Maran Suites & Towers

Francisco y los inaplazables desafíos

El nuevo papa Francisco se ha distinguido por sus discursos denunciando la pobreza, la corrupción y lo que él llamaba “crispación” política. El primer papa latinoamericano siempre se ha mantenido fiel a la doctrina católica, mostrándose austero y reservado, pero representando la alternativa frente a los más ortodoxos del catolicismo argentino constituyéndose en heraldo misionero de la Compañía de Jesús, instaurando en su gestualidad, actitud y voz la moderación frente al más extremo conservadorismo, fijando una sana distancia con la burocracia vaticana. Como Sumo Pontífice asume la idea de una Iglesia más comunitaria, democrática, liberadora y ecuménica.

 

Por las venas del tejido eclesial circula, cada vez con más fuerza, la idea de una Iglesia más comunitaria, democrática, liberadora y ecuménica.

A Francisco lo esperan, ansiosos de cambios, 1.200 millones de fieles, esperanzados en  una revolución moderada, sin sangre ni levantamientos violentos, que salve a esta institución de la actual postración.

 

El primer paso lo ha dado el propio Benedicto XVI presentando su renuncia al Pontificado, un gesto turbulento y no por ello encomiable que ha causado un enorme impacto en el mundo. Si el Papa ha sido capaz de romper una tradición de 600 años, ¿por qué no va a poder la Iglesia romper con una inercia de gobierno y de vida que la deja indefensa ante el mundo y le resta capacidad de acción?

 

El gesto de Benedicto XVI es enormemente paradójico. Implica mucho valor y mucha libertad personal. Tiene una gran carga progresista. Y, sin embargo, el pontificado de Joseph Ratzinger ha estado marcado por una reforma muy criticada por los sectores progresistas.

 

Por ende, hay una larga lista de aspectos a cambiar, entre ellos algo tan simple como una mayor flexibilidad en la liturgia y hasta en el Derecho Canónico, contemplando las peculiaridades, las particularidades de cada continente con sus peculiaridades y problemas propios, tanto en la vida familiar como en la eclesiástica, manteniendo las esencias pero adaptándose más a la realidad del mundo moderno.

 

También en el plano doctrinal, la Iglesia se enfrenta a interpretaciones muy diferentes de lo que es la esencia del cristianismo. Mantener el equilibrio entre las diferentes fuerzas, tendencias, intereses, poderes y contrapoderes parece una tarea ímproba. Los problemas son muchos y no hay persona humana que pueda afrontarlos con éxito, más allá de la férrea conducta que dispone Francisco en cada paso dado en su vida.

 

Aprehender, captar, comprender, interpretar la coyuntura global de la modernidad es un tema punzante. Las sociedades tienen que afrontar tremendos problemas económicos, políticos, éticos. Querer reconquistar moralmente la modernidad, mediante un tono duro, rígido, intransigente o recalcitrante no conduce a ninguna parte.

 

La preocupación por la unidad debe ser la regla de oro de la enseñanza de la Iglesia. Dicha inquietud debe estar supeditada a la preocupación por la verdad, para dejar vía libre a toda la diversidad y complejidad de ideas sobre un gran número de cuestiones.

 

De allí que para Francisco bregar por estar y caminar juntos incluso en las diferencias no superadas será primordial, esgrimiendo la regla práctica de hacer todo lo que podamos por la unidad y dejar al Señor lo que sólo el Señor puede hacer, pasando el nuevo Santo Padre de la teoría a la práctica y dar pasos reales con ortodoxos, protestantes y anglicanos hacia el ecumenismo real.

 

Recuperar la credibilidad social será una de las batallas trascendentales. La Iglesia, herida por el escándalo de la pederastia y de los abusos cometidos por las manzanas podridas del clero en todo el mundo,, deberá seguir manteniendo un estricto control de los eventuales casos de abusos, una transparencia total y una colaboración absoluta con las autoridades civiles.

 

El capítulo, todavía irresuelto, de los escándalos de abusos sexuales, que la acosan desde principios del tercer milenio, ha sido agitado también de forma interesada por muchos sectores enemigos de la institución. Por ello se debe clarificar, transparentar, caiga quien caiga. Solo así se podrá recobrar, reconquistar, la fe, la creencia, dilapidada.

