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Medicamentos superan inflación: en la era Macri el Estado dejó de regular los precios

La inflación es uno de los principales problemas que actualmente azota a la Argentina. Desde los productos necesarios en el día a día hasta artículos como electrodomésticos, autos o computadoras, se trata de un fenómeno que atraviesa a todos los rubros. Y los medicamentos no se quedan atrás.

 

Según un estudio del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), los medicamentos aumentaron hasta un 284% desde noviembre de 2015 hasta julio del 2018. El informe fue realizado sobre más de 120 drogas de consumo masivo, en función al precio de venta a consumidor final, es decir, sin descuentos ni promociones.

Así, se registró un incremento promedio del orden del 130%, ya que algunos grupos de medicamentos subieron más o menos que otros. La investigación compara el porcentaje de aumento de los precios de los fármacos con la inflación de la Ciudad de Buenos Aires hasta la misma fecha, la cual acumula un 107%. De esta forma, el promedio de la suba en los precios de los medicamentos se posiciona alrededor de 22 puntos por encima de la inflación.

 

Encabezan la lista, según el estudio de la casa de estudios, los fármacos para patologías de la tiroides, que aumentaron un 284% en los últimos casi tres años. En segundo lugar se posicionan los broncodilatadores, con un 225% de aumento, seguidos por los ansiolíticos, que acumularon un 218%.

Por último, cabe mencionar que los medicamentos respiratorios subieron un 176% y los analgésicos, un 168%, entre otros. Esto implica que comprar un medicamento hoy puede llegar a ser hasta más de 200% más caro que a fines de 2015.

 

Actualmente, el precio de los medicamentos en Argentina está completamente exento de todo tipo de regulación por parte del Estado. Aunque su provisión está considerada un servicio público, no existe ninguna entidad estatal que controle este aspecto, ni si se condice con el índice de inflación anual o mensual.

Pero no siempre fue así. El protesorero de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), Ricardo Pesenti, explica que mientras Guillermo Moreno ocupó el cargo de Secretario de Comercio era esa cartera la que controlaba y aprobaba los precios de los medicamentos. Cada uno de los laboratorios presentes en el país debían presentar la lista y el funcionario tenía la potestad de aceptarla o no, para su posterior salida al mercado. Sin embargo, desde su partida del gobierno en el año 2013, el sistema comenzó a liberarse paulatinamente hasta llegar a la libertad total que existe en la actualidad.

 

El sistema de fijación de precios que hoy existe en Argentina es relativamente reciente y complejo. No es fácil de comprender, ya que funciona exactamente al revés que la mayoría de los rubros de venta de productos.

Antes de continuar, es importante tener en cuenta que en el país “hay un solo formador de precios de medicamentos, que son los laboratorios que los fabrican”, explica el farmacéutico Ricardo Pesenti.

 

Aclarar este punto es clave, ya que hasta hace poco tiempo era el Estado quien se encargaba de la regulación de los precios de los medicamentos. Así, todas las entidades estatales quedan fuera de la fijación de lo que cuestan los fármacos.

Una vez que el laboratorio fija el precio, ¿cómo llega a la farmacia? La respuesta es sencilla: “todos los precios se comunican a través de dos publicaciones, el Manual Kairos y el Manual farmacéutico”, agrega el Farm. Pesenti. A su vez, aclara que “las farmacias toman los precios de ambos manuales, a través de los sistemas de gestión -hay varios en el mercado, cada local puede elegir el que mejor se adapte a sus necesidades”.

 

En este sentido, es importante aclarar que a diferencia de lo que sucede con cualquier otro producto que se puede comprar en un almacén de barrio, en un shopping o en una casa de electrodomésticos, por citar ejemplos bien diferentes, “el precio de todo tipo de producto que entre dentro de la categoría de medicamento es único en todo el país, desde la Quiaca hasta Ushuaia”, indica el referente del sector.

 

Otro de los aspectos importantes es cómo evoluciona el precio a lo largo de la cadena, es decir, desde el momento en que sale del laboratorio hasta que llega a la mano del consumidor final. Una vez más, el proceso es al revés del resto de los productos conocidos regularmente. “El precio arranca en el PVP, es decir, Precio de Venta al Público, que es el que paga finalmente la persona que va a comprar a la farmacia”, señala el Farm. Pesenti.

Esto implica que cuando sale del laboratorio ya están contemplados los descuentos que se deben hacer en el número establecido para los distintos actores que ingresan dentro del proceso de distribución. “Desde ese momento, intervienen las distribuidoras, las droguerías y finalmente las farmacias”, amplía el protesorero de COFA. ¿Qué rol cumple cada uno de los actores mencionados? Tal como se estableció, el laboratorio es quien fabrica el producto, es dueño de la marca y es quien dice cuánto debe cobrarse por sus medicamentos. Las distribuidoras, por su parte, agrupan a los laboratorios y, a orden de ellos, tienen el trabajo de llevar los productos a las droguerías. Una vez que llegan a sus manos, son las droguerías quienes abastecen a las farmacias, por lo general cubren zonas específicas. Cuando una persona va a la farmacia, no tienen el artículo que busca y le dicen que “van a pedirlo y seguramente lo tengan para esa misma tarde o para el día siguiente”, es a la droguería a quien se le está haciendo el encargo.

 

Cada una de las entidades mencionadas se lleva una parte del precio final del medicamento, que ya está contemplada desde el momento cero; se trata de un margen de cobro por el servicio que han realizado. También es necesario considerar que “la farmacia también se lleva una parte del precio final de venta, conocida como honorario farmacéutico -como cualquier otro tipo de honorario-, que cobra por la dispensa del medicamento”, aclara el Farmacéutico Ricardo Pesenti. Es importante aclarar que, si bien para la persona que compra parece lo mismo que hacer cualquier otro tipo de venta, la realidad es que se trata de un servicio público, por lo que no es una venta y sí una dispensa.

 

Los impuestos son otro de los elementos fundamentales a tener en cuenta para entender cómo funciona la fijación de precios en el rubro. Cualquier artículo perteneciente a otro sector tiene el Impuesto al Valor Agregado (IVA) cargado más de una vez en su precio; es decir, cada uno de los actores que ingresa en la cadena desde que el producto comienza su fabricación hasta que llega a las manos del comprador, agrega el porcentaje de este impuesto en el precio que cobra. De este modo, el consumidor acaba por pagar un recargo mucho más alto que solo el costo de producción. Con los medicamentos la carga impositiva es diferente; “todos los productos tienen cargado el IVA solo en la salida del laboratorio, no en los demás eslabones”, aclara el referente de COFA.

 

Es importante tener en cuenta que todas las particularidades del mercado que se han detallado hasta el momento rigen para los regímenes de seguridad social, es decir, siempre que la persona compre a través de su prepaga o de su obra social. En este sentido, cabe señalar que “todos los convenios se hacen en base a los precios del Manual Farmacéutico y del Manual Kairos”, según explica el Farm. Pesenti. A su vez, agrega que el convenio de PAMI es el único que actualmente es 20% menor al del resto de las entidades de cobertura de salud.

 

Si bien la farmacia no puede trasladar ningún tipo de costo a los precios de los medicamentos que vende a través de este sistema, sí puede variar un poco los que vende de manera particular. Así, si bien el precio debería ser el mismo, es el único que tiene posibilidades de modificar.