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Preservación del recurso ictícola: nuevos operativos de control sobre el río Paraná

Continuando con los controles referidos a la pesca, en esta última semana se realizaron recorridos en el río Paraná, esta vez en las costas del departamento La Paz. En una operación conjunta con personal de Prefectura Naval Argentina, inspectores de la Dirección de Fiscalización Agroalimentaria del Ministerio de Producción, efectuaron controles en la zona de reserva Curuzú Chalí, recorriendo los afluentes Boca del Indio, Arroyo Espinillo, Raigones y Arroyo Largo hasta la Laguna del Dorado.

 

Como resultado de este control de rutina, se inspeccionaron embarcaciones de pescadores deportivos y lugareños, retirándose tarros que eran utilizados en márgenes hídricos pertenecientes a la reserva Curuzú Chalí.

 

Se realizaron además recorridos desde La Paz hasta el puerto de Santa Elena, en el marco de las tareas de fiscalización, pero también con el objeto de tomar contacto con pescadores artesanales y lugareños para informar y evacuar dudas respecto a la reglamentación de la actividad pesquera, con un resultado satisfactorio en tanto los mismos conocían y respetaban la reglamentación vigente.

 

La actividad de pesca se encuentra regulada en la provincia por la ley 4892 y normativas complementarias; para el ejercicio de la actividad se debe contar con los permisos y/o licencias correspondientes, que pueden obtenerse vía on-line en www.entrerios.gov.ar/dgfa/cazapesca/aplicaciones/index.php  , o en las oficinas de la Dirección de Fiscalización sitas en calle España 33 de la ciudad de Paraná, de lunes a viernes de 7 a 13.

 

Al respecto, el director de Fiscalización Agroalimentaria, Juan Mansur, señaló que “la tarea fiscalizadora no es nuestro único objetivo, sino que desde el organismo buscamos también informar y fomentar la toma de conciencia sobre la explotación legal y permitida del recurso pesquero, garantizando el goce de la actividad y la preservación del recurso, patrimonio entrerriano y de nuestras futuras generaciones”.

 

Lo que se sigue sin decir…

 

Vamos a insistir en cada uno de los reportes oficiales que lleguen a nuestra Redacción… Un grupo de grandes empresas pesqueras argentinas y de países limítrofes -como Brasil y Paraguay-, se llevan diariamente de la costa entrerriana miles y miles de pescados recogidos en los ríos y arroyos pertenecientes al sistema del río Paraná.

 

Este negocio que, mueve miles y miles de dólares, es el causante de una crisis pesquera sin precedentes en el segundo río más importante de Sudamérica, después del Amazonas. Esto se explica porque esta práctica depredatoria recae sobre el Sábalo, base de la pirámide alimentaria de las 20 principales especies de valor comercial del Paraná.

 

Las redes gigantescas que “cuelan” los surcos de agua de nuestra región, están destruyendo el recurso natural sobre el que se asienta una de las escasas posibilidades de crecimiento con que cuenta el litoral: El turismo de las riberas.

 

Quien viva o haya visitado alguna comunidad de la costa en los últimos tiempos, seguramente habrá escuchado de boca de los lugareños una frase tan gráfica como alarmante: “Están colando el río”. Esas pocas palabras no hacen más que denunciar una práctica depredatoria que se está extendiendo en los ríos y arroyos del litoral argentino, y que tiene como principal destinatario al Sábalo, el popular habitante de las aguas del Paraná.

 

Un pequeño grupo de grandes empresas que industrializan y comercializan especies de agua dulce, llega diariamente a nuestras riberas en portentosos camiones frigoríficos, para llevarse miles de peces por jornada, burlando leyes que regulan la caza y pesca en territorio santafesino.

 

El mayor porcentaje de extracción recae sobre el sábalo, una especie de gran valor ecológico, que es el sustento alimentario del sistema íctico del segundo río de Sudamérica, después del Amazonas.

 

Esta progresión extractiva, que es el origen de un negocio que mueve alrededor de 50 mil dólares por día, ha derivado en una crisis pesquera sin precedentes en el litoral argentino, y anticipa la desaparición del Sábalo a corto plazo.

 

Los depredadores se valen de la necesidad y el conocimiento de pescadores artesanales y de gigantescas mallas fuera de medida, para recoger los frutos del río y distribuirlos en el mercado interno o para exportación. A este último concepto se destinan alrededor de 30 mil toneladas anuales, enviadas a Brasil, Bolivia, Colombia y África, vía Nigeria.

 

La renta del negocio pesquero se distribuye en otros puntos de la cadena de comercialización, por cuanto las familias que viven de la pesca cada día deben capturar más para tratar de sobrevivir. Entonces, cuando la captura se empieza a hacer cada vez más difícil, se producen fenómenos de exclusión importantes. Ello implica que pasarán a engrosar la población con necesidades básicas insatisfechas, y así se origina un fenómeno de ruptura social por el uso no sustentable de un recurso.

 

En resumen… la práctica depredatoria genera millonarias ganancias para pocos, en detrimento de la subsistencia de las comunidades ribereñas.

 

¿De quién es la responsabilidad de impedir que sigan depredando su población íctica? Los pobladores de la costa afirman que los controles no se hacen debidamente. Denuncian que circulan cargamentos enteros no declarados. Por ende, la actividad se ejerce ilegalmente.

 

La depredación que está devastando el recurso íctico del Paraná se inicia en las riberas de Entre Ríos y Santa Fe, y continúa en las rutas, por donde circulan los transportes frigoríficos que llevan cargamentos de sábalos y otras especies.

 

“Las empresas que están terminando con nuestros peces llegan a la costa, ponen pescadores y usan redes no autorizadas. Hay algunos que tiran más de mil metros de malla y utilizan unas brasileñas que son mucho más chicas, lo que hace que saquen pescados fuera de medida. Además del Sábalo, llevan surubicitos amarillos, todo lo que levantan”, cuentan expertos ribereños.

 

Las más perjudicadas con el exterminio de la población íctica son las comunidades costeras, que viven de lo que pescan. Los pescadores artesanales, la gente que está todos los días pescando, que pone su espinelcito y que forma parte del paisaje, ve resentida su economía, porque el recurso natural se acaba. No encuentran más el Sábalo, el Surubí, el Dorado; están desapareciendo las especies. Así, familias que toda su vida trabajaron de eso, que viven de la pesca, algunos hicieron estudiar sus hijos, hoy se encuentran con que este tipo de comercio ilegal que los está marginando, los está dejando sin su forma de subsistencia.

 

Hoy, las empresas que llevan pescado de nuestras costas le pagan a los pescadores centavos centavos por cada Sábalo de medida reglamentaria. La norma vigente impone un mínimo de 40 centímetros, pero la mayoría de las cargas tienen grandes porcentajes de peces hasta de 20 centímetros.

 

Conclusión… hacen falta mejoras legislativas muy importantes; hace falta armonizar la legislación de todas las provincias del litoral y con los países limítrofes; hace falta la incorporación de Santa Fe definitivamente al convenio con las provincias del noreste argentino y Paraguay; hace falta revisar y mejorar el sistema de multas que hoy son irrisorias, sobre todo para el control del sistema de acopio y transferencia hacia las grandes empresas. Sin hesitar, tenemos una legislación vetusta.