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En la Argentina de Milei ya es inocultable la concentración de la riqueza para ciertos sectores

ESPECIAL, por Francisco Pancho Calderón.- Mientras millones de argentinos atraviesan un presente económico desolador y observan el futuro con profunda angustia, la concentración extrema de la riqueza reafirma una injusticia social lapidaria que torna preocupante lo por venir. El patrimonio de los ultrarricos creció a un ritmo mayor que el bienestar de la población general y ello genera un clima enrarecido en la fragmentada sociedad, de modo esencial en los estratos más desfavorecidos.

La ortodoxia neoliberal pareciera incapaz de ver que la concentración excesiva de la riqueza es nociva no sólo por razones éticas, sino también económicas.

Mientras el Gobierno y Oposición nacional se fraccionan con peleas pueriles, no se discierne que el objetivo esencial de Javier Milei y su Gabinete debe ser la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores, erosionado por una camarilla cínica que se autoasigna percepciones principescas mientras condena a los trabajadores a la pobreza, alegando que pagar salarios acordes con los derechos humanos tiene efectos desastrosos para los propios empleados.

Los defensores de matar de hambre a los trabajadores presentan argumentos contradictorios para mantener los salarios artificialmente bajos: por un lado, pretenden engañarnos con que aumentarlos sin un incremento correspondiente en la productividad crea desequilibrios macroeconómicos graves, el primero de los cuales sería un efecto inflacionario que anularía el alza salarial y afectaría al poder adquisitivo de toda la población.

También es real, innegable que durante la época macrista los sueldos fueron dinamitados en términos reales a través de una política de contención salarial destinada a atraer inversión extranjera mediante el sacrificio de la inmensa mayoría de los asalariados.

Eso trajo sus consecuencias paupérrimas y llegó Alberto Fernández a remarla en dulce de leche repostero, incluyendo pandemia, guerra Rusia-Ucrania, inédita sequía y sus propios errores, sus particulares negligencias u omisiones, sus opuestas propuestas en la Cartera económica, más una interna insostenible con el salvaje Cristinismo que erosionó al máximo su credibilidad ya tan cuestionada por la absurda y lógicamente repudiable Fiesta de Olivos en pleno encierro del Pueblo.

Hoy, con Javier Milei a la cabeza, se avizora la destrucción de la planta productiva nacional, profundizando la imagen de un país clasificado como potencia manufacturera.

Nuestro presidente y empresarios deberían priorizar la dignificación de las condiciones laborales, lo cual no afecta al crecimiento y a la estabilidad macroeconómica; por lo cual es evidente que el camino a seguir consiste en elevar el salario mínimo, impulsar que este aumento se haga extensivo a todos los asalariados que perciben ingresos mayores, -pero claramente insuficientes-, e integrar a la economía formal a la enorme masa de trabajadores que no se benefician de estos avances por encontrarse en la informalidad.

Claro está… mejorar los niveles de ingreso de la población requiere una matriz productiva más diversificada y compleja, que amplíe de manera continua la participación de los sectores más dinámicos en materia de productividad y que pueda retribuir mejor al trabajo, al mismo tiempo que contribuya a una menor exposición a crisis externas.

Ambos objetivos –mejores salarios y menor fragilidad externa– deben estar coordinados para procurar que eventuales mejoras salariales puedan ser sostenidas en el tiempo sobre la base del achicamiento de las brechas externas de productividad.

Del mismo modo, es obvio acentuar que, si bien la trayectoria de la productividad de una economía está determinada por una multiplicidad de factores, estos pueden resumirse sintéticamente en dos componentes: la dinámica de la productividad laboral de cada uno de los sectores que la componen y la participación de cada sector en el empleo total.

Dado que los niveles de productividad laboral suelen ser marcadamente diferentes entre actividades productivas, sobre todo en economías en desarrollo, el desplazamiento de personas ocupadas entre actividades económicas afecta a la productividad agregada. Si ganan terreno las actividades de menor productividad relativa, como ocurrió en las últimas décadas a nivel global, con una participación creciente en el producto y el empleo de los servicios de baja productividad (como el comercio, la construcción o el empleo en casas particulares), la productividad agregada de la economía tiende a reducirse.

Por el contrario, un mayor peso en el empleo de sectores de productividad elevada genera una trayectoria de crecimiento de la productividad agregada para la economía.

Sostengo… La evolución de la productividad resulta decisiva desde una perspectiva macroeconómica, tanto por su relación con la dinámica salarial y distributiva como por su impacto en el sector externo de la economía.

La tendencia al deterioro de la competitividad solo puede revertirse de manera progresiva mediante acciones de política industrial y tecnológica que permitan la transformación de la matriz productiva e incrementen de manera sostenida la productividad, propiciando la expansión y diversificación de los productos y mercados de exportación.

Esto supone un conjunto de esfuerzos para promover un cambio en la estructura productiva que favorezca la creación de empleo en sectores de mayor productividad, así como la búsqueda de mejoras de la productividad en el interior de las firmas.

La necesidad de transformar la estructura productiva no solo radica en la búsqueda de una mayor competitividad externa.

Los cambios regresivos en la estructura productiva (reflejados en el peso creciente de los sectores de baja productividad en la producción y el empleo) redundan en una mayor incidencia de empleo de baja productividad y remuneración, en comparación con la que podría derivarse de una estructura productiva que incorporase progresivamente a sectores más complejos.

Ya basta de holgazanear presidente… Cierre la etapa adolescente/juvenil de estar con el celular posteando necesidades, histrionismo. mordacidades… Pare un poco con los viajes para adular a personajes nefastos como un niño que conoce personalmente a sus ídolos y balbucea emocionado que los venera.

Se pueden hacer contactos vía zoom, meet, etc, etc… En plena pandemia, reconocidas plataformas nos permitieron estar enlazados con el mundo. ¿Sabe cuánto ahorraría e invitaría a los demás mandatarios de las provincias a imitarlo?

Milei exige austeridad, dice que #NoHayPlata pero ya ha tomado varios vuelos para distintos puntos del planeta e inclusive ha generado gastos desmesurados por custodia innecesaria al ir a verla dos veces al teatro a su ex novia Fátima Florez, con todo un batallón de “aplaudidores” contratados para que no haya “odiadores” o tan solo ciudadanos indignados.

Ni hablar de las fastuosas recepciones a funcionarios del mundo “amigos”, el regimiento de trolls o las polémicas designaciones, e inclusive ascensos de rangos y de sueldos para sus allegados más íntimos…

De el ejemplo presidente. Gánese aplausos por beneficiar al Pueblo y no a La Casta de la cual tanto habló y al final, lo único que hizo fue fortalecerla…

Hay por delante más de 3 años y medio para rectificar el rumbo. No lo voté, y aún así apelo a la esperanza en que pueda tener el intelecto sano para darse cuenta que está llevando a la República a un caos social indescriptible.

Ud. convenció a nuestro gran tesoro: la juventud. No los defraude, que son quienes en menos de 4 años pueden reelegirlo para continuar una senda de progreso si es que se lo propone. Piense, repiense, todo lo que puede ganar si deja de tuitear y se pone a gobernar, si deja de odiar y se pone a reconstruir la Nación.

Cumpla con lo que prometió. Hágase cargo. Gobierne Ud. y deje de decir que Karina es “La Jefa”. Sea digno mandatario. Hágase hombre, madure, crezca que necesitamos a un líder incuestionable. Millones de argentinos no queremos más Oficialismo y Oposición, tan solo deseamos vivir en paz, sin tanta angustia, sin tanto dolor, sin tanta injusticia.

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