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¿Qué pasa con la Ley de Talles?

La  Ley de Talles es un tema central en la política antidiscriminatoria del INADI, problemática que conlleva a prácticas discriminatorias al incidir mayormente en personas con sobrepeso, que no encuentran talles acorde con su tamaño entre las prendas de moda y deben comprar en casas de ropa de talles especiales. Lo que ocurre en Paraná es alarmante.

 

La Ley de Talles propende a sensibilizar al empresariado en pos de una sociedad más igualitaria e inclusiva, y que la ropa pueda ser usada por todas y todos, apuntando a una sociedad y un mercado que tenga en cuenta la diversidad, la pluralidad.

 

No hay dudas que la mayoría de los comercios de ropa para mujer en la capital entrerriana NO CUMPLE con la Ley de Talles. No solo el incumplimiento reside en los tamaños de las prendas sino que tampoco se cumple con el etiquetado según la norma IRAM 75.310, que dispone como talles obligatorios desde el 38 al 48, suprimiéndose las definiciones S, M, L y XL, o su equivalente 1, 2 y 3.

 

Muchas empresas alegan problemas económicos para cumplir con la ley. Los argumentos son que les resulta más caro fabricar talles grandes, que se desvirtúan sus diseños, que no hay en el país una moldería para esas proporciones, que es muy difícil unificar los talles por no existir un análisis antropométrico de la mujer argentina.

 

Sin embargo, las marcas que confeccionan talles grandes dicen que los problemas económicos no son reales, que unos pocos centímetros de tela no tienen incidencia negativa.

 

Lo más inquietante es que representa ello una discriminación la cual promueve trastornos psicológicos, abatimientos psicofísicos y trastornos alimentarios como puede llevar a la anorexia y la bulimia.

 

Lo paradójico es que existen marcas reconocidas en el país que incumplen con la ley, que han presentado recursos de amparo, pero que en Europa lanzan campañas contra la anorexia y la bulimia, organizan desfiles con talles grandes y ponen a disposición de su clientela una amplia variedad de talles.

 

Hasta hay modelos o ex mannequins que producen líneas de indumentaria, las cuales precisamente, pese a que pregonan una cosa, en sus percheros exhiben prendas diminutas.

 

La norma en vigencia obliga a fabricantes y comerciantes de indumentaria a disponer de un mínimo de ocho talles correspondientes a todas las medidas corporales normalizadas del género y la franja etaria a la que se dediquen, excepto cuando se trate de productos discontinuos o en liquidación fuera de temporada, circunstancias que deben ser anunciadas al público.

 

Además, establece que se deberá poner a disposición del público copias de la Tabla de Medidas Corporales Normalizadas, junto a carteles explicativos del listado.

 

Paraná es una ciudad muy peculiar con la moda. Poco buen gusto en la decoración de vidrieras y/o confort de locales, horarios estrictos, precios excesivos, atención poco cordial de empleadas y/o empleados, stock reducido y hasta desactualizado, proliferación de copias o indumentaria trucha…

 

Pero es alarmante la tendencia a no existir prendas que no sean reservadas con exclusividad a mujeres u hombres delgados en extremo, al borde de la anorexia o de la bulimia.

 

Tristemente, en la mayoría de las empresas del ramo, no se garantiza la existencia de un mínimo de seis talles, vulnerando los principios de inclusión social y de protección a la salud, como los derechos del consumidor y la libertad de elección, en condiciones de trato digno e igualitario.

 

Los maniquíes tienen una medida hasta inferior de 90-60-80 y visten la vidriera para generar identificación y motivar la posibilidad de la compra, sin embargo, son modelos que no se corresponden con los cuerpos reales, excluyendo así a miles de personas que sin ser obesas, pesan más o el tamaño de sus cuerpos es mayor al de los muñecos, figuras o armazones donde se lucen las prendas.

 

La ropa no coincide con la medida antropométrica que sugiere el artículo y de pronto un Talle 42, -que para la vendedora es “el más grande que tenemos”- parece ser inferior al 38 normal.

 

Quizás no haya personal idóneo para concretar un contralor adecuado, tal vez las grandes marcas se encarguen que no haya controles con acuerdos espurios.

 

Mientras, las argentinas y hombres también que escapan a la regla infame de la delgadez onda Top Model’s, se sienten indefensas/os, sufren una carencia absoluta en cuanto a condiciones de trato digno y equitativo, sin discriminaciones ni arbitrariedades por parte de los proveedores.

 

Todo ello, quizás porque no existe un relevamiento antropométrico (proporciones y medidas del cuerpo) de la población para la normalización de talles, apoyándose las empresas tal vez en una improvisada tabla sin sustento real, normas IRAM basadas en la figura europea.

 

Ya lo dijimos años atrás… Desde el Ministerio de Salud NADIE hace nada para revertir un cuadro dramático y así, la moda de los talles cada vez más chicos genera obsesión por adelgazar aun en contra de su organismo volviendo escuálidas a las mujeres o provocándoles profunda depresión por no hallar el producto que desean.

 

Lo que se supone algo placentero, termina siendo una lucha. Para muchas mujeres que no cuadran en los patrones estándares, comprarse ropa es un bajón. Muchas mujeres reales y normales sufren situaciones violentas y se sienten discriminadas cuando salen a comprarse ropa

Tal vez, quizás, el real motivo es que los popes del diseño de indumentaria consideran inviable la Ley desde el punto de vista económico y se resisten a crear modelos “para gordas y gordos”, porque pierden su glamour.