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El arzobispo de Paraná pidió a nuevos sacerdote y diácono: humildad y mansedumbre

El arzobispo de Paraná, monseñor Juan Puiggari, ordenó sacerdote al diácono Juan Cruz Hernández y diácono al seminarista Enzo Giménez durante una celebración eucarística el 25 de noviembre en la Catedral Nuestra Señora del Rosario.

“La Eucaristía es el lugar adecuado para agradecer los regalos que Dios nos hace. No tenemos que cansarnos de dar gracias por todos sus dones. Hoy, queremos de una manera especial expresar gozosamente nuestro agradecimiento porque regala a nuestra Iglesia arquidiocesana un nuevo sacerdote en la persona de Juan Cruz y un nuevo diácono en Enzo Manuel”, expresó.

En la homilía, el arzobispo paranaense señaló que “Juan Cruz va a ser ordenado sacerdote” y destacó su condición de “elegido” y recordó que “su identidad y misión nacen de un llamado”.

“Es llamado para ser puesto en favor de los hombres, en lo que se refiere a Dios. Un puente entre Dios y los hombres, a través de la palabra, de los sacramentos y de la caridad”, puntualizó.

Asimismo, indicó que “Enzo, va a ser ordenado diácono, a ejemplo de Cristo, que se ‘hizo diácono’, al servidor de todos”.

“El diácono es llamado para amar con un corazón indiviso; es el sentido profundo del celibato al que hoy, con libertad y clara conciencia, Enzo abraza. Está llamado a ensanchar su corazón para ser capaz de amar a todos, sin excluir a nadie, para ser verdadero discípulo de Aquel que en la Cruz nos enseñó el verdadero amor”, recalcó.

Dirigiéndose a los dos ordenados, monseñor Puiggari los animó a imitar “la humildad y mansedumbre; virtudes imprescindibles de los verdaderos seguidores del Maestro, y propias del servidor”. También les sugirió imitar “la pobreza del Señor”, “a Jesús que se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz” y “el corazón casto y puro del Maestro, con un amor totalizante y exclusivo que los mantendrá con una disponibilidad absoluta al servicio de la misión”.

También les pidió que se mantengan firmes en las fidelidades cotidianas, pequeñas