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El periodismo no está muerto… Pero sí en terapia intensiva

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- No podemos negarlo… Estamos inquietos, preocupados por el futuro del periodismo en la sociedad de la información ciudadana espontánea. ¿Seremos una especie de dinosaurio en extinción? No es una visión apocalíptica, pero el Cuarto Poder se derrumba. En especial, la prensa escrita padece una crisis con múltiples y enmarañadas causas, gestándose una clara metamorfosis hacia un modelo desprofesionalizado.

 

La revolución que internet creó en lo inherente a generación y consumo de información es tema de análisis en cuanto al deterioro en la imagen periodística, pero es imprescindible evaluar antes:

-las luchas políticas y económicas con intereses espurios, esencialmente manipuladas por grandes grupos de comunicación concentrados en pocas manos;

-el modo de vida apresurado, precipitado, de excesivo apremio que resta tiempo para la observación, la reflexión y lo suple por una necesidad de información básica cuya máxima expresión son titulares y acápites;

-una sociedad globalizada donde las noticias se engendran en cantidades y velocidades inconmensurables, a pura vorágine;

-ello conlleva una presión indefectible sobre los márgenes que llevan a estrujar el tiempo que los periodistas y las redacciones pueden dedicar a la elaboración de los contenidos;

-unos sueldos escuálidos y unas condiciones de trabajo que liquidan toda aspiración de potenciar talento;

-el reclutamiento de personal sin la erudición imprescindible, sin la idoneidad insoslayable, sin la actitud ineluctable, producto de la pésima oferta salarial como de la calidad teórico-práctica con la cual egresan los nuevos comunicadores de las universidades;

-el adoctrinamiento de medios tradicionales a los poderes económicos y políticos que los sostienen;

-la poca credibilidad de los medios.

 

En lo inherente a las nuevas tecnologías hay varios aspectos a justipreciar, que son vértices de un mismo y complicado entramado:

-el acceso a la información en pequeñas cápsulas adaptadas a los tiempos y los medios de acceso disponibles;

-la inmediatez como valor de la noticia, incluso ya por encima de la veracidad o la riqueza conceptual de la misma;

-la lectura en dispositivos electrónicos que incuestionablemente están todavía lejos de llegar al confort de lectura del papel tradicional y provocan el “escaneo” de contenidos sin asimilarlos;

-la híper textualización que ocasiona ir saltando de contenido a contenido sin profundizar en ninguno de ellos;

-las redes sociales, los blogs que se han convertido en verdugos del periodismo original/tradicional tal y como lo hemos conocido hasta principios de este siglo.

 

El dejarse llevar por la inminencia, por lo llamativo de un titular ha promovido una sociedad consumista de “información superficial”, por sobre el periodismo contrastado y de investigación, dándose carta de autenticidad a todo aquello que ha corrido como reguero de pólvora, de contacto en contacto.

 

Así confrontan un periodismo tradicional en decadencia, insostenible e incapaz de dar con la muy difícil solución de sus problemas o conflictos varios, y uno que denominamos “Ciudadano” el cual emana del propio consumidor de contenidos, lo cual le da una vitalidad diferente.

 

Éste último se ha instalado de modo consistente ejerciendo un papel de inspector independiente y censor de los poderes del Estado, y constituye indirectamente una cadena de transmisión de los anhelos de la Sociedad Civil.

 

Además, paradójicamente, los mismos medios alientan a los pseudo periodistas para que envíen a través de las Redes, fotografías o filmaciones de los sucesos que antes eran cubiertos por cronistas, corresponsales o enviados especiales.

 

El periodista comenzó a perder ese lugar especial que tenía, dado que en esta nueva sociedad de redes, cada ciudadano pasa potencialmente a ser productor de contenidos, y a proveerse él de los datos que precisa.

 

Debe interpretarse con sabiduría, discernirse con eminente cognición, que la famosa y mítica primicia, de la cual todo periodista se enorgullece, ya no vale nada. La noticia está tan al alcance de la mano, por las múltiples plataformas de acceso, y así la profesión de periodista parece ornamental.

 

Lo que poco se propugna desde los propios medios “serios” es que toda sociedad estable requiere de un periodismo profundo, de investigación e independiente que se instituya y se conserve como ese Cuarto Poder que controla a los tres poderes tradicionales y que hace de contrapeso ante los abusos que se puedan hacer del Sistema.

En cambio, el periodismo Ciudadano es un complemento útil, tal vez necesario, pero no suficiente por sí mismo y muchos años deberán pasar para acreditar su veracidad.

 

Hoy, en la abrumadora cantidad de información que la Red aporta, se valúa un mix confuso de verdades con mentiras, calumnias con denuncias ciertas, injurias con críticas fundadas, rabietas con protestas cívicas. Ello otorga beneficios al periodista “de pura raza”, o sea… la falta de consistencia en cuanto a seriedad y responsabilidad de la divulgación, otorga más certezas al periodismo tradicional, pero si esta columna vertebral de la comunidad no logra re-cimentar su trascendencia, su preponderancia, corre el riesgo de colapsar y que la sociedad se derrumbe con él.

 

El periodismo no está muerto, sólo la visión tradicional que tenemos de él, y de la que nos cuesta despegarnos.

Todo el mundo parece estar capacitado para contar qué y cuándo está pasando algo. Pero muy pocos sabrían explicar qué, cómo y, sobre todo, por qué está pasando. Esa es la responsabilidad del periodista profesional, frente a quien se conforma con decir que hay una amenaza indeterminada y siembra el caos, sin ninguna responsabilidad.

 

El buen periodismo exige criterios profesionales, responsabilidades éticas y normas para convivir con la actualidad, aunque seamos reacios a aceptar normas para el ejercicio de nuestra profesión, invocando constantemente que la libertad de expresión es un inmenso campo sin puertas.

Por añadidura, debe primar el dogma concomitante a que a diferencia del resto de los ciudadanos, el periodista tiene un compromiso con la verdad, la diferenciación entre información y opinión, la verificación de las noticias y las normas éticas que le incumben.

 

Todos los profesionales que han pasado por algunas de las aulas en las que se han impartido lecciones relativas a Comunicación Social han aprehendido dos cosas fundamentalmente: el rigor ético que debe acompañar al profesional y la formación técnica, que es imprescindible para el ejercicio del periodismo.

Claro que, necesita imperiosamente de una revisión y una reconversión habida cuenta que la sociedad necesita periodistas comprometidos, analíticos, independientes, que investiguen, y ello a la vez requiere de tiempo, recursos y motivación.