ritmo, dominio de la pelota y… gol. Fue, ni más ni menos, que la perfección dibujada en una corrida de 50 metros y en algo más de ocho segundos.