 

Como no se puede obviar el imprescindible, imperioso, insoslayable análisis que debe instrumentarse acerca del funcionamiento de la banca vaticana, que maneja bienes por valor de 7.000 millones de euros, en 33.000 cuentas que en más de un 60% pertenecen a personas o instituciones religiosas, funcionando a la vista del mundo como si el Estado vaticano fuera un paraíso fiscal.

 

Los problemas relacionados con la estructura interna del Vaticano que es, a fin de cuentas, un Estado político, pueden parecer secundarios. Pero no lo son, porque gravitan sobre la institución, en la medida en que el mensaje del cristianismo se basa en el ejemplo. El buen ejemplo…

 

La elección del nombre Francisco es muy significativa. Es un nombre que nunca antes había sido elegido y evoca sencillez, testimonio evangélico recordando a misioneros como San Francisco de Asís, San Francisco Javier y San Francisco de Borja.

 

Fue una señal de gran espiritualidad pedir la bendición del pueblo para él, antes de dar la suya; una espiritualidad loable. Hay que notar, además, su sentido pastoral de relación con la diócesis de Roma, que es la diócesis del Papa y la elección de rezar las oraciones más sencillas de la Iglesia en un momento como éste con el Pueblo de Dios.

 

Con Francisco, América Latina, adquiere el protagonismo que le corresponde en la Iglesia y logra la merecida y justificada visibilidad. Por primera vez en la historia del cristianismo el Tercer Mundo adquiere la justificada visibilidad, se coloca en el centro de la escena eclesial y se hace presente en el Vaticano, que en épocas anteriores apenas le prestó atención y en algunas ocasiones se mostró beligerante con él.

 

En América Latina se hizo realidad de manera ejemplar la Iglesia de los pobres, siguiendo la orientación de Juan XXIII. El nuevo Papa es buen conocedor de dicha Iglesia y, a través de sus responsabilidades pastorales, ha participado en su desarrollo. Esto permite albergar la esperanza de que desde el Vaticano aliente el compromiso por la liberación de las personas, de los grupos humanos, de los pueblos latinoamericanos y de los países del Tercer Mundo sometidos a la explotación del Primer Mundo.

 

El nombre elegido, Francisco, el primero que utiliza un Papa, muestra su intención de seguir el espíritu de Francisco de Asís renunciando a todo tipo de ostentación y caminando por la senda de la pobreza y, así, hacer más creíble el mensaje de las Bienaventuranzas, que constituye la mejor herencia de Jesús de Nazaret y es la carta magna del cristianismo, con frecuencia olvidada y apenas puesta en práctica.

 

Francisco se apoyará seguramente en las fuerzas eclesiales vivas que miran al futuro y trabajan por otra Iglesia posible en el horizonte de los movimientos sociales comprometidos en la construcción de Otro mundo posible.

 

Francisco es jesuita y los jesuitas se caracterizan por el servicio a la Iglesia recogiendo todos los carismas que el Señor nos da, allá donde se necesitan, pero intentando evitar los puestos de poder. Sin hesitar que esta elección asume el significado de una llamada al servicio, una llamada fuerte y no una búsqueda de poder o de autoridad.

 

Debemos convencernos que tenemos un Papa que quiere servir. Que está convencido en que si la Iglesia permanece cerrada en sí misma, autorreferencial, envejece.

 

La Iglesia, necesitaba un bombero que apague gravísimos incendios, como un albañil, alguien que lograra apuntalar las ruinas y esperara a que vinieran mejores tiempos para volver a alzar el vuelo.

 

La nueva Iglesia de Francisco, El Evangelizador, necesita un Papa fuerte, un Pontífice capaz de reformar la Curia, organizar los ministerios del Vaticano para hacerlos más eficaces, limpiar la podredumbre, impulsar el diálogo con el Islam, afrontar de una manera valiente el papel de la mujer en la Iglesia y la postura oficial ante la bioética.

 

No lo duden hermanos, amigos… Francisco será un pastor que anuncie el Evangelio y la misericordia; un buen pastor capaz de dar la vida por sus ovejas.