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Francisco: “El paciente es siempre más importante que su enfermedad”

El pensamiento del Papa se dirige a los numerosos “testigos de la caridad” que encuentran los enfermos en su doloroso camino y los que se acercan, que vierten “el aceite de la consolación y el vino de la esperanza” sobre sus heridas.

Francisco recuerda que la Jornada, instituida por San Juan Pablo II, por la emergencia sanitaria se celebrará en la Basílica Vaticana y no en Arequipa en Perú y que sigue siendo una oportunidad para concientizar, hacer balance de lo realizado y lo que falta hacer en el acompañamiento pastoral de los enfermos “para que vivan el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado”.

Misericordia: maternidad y paternidad juntas

Reflexionando sobre el tema elegido, el Papa nos invita a dirigir nuestra mirada hacia Dios “rico en misericordia”, “fuerza y ternura juntas”. “Por eso podemos decir que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la maternidad porque nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre, siempre deseoso de darnos nueva vida en el Espíritu Santo”.

Mirando la misión de Jesús que curó a tantos enfermos, el Santo Padre recuerda el aislamiento que siente una persona cuando “experimenta la fragilidad y el sufrimiento en su propia carne debido a la enfermedad”, viviendo con el corazón abrumado por la angustia y el miedo.

El pensamiento del Papa se dirige a los numerosos enfermos que en tiempos de pandemia “vivieron la última parte de su existencia en la soledad de una unidad de cuidados intensivos, ciertamente atendida por generosos trabajadores de la salud, pero lejos de los seres queridos más cercanos y las personas más importantes de su vida terrenal”.

En este desierto florecieron los “testigos de la caridad de Dios”, hombres y mujeres capaces de consolar simplemente con su presencia.

La misión de los trabajadores de la salud

Francisco se dirige a “médicos, enfermeras, técnicos de laboratorio, asistentes y cuidadores de los enfermos, así como a los numerosos voluntarios que donan un tiempo precioso a los que sufren”.

“Queridos agentes de la salud, su servicio junto a los enfermos, realizado con amor y competencia, trasciende -escribe el Papa- los límites de la profesión para convertirse en misión”.

Manos que tocan “la carne sufriente de Cristo” y que “pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre”. Sea consciente de la gran dignidad de su profesión, así como de la responsabilidad que conlleva”.

Los enfermos, más importantes que la enfermedad

Si bien reconoce los importantes avances de la ciencia y la tecnología en el campo médico, el Papa recuerda que es necesario no “olvidar la singularidad de cada paciente, con su dignidad y debilidades”.

“El paciente es siempre más importante que su enfermedad, por eso cualquier abordaje terapéutico no puede separarse de la escucha del paciente, su historia, sus ansiedades, sus miedos”. Si no se puede curar, se puede consolar. De ahí la invitación a promover cursos de formación para operadores basados en la escucha y las relaciones.

Las “posadas del buen samaritano”

La atención del Papa se dirige también a los lugares de atención que las comunidades cristianas abrieron en todos los rincones del mundo, gracias a los numerosos misioneros que acompañaron el anuncio del Evangelio con la construcción de hospitales. Esas “posadas del buen samaritano” son “obras preciosas a través de las cuales tomó forma la caridad cristiana y se hizo más creíble el amor de Cristo, atestiguado por sus discípulos”. Pero, admite el Papa, en muchos países aún queda mucho por hacer, el tratamiento sigue siendo un lujo. “Así lo atestigua la escasa disponibilidad, en los países más pobres, de vacunas contra Covid-19; pero más aún la falta de tratamiento para patologías que requieren medicamentos mucho más sencillos”.

Escuchando el llanto de los que sufren

En este escenario es importante reafirmar la importancia de las instituciones sanitarias católicas, “un tesoro precioso que hay que cuidar y mantener”, y reconocer la labor de muchos fundadores de familias religiosas que “supieron escuchar el grito de hermanos y hermanas sin acceso a cuidados o maltratados e hicieron todo lo posible en su servicio”. Una presencia que es una bendición en una época dominada por la cultura del descarte, donde la vida no siempre es reconocida como digna de ser acogida y vivida.

Otro aspecto a destacar es el de la pastoral de los enfermos: “No podemos dejar de ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y maduración en la fe”, subraya el Papa. Todos estamos llamados a la cercanía, “¡cuántos enfermos y cuántos ancianos viven en casa y esperan una visita!”. Francisco nos invita, por tanto, a rezar “por todos los agentes sanitarios para que, ricos en misericordia, ofrezcan a los pacientes, junto con los cuidados adecuados, su cercanía fraterna”.+

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