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Pese a que Patronato está haciendo un campañón… Ir al “Grella” ya no es tan lindo

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- Si bien la campaña de Patronato ayuda, de hecho robustece semana tras semana el sueño de llegar a Primera, el ir a la cancha implica un alto costo pero sobre todo soportar una actitud policial reprobable. Personal uniformado ubicado en el acceso de Grella y San Nicolás procede de manera poco cordial con todo aquel que acceda por allí sin tarjeta magnética. Como una especie de discriminación pero paradójicamente sin medir quién es quién. De modo inevitable surge la pregunta: ¿hay Servicio de Inteligencia en la Policía de Entre Ríos? ¡Hay una coordinación aceitada entre dirigencia y Jefatura Departamental?

 

La Policía debería discernir quién es quién. Patronato está inserto en el profesionalismo desde hace muchos, pero muchos años. Fue Nacional en el ’78, épocas en el cual reventaba el estadio, y luego, tras una etapa de frustraciones, reinició el camino rumbo a jugar entre los mejores.

Ya en el Siglo XXI se puso en la 2ª División del mejor fútbol americano y son varios años de Nacional B como para que la Policía de Entre Ríos sepa a esta altura QUIÉN ES QUIÉN en el acceso a la mítica cancha del Barrio Tiro Federal y Villa Sarmiento.

 

Pero no… Como si fuese un plan de desprestigio para el propio “Patrón”, hay uniformados a los cuales les encanta tratar mal a TODOS y meter en la misma bolsa a un “Barra” y a un sexagenario o más, o a un padre con sus “Cachorros”…

La conducta de la Policía entrerriana en el ingreso al mayor escenario del fútbol capitalino es condenable, y genera una imagen patética a la Fuerza, provocando rechazo en la Sociedad, justamente una Sociedad que busca mayor rigurosidad para con los “Barras”, identificándoselos y si es necesario impidiéndoles la entrada a quienes causan estragos; una Sociedad que pide a gritos SE-GU-RI-DAD.

 

Peculiarmente, los operativos policiales que crecen en número y costos, pero no en eficiencia. Los cacheos oscilan en un manoseo irrespetuoso, el trato es pésimo y se impide AL QUE SEA, no importa edad, tamaño, apariencia, entrar con cinto debiendo dejarse el mismo en una caja donde luego, si no salís 10/15 minutos antes, arriesgás a perderlo pues NO TE DAN NÚMERO IDENTIFICATORIO y tu cinturón se encuentra entre cientos de todos los tamaños, pero aparte, se aprecia a simple vista como -a la salida- hay muchachos que SE PRUEBAN (¡¡¡!!!) cintos y se los llevan… Todo en las narices de los policías a los cuales NO LES IMPORTA NADA.

 

Pero sí permiten que entren “trapos” al por mayor, banderas extensísimas, bolsas con DE TODO, y ni que hablar CÓMO SE ABREN cuando llega la ORIGINAL “Barra Brava”.

 

¿Monitoreos? ¿Cámaras de seguridad? ¡Ni hablar!!! TODOS los que quieren a Patronato, los hinchas DE CORAZÓN, los que NO GANAN NADA siendo simpatizantes, los que NO LUCRAN con el amor por la divisa “Rojinegra”, los que NO TIENEN PACTOS con nadie solo con sus Familias, su trabajo, y sus convicciones democráticas y/o religiosas, LOS QUE NO ESTROPEAN NINGÚN ESPECTÁCULO, saben CLARAMENTE, PERFECTAMENTE, quienes son los OTROS esos a los cuales la Policía pareciera tenerles miedo y por ello se APREMIA, se MALTRATA al espectador COMÚN que no tiene tarjeta magnética PORQUE lisa y llanamente NO LE DA EL CUERO PARA IR A TODOS LOS PARTIDOS.

 

Si sos plateísta o si tenés tarjeta para el acceso por el sector central de la tribuna de San Nicolás, hay una permisividad diferente.

Pero si tenés que entrar por la puerta de San Nicolás a pasos de Grella para después dirigirte a la tribuna del simpatizante NORMAL, el ingreso es TORTUOSO, como si fueses un DELINCUENTE y así, la Policía termina LEGITIMANDO la violencia.

