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Juegos Olímpicos: Las Leonas quieren que la tercera sea la vencida

“¡La tercera es la vencida! ¡Vamos, Leonas!, finalistas olímpicas”. Luciana Aymar lanzó ese tuit todavía con sus palpitaciones a mil, después de seguir por la pantalla de TV el triunfazo por 2-1 de la selección femenina ante la India, que depositó a la Argentina en la final de hockey sobre césped ante los Países Bajos, este viernes a las 7.

El mensaje de Lucha en tono de deseo apuntaba a las dos finales perdidas anteriormente, aquella ante Australia por 3-1 en Sydney 2000, en el surgimiento de las Leonas, y frente a las naranjas por 2 a 0 en Londres 2012.

En ambos antecedentes, la Argentina no partía como favorita a la medalla dorada, y tampoco será en esta ocasión, en una definición de Tokio 2020 que se resolverá con penales australianos si hubiera un empate en los 60 minutos. Desde el momento en que pisaron suelo japonés, Carlos Retegui admitió la superioridad del conjunto neerlandés, campeón del mundo en 2018: “Están un escalón más arriba”. Y ya durante el torneo olímpico, el equipo dirigido por Alyson Annan confirmó su condición de máximo candidato.

En la primera rueda, arrasó en el Grupo A al imponerse por goleada a la India (5-1), Irlanda (4-0) y Sudáfrica (5-0), se quitó de encima a Gran Bretaña (1-0) –el equipo que lo había amargado en la final de Río 2016- y venció en su clásico europeo a Alemania (3-1).

Después, en los cruces finales, despachó a Nueva Zelanda (3-0) y a las británicas (5-1), hasta arribar a la final. Es temible por donde se lo mire, impulsado por el festival de goles de la especialista en córners cortos Frederique Matla (9 tantos en total) y Felice Albers (6).

En cambio, a las Leonas se les volvió todo bastante cuesta arriba, ya que perdieron en el debut ante Nueva Zelanda (3-0) y en el cierre de la zona frente a Australia (2-0). Dio un golpe de autoridad con Alemania en cuartos de final (3-0) y pudo salir de la maraña que le planteó la India, para revertir el resultado e imponerse 2-1.

Las Leonas anotaron la mitad de goles que sus contrincantes definitivos (13 contra 26), pero más allá de que pierden ante ellas en varios rubros, hay un intangible que las potencia: el envión anímico de haber arribado a la definición con garra, corazón y coraje.

El conformismo no figura en su diccionario y al mismo tiempo saben que llegaron más lejos de lo que se imaginaban, a juzgar por todos los déficits que atravesaron en la preparación.

Los Países Bajos son un equipo agresivo, punzante arriba y sólido atrás. No perdona un solo error. Además, vive de final en final, una selección acostumbrada a pelear por todos los podios. En cambio, la Argentina viene subsanando desajustes sobre la marcha y muestra un compromiso indeleble por la recuperación de la bocha, busca la fabricación de espacios y dispone de tres variantes de córner corto, entre Barrionuevo, Gorzelany y Raposo.

Son un grupo de amigas que se sobrepuso a factores que excedieron al hockey y que ahora se encuentra ante la gran chance de dar un golpe histórico, porque la medalla dorada olímpica en mujeres es una de las pocas cuentas pendientes del hockey femenino.

Veintiún años atrás, la situación era muy distinta. En Sydney 2000, aquella selección no interpretó un cambio de reglamento respecto de los Juegos anteriores y se desayunó con que no iba a arrastrar puntos para la segunda rueda, ya que solo les había ganado a rivales ya eliminados.

Entonces, se vio obligado a imponerse en los tres partidos siguientes y esperar una combinación de resultados. Cuando aquel conjunto dirigido por Sergio Vigil goleó 7-1 a Nueva Zelanda y avanzó a la final, festejó de manera desmedida. En medio de la euforia, las chicas sentían íntimamente que ya estaban hechas con haber arribado a la definición ante Australia y hablaban maravillas de Annan, la australiana que en su época de jugadora lideraba a las Hockeyroos.

Como estaba previsto, el mejor equipo del mundo de entonces se quedó con el oro al triunfar por un cómodo 3-1, mientras que las recién bautizadas Leonas se volvieron al país felices con la medalla de plata.

Londres 2012 presentó un panorama distinto. Las Leonas ya habían sido campeonas mundiales en dos ocasiones (Perth 2002 y Rosario 2010), se habían colgado tres medallas olímpicas y podían pelearle el partido final a los Países Bajos, aunque no era el favorito.

Se trataba de un seleccionado acostumbrado a participar en instancias cruciales, muy diferente a aquellas aventureras de Sydney, y contaba con un plantel de grandes figuras. Si bien aquel equipo de Retegui tuvo sus ocasiones de gol, al momento de la verdad, Carlien Dirkse van den Heuvel y Maartje Paumen –aquella brillante tiradora de córners- sellaron el 2 a 0.

En su cumpleaños N° 35, Luciana Aymar lamentó cómo se le escapó su última posibilidad de coronarse a nivel olímpico y terminó despidiéndose del seleccionado y del hockey competitivo dos años después, con la conquista del Champions Trophy de Mendoza.

La vigilia de estas Leonas en la Villa Olímpica estuvo matizada por la ilusión y la ansiedad. En esa miniciudad en donde confluyen la zona de la “herencia” de los Juegos Olímpicos de 1964 y la bahía, cada una miraba el reloj para salir a la cancha y enfrentar al rival más deseado.

Después de la victoria sobre Alemania, la arquera Belén Succi resaltaba la frescura de las más chicas, liberadas de cualquier tipo de presión y que no cargaban con la mochila de los últimos malos resultados en torneos grandes, como la eliminación en los cuartos de final de Río 2016 y el Mundial 2018.

La comunión de las jóvenes con las que suman partidos internacionales de a cien era la antesala para uno de los clásicos del hockey femenino en el siglo XXI. Muy difícil, al borde de la hazaña. Pero ninguna se resignaba de antemano en la cuenta regresiva hacia la gran final.

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