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El gobierno debe recaudar, pero no olvidar sus obligaciones

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- Leer y/o escuchar a algunos dirigentes de entidades rurales que nuclean a propietarios de monumentales extensiones de campo, fijando sus posturas sobre el impuesto con el cual deben cumplir, reconduce inevitablemente a un evocar aciagos tiempos de los señores feudales, o peor aún, a la maldita y nefasta época de la esclavitud. Ahora bien… ¿Cumple el gobierno con sus obligaciones, con sus deberes, con sus acuerdos?

 

Son los ruralistas, junto a industrialistas, empresarios, prósperos comerciantes, profesionales de diferentes esferas, entre ellas hasta del deporte, y políticos quienes deberían dar el EJEMPLO en el cumplimiento de sus deberes tributarios. NO HAY DUDAS.

No es “quitarle al que mas tiene” para darle al que “menos posee”, es simplemente discernir y sí, discriminar, adecuadamente, equilibradamente, el reparto de contribuciones con qué  se debe cumplir para que un Estado funcione pues -gracias a dicha partición- se puede invertir en aspectos prioritarios como obras viales, la educación, la salud, la impartición de justicia y la seguridad, el combate a la pobreza y el impulso de sectores económicos que son fundamentales para el país.

 

Claro que el ida y vuelta debe ser equitativo. O sea, a la hora de pagar o de mantener el equilibrio ESTATAL, el Gobierno debe también  actuar como PARADIGMA. De lo contrario es una arbitrariedad, es injusto, y contradictorio, un “haz lo que yo digo… pero no lo que yo hago…”

 

Saliendo por unos segundos de la coyuntura rural. ¿Es justo que se exija cumplimentación tributaria a humildes Monotributistas cuando -por ejemplificar- no se renuevan Contratos en algunos casos de manera tan inesperada como injusta, inexplicada, y en forma lesiva?

 

¿Es justo exigir a PEQUEÑOS “proveedores” del Estado tengan sus “números” impecables cuando NO se les regulan pagos en tiempo y forma lo cual produce un desfase grave ya que el abastecedor también debe recaudar para subsistir y cumplir sus compromisos?

 

Por ende, se da un círculo vicioso que confluye en un cortocircuito innecesario y que el perjuicio sea mutuo ya que INDUDABLEMENTE cumplir con las obligaciones tributarias implica CLAROS beneficios para la sociedad. De eso no queda la MENOR DUDA.

Pero si uno NO PUEDE plasmar ese deber tributario pues ya no sabe CÓMO SOBREVIVIR ante un desfase profundo en sus ingresos-egresos, y hasta el Estado es responsable principal de dicha adversidad por acciones u omisiones de GESTIÓN, el panorama varía insondablemente.

 

¿Cómo EXIGIR el Estado cuando NO CUMPLE con sus compromisos?… ¿Cómo pedir Libres Deudas a sus proveedores cuando en algunos casos no se les paga desde agosto del año pasado, o lapsos mas dilatados?…

O más delicado, ¿cómo adoptar una decisión rigurosa a través de su flamante Órgano Recaudador cuando el propio gobierno no renovó acuerdos de manera incomprensible con ese agente al cual SÍ AHORA SE LE EXIGE cifras “en blanco”??? Suena a BURLA.

 

Los problemas “de caja” provocan de manera inequívoca el buscar la manera de aumentar los recursos fiscales como lamentablemente, ante el aprieto, dictaminar extemporánea y poco creativamente disposiciones las cuales -es evidente- carecen de diálogo e intercambio de ideas fecundo, ecuánime, con quienes deberán asumir y/o soportar sustanciales variables o cambios en sus obligaciones tributarias.

 

De más está decir que, no está mal que los grandes propietarios, paguen proporcionalmente más. No es descabellado, y resulta coherente con los rendimientos económicos actuales. Si han crecido los impuestos que abonan los consumidores también debe procederse al  cobro de mayores tributos a la riqueza, propendiendo así a redescubrir una sociedad equitativa y equilibrada.

 

Aunque, así como comprendemos  y/o compartimos que los gobiernos provinciales puedan reajustar sus valuaciones, deben meditarse paralelamente otras medidas que favorezcan al campo.

 

Creemos que es dañino un radical, contundente, y alocado o desconsiderado incremento del impuesto rural pues seguramente provocaría un duro golpe para el equilibrio presupuestario del productor, atentando contra sus posibilidades productivas y de inversión, lo que disminuiría a su vez la posibilidad de desarrollo de las poblaciones rurales.

 

Por lo tanto, no avalamos la presión impositiva si es confiscatoria, y sí apoyamos que se debe respaldar la actividad rural pensando en un país federal en serio en el que los gobiernos provinciales reciban los ingresos que les corresponde por parte del gobierno nacional, y que a la vez administren adecuadamente los recursos de todos.

 

Ahora bien… una “rebelión fiscal” es ABSURDA. Una conducta ILÓGIC A, IRRACIONAL, INCOHERENTE. Sí es criterioso, si es mesurado, adoptar medidas PROGRESIVAS. En eso estamos de acuerdo.

Suena a despotismo, a arbitrariedad, arrogar resoluciones abruptas e inconsultas. Y en esto debe recapacitar el Estado. Hubo un Pueblo que lo votó. Ese Pueblo, el Soberano, merece una consulta en cuanto a algunas decisiones que pueden llegar a afectarlo.

 

En algunos casos, como los grandes terratenientes, los grandes pooles, dan vergüenza con sus negativas rotundas y los lobbys que realizan, buscando de manera egoísta rentas más altas en forma permanente, pero creemos que los cálculos modificatorios a introducir por el Estado tampoco deberían promover un impacto pernicioso  en los distintos modelos productivos a partir de una valuación fiscal que pueda repercutir nocivamente en el bolsillo del hombre de campo.

 

Puede sonar a redundancia, pero es innegable que toda desproporción causa desequilibrio, inestabilidades, por consiguiente sostenemos con énfasis que, antes de adoptar resoluciones que conlleven inseguridades en diferentes estamentos de la sociedad, es sutil, sagaz, convocar y analizar en conjunto para que no haya recriminaciones o insubordinaciones consecuentes.

 

De más está decir que no somos especialistas en temas tributarios, pero sí consideramos que lo ideal es el consenso en pos de evitar insurrecciones o sediciones. Generar un canal de diálogo es enriquecedor. Imponer es malo. Conlleva sublevaciones, algunas razonables, y otras que suelen aprovecharse para tomar beneficios mezquinos.