 

El fútbol argentino necesita un cuerpo de policía especializada para asistentes a espectáculos deportivos. Si queremos vivir en un país con otra clase de convivencia, quienes cuiden de nuestra seguridad en un estadio de fútbol tendrán que ser personal formados, que no van a custodiar a delincuentes que van a robar un banco o a asaltar a una empresa en un operativo comando, sino a Barras que SÍ ESTÁN CADA VEZ MÁS FORMADAS PARA HACER UN TRABAJO PERGEÑADO CON TÁCTICAS Y ESTRATEGIAS LIGADAS A LA BELICOSIDAD.

 

Hasta se da que en el interior de las hinchadas se produce un fenómeno de segmentación novedosa, la construcción de grupos particulares identificados con nombres propios y organizados, con reparto de roles y funciones, con banderas propias, a partir de ejes identificatorios diversos, generalmente barriales, aunque en otros casos por razones más “aleatorias”.

Esta híper segmentación fractura las formas de soporte de la identidad, diseminándola en fragmentos en algunos casos irreconciliables.

 

La estigmatización que invoca el discurso de los hinchas militantes concibe a los “Barras” como sujetos “manchados” cuando la violencia se debe PROBADAMENTE a sus acciones en instancias determinadas de un espectáculo.

La percepción revela un juego paradójico de posiciones. Por un lado, no se entienden como actores violentos; y cuando experimentan la violencia se erigen en “víctimas” de un juego que no pueden dominar.

 

Asimismo, colocan como responsables directos a actores institucionales (la policía, la dirigencia deportiva); entienden las medidas represivas como parte de un complot destinado a saquear la pasión futbolística y entregarla como mercancía a la industria del espectáculo.

 

Pero por otra parten o vacilan en señalar a “los violentos”, o sea ellos mismos, como que “los que hicieron bardo son los negros que están locos por la merca o el alcohol”.

 

La violencia en el fútbol argentino resume en un enunciado una importante cantidad de posibilidades. Al decir “violencia en el fútbol”, usualmente no decimos nada, por querer decir todo.

 

En la Argentina, la violencia es una práctica que atraviesa la vida cotidiana, la política, la economía: no sólo el fútbol. Con formas más complejas y menos reconocibles que la política represiva de la última dictadura militar: fundamentalmente, la persistencia y agravamiento de esa forma máxima de la violencia social que es la exclusión, la expulsión del mercado laboral y del consumo, la privación de óptima salud y buena educación.

 

Los “Barras Bravas” se configuran a semejanza de los grupos de tareas paramilitares, fuerzas de acción para tareas ilegítimas mediante la violencia y la coacción, utilizados hasta por la Clase Política, revelando en sus acciones una práctica organizada y dotada de racionalidad operativa de tipo represivo.

 

Del otro lado… Todo el trato de la Policía hacia los hinchas consiste en provocaciones, bravuconadas, agresiones y vejaciones: la imposición de recorridos callejeros sin racionalidad organizativa, el cacheo humillante, las prohibiciones grotescas, por ejemplo, de periódicos, cinturones y encendedores.

 

El maltrato policial constituye una imagen del ciudadano como enemigo, agravada por la persecución sistemática y el ensañamiento contra los jóvenes de las clases populares, reputados culpables de cualquier incidente aun antes de producirse.

 

La violencia en el fútbol es un producto diabólicamente construido que hace que éste sea parte de un dispositivo más amplio de poder.

 

En cualquier lugar del mundo y en aquellos donde los derechos humanos son más respetados que en el nuestro, para concurrir a un espectáculo, debés estar sentado, identificado con nombre, dónde vivís, cuántos idiomas hablás y SOBRE TODO cuál es tu prontuario policial.

Es absolutamente insólito, absurdo, que NO haya una herramienta legal y tecnológica que les permita a las autoridades de Seguridad ejercer el Derecho de Admisión en plenitud y no ejercerlo “artesanalmente” como lo hace la Policía.

 

Por eso la individualización de los espectadores como condición elemental para la seguridad es un objetivo innegociable, irrenunciable e inminente.

Mientras no se pueda dejar en la calle al que no debe entrar, y mientras no se le venda una entrada al que se le pueda vender, cualquier expresión en materia de objetivo de seguridad será absolutamente una pérdida de tiempo y un reafirmar el riesgo constante, la inseguridad, o simplemente el PÉSIMO TRATO de policías para con el espectador COMÚN, ese que NO HACE LÍO.