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Primer Ángelus de Francisco: “Dios no se cansa de perdonar”

“Sentir la misericordia cambia todo; es lo mejor que podemos sentir porque un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo”, dijo el papa Francisco durante el primer Ángelus de su Pontificado ante unos 300 mil fieles que asistieron a la Plaza de San Pedro, el doble de lo que las autoridades habían calculado para ese día.

 

Aunque la entronización del papa Francisco es mañana (donde se esperan hasta un millón de personas), en su primer misa ante la multitud, dio una muestra de lo atractiva que ya es su figura.

 

“Hermanos y hermanas, buenos días”, apenas inició su breve discurso y la multitud gritó emocionada. “Es bonito para los cristianos hablarnos y saludarnos los domingos y hoy lo hacemos en un plaza que gracias a los medios de comunicación, tiene la dimensión del mundo”, manifestó el Pontífice.

 

Y es que Jorge Mario Bergoglio no deja de sorprender. Antes de asomarse al balcón de la Basílica de San Pedro, el Papa celebró su homilía en la pequeña iglesia de Santa Ana, que está también dentro del Vaticano. Al terminar la misa, rompiendo todo el protocolo, quiso salir y saludar personalmente a los asistentes, quienes emocionados se acercaron para tomarle la mano, abrazarlo y otros hasta besarlo.

 

Un detalle que no escapó fue que entre los fieles que asistieron a la misa en Santa Ana y se acercaron a saludar al Papa, estaba Pietro Orlando, el hermano de Emanuela Orlandi, la joven desaparecida en 1983, hija de un empleado del Vaticano.

 

Ahí, Bergoglio lo saludó como a los demás, pero intercambiaron algunas palabras con las que, según algunos, habrían acordado verse de nuevo. Un cambio importante para esta familia, pues siempre habían solicitado hablar con Joseph Ratzinger sobre el caso, pero nunca fueron escuchados.

 

Muchas de las personas que pensaban asistir a la Plaza de San Pedro para ver al papa Francisco, después de dos domingos sin Ángelus, no lograron llegar por la gran cantidad de gente que cubría las calles que desembocan en la Ciudad del Vaticano.

 

Gente de todo el mundo, ancianos, niños, parejas, de todo, pero en especial cientos de argentinos, acudieron a San Pedro para tratar de ver de cerca al nuevo Papa del que tanto se habla.

 

“Es como un párroco, sencillo y directo”. El comentario se escucha ya en todas partes, y el Papa dio hoy, de nuevo, la razón a los que rebajan cariñosamente su categoría en el escalafón eclesiástico. Su primer ángelus fue un monólogo de párroco, amistoso, cercano, y desprovisto de cualquier solemnidad.

 

Ante una multitud delirante de entusiasmo, el Pontífice se detuvo a recordar por qué ha escogido un nombre tan cargado de simbolismo, Francisco, y tan difícil de citar a secas. “Lo he elegido pensando en Francisco de Asís, el patrón de Italia, y eso refuerza mi relación espiritual con esta tierra de donde procede, como sabéis, mi familia”. La referencia demuestra gran olfato político porque ayer se festejaba el día de la Unidad de Italia, ocurrida hace 152 años.

 

El Papa saludó con un simple “buenos días” a la gigantesca multitud, y terminó deseando “buen domingo y buena comida”, a todos los peregrinos, también a los que seguían el acto a través de la televisión.

 

El Pontífice abordó el tema del Evangelio del día, referido a la mujer adúltera, y subrayó la actitud de Jesús, “del que no escuchamos palabras de desprecio, ni de condena, sino solo palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión”. Una evidencia más de que Dios, “no se cansa jamás de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”, dijo.

 

Los aplausos interrumpieron al Pontífice, que apareció sonriente en la ventana del estudio del apartamento del palacio apostólico que, previsiblemente, ocupará dentro de unos días. El Papa Francisco procuró mantener la atención de la gente, relacionando el tema evangélico del día, la misericordia de Dios, con historias de su vida eclesiástica. Contó una conversación mantenida hace años con una anciana, en su nativa Argentina. “Aquella abuela, como llamamos a las ancianas en mi tierra”, dijo, “quería confesarse”. Por improbable que resultara como pecadora, ella le aseguro que todo el mundo tiene pecados. Aunque no dudaba que sería perdonada. “¿Por qué está tan segura?, le pregunté”, siguió contando el Papa. “Porque si Dios no perdonara, el mundo no existiría’, me contestó”. Y a partir de ahí, bromeó el Papa: “Me quedé con ganas de preguntarle, señora, ¿ha estudiado usted en la Gregoriana”.

 

Los aplausos arreciaron cuando el Papa Francisco terminó su homilía, no precisamente breve. Muchos de las decenas de miles de personas que acudieron a la plaza de San Pedro para escuchar su primer ángelus’, no pudieron pasar de la Vía de la Conciliazione, desde donde siguieron su intervención a través de las pantallas de vídeo gigantes.

 

La falta de sincronización en el audio, duplicó de una forma molesta el discurso del Pontífice que, a tenor de los comentarios que se escuchaban ayer en la calle, parece haber conquistado al mundo, y especialmente a los italianos.