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Grafitis en Paraná: ¿Arte o vandalismo?

ESPECIAL, por Francisco Pancho Calderón.- El skateboard, el hip hop y los grafitis han coexistido desde los años ‘70 y ’80; hasta el punto que, es difícil pensar en uno sin asociarlo con los otros. Actualmente, muchos parques de skate del mundo sirven de santuarios para dicha autoexpresión, y nadie se queja de que sea vandalismo. Pero en una renovada Peatonal San Martín de la Capital provincial, sugiere deterioro.

Las personas que pintan grafitis se ven como artistas que se expresan mediante un lienzo público. Y la estructura de los grafitis (su material y sus técnicas) es la base de las expresiones artísticas urbanas más imaginativas, bonitas y emocionantes que existen, todas con la aprobación de los propietarios y de las comunidades.

Como es lógico, la idea de que la expresión artística pudiera considerarse vandalismo no está extendida entre los artistas que entienden al grafiti como “100 % arte” e inherente a un símbolo de rebeldía; presentando una nueva y fantástica forma de creatividad, claro que para el ciudadano común, un grafiti puede categorizarse como vandalismo o ‘garabato’; es un “parche” al azar en cualquier pared, banco o piso sin denotar significado alguno.

Se necesita hacer una distinción importante entre el grafiti y el arte urbano. Muchos artistas que pintan grafitis creen que la propiedad pública es el mejor lienzo para exhibir su obra sobre todo si manifiestan opiniones sociales o políticas, requiriendo planificación e imaginación, al contener elementos artísticos como el color y la composición, y que muchas veces abordan cuestiones de igualdad social.

Partiendo de esa base, el arte urbano es una extensión del grafiti y creemos que puede ser una herramienta para revitalizar los espacios públicos. En ese sentido, podríamos concebir que al aumentar el uso de diseños complejos y al introducir temas de inclusividad y respeto a la comunidad en general, el resultado del trabajo artístico minimiza intrínsicamente la probabilidad de vandalismo.

Sin embargo, surge una duda… Tal vez, la aceptación social del grafiti solo conllevará a que aquellos practicantes más subversivos vayan más allá de los límites y sean más extremos.

Como cualquier arte socialmente comprometido tiene que haber un propósito o una intención, tanto si es simplemente una expresión artística como una manifestación política, social, humorística o irónica.

Ahora bien… con esa tesitura, si toda la expresión humana es válida, le sigue la de que no hay un grafiti malo, pues si se han invertido tiempo y esfuerzo para que sea una pieza de arte bonita, abstracta o fascinante, entonces es una forma artística. Si es bueno o malo, eso lo decide el espectador, pero cualquier cosa es arte si tiene un significado para quien lo cristaliza.

Podemos discutir que la elección del espacio o superficie puede estar mal planteada o ser antisocial, pero el hecho de que exista sugiere que alguien intentó crear su huella. No obstante, la hostilidad hacia la expresión del grafiti puede empezar a parecer como algo culturalmente más problemático.

Más allá de su valor artístico, el gran problema siempre que se habla de si el grafiti es arte o vandalismo está en el lugar donde este se lleva a cabo.

Y si bien podría priorizarse que el grafiti reúna los requisitos propios del arte (originalidad, crítica social y alto valor pictórico), lo fundamental es concientizar a estos artistas a que realicen sus obras en espacios expresamente habilitados para el arte urbano o con el permiso del dueño de los mismos.

Por qué no, podríamos hasta sugerirles que apuesten por técnicas que no sean dañinas para el medioambiente. Tal es el caso de los llamados grafitis ecológicos, que sustituyen los aerosoles por pintura 100 % libre de productos químicos.

Limitarse a prohibirlos no es una opción válida y si se consiguiera que los gobiernos propongan conciliar la libertad de expresión de los grafiteros con el mantenimiento del patrimonio urbano, sería formidable.

La solución pasa, pues, por armonizar los intereses en conflicto y esto no implica solo delimitar espacios para el arte urbano, sino que también impulsar ello mediante talleres y concursos.

En definitiva, la cuestión de si el grafiti es arte o vandalismo depende principalmente del lugar donde este se encuentre.

Si el grafiti incide en un daño criminal, eso es asunto de la ley. Pero cuando se manifiesta, libera emociones y se ve tan llamativo y emocionante como lo pueda hacer el mejor arte, entonces los críticos no deberían confundir el “no me gusta” con el “es vandalismo”.

Concluimos… El vandalismo no es arte, no tiene sentido, no tiene belleza alguna, es una forma de violencia sin una comunicación social o artística expresada directamente. Hoy asistimos a un asedio de marranería y vandalismo que destruye la imagen pública de nuestro entorno.

Hay grafitis vandálicos que lo único que hacen es destrozar el área urbana, haciendo más desagradable la ciudad. El vandalismo mina la propiedad pública, causa contaminación visual.

Aunque es cierto que la revalorización del grafiti artístico representa un rescate del significado de la calle como lugar de intercambio comunicativo, no todo vale en el espacio de todos.

Es abrumador ver en Paaná el espacio público dedicado a estas firmas o acrónimos de un solo individuo o un grupo de personas, como inquietante el espíritu de competición en el número de grafitis al día.

La adrenalina de aquellos tiempos de las pintadas políticas en la clandestinidad, se transformó en un asalto a la Ciudad, en el desafío a la estética y culto a lo clandestino con capucha y spray, para conseguir el trofeo que inmortalice su pieza en las redes sociales con la obsesión de marcar su nombre y su ego.

Es posible que con una ordenanza de civismo la cultura del grafiti deje de ser un acto vandálico, integrado en un plan urbano específico. Mientras tanto… ¿Seguiremos aceptando comportamientos destructivo vinculándolos erróneamente al arte?

Si queremos una Paraná más bella, hay que saber cuidarla, preservarla y crear las herramientas imprescindibles para garantizar que quien proceda a un daño, se haga cargo. Arte sí, vandalismo no. La Municipalidad, su Poder Ejecutivo, Área de Cultura y Convivencia Ciudadana, Legal, Planificación, Servicios Públicos, y Cuerpo de ediles, tienen la palabra.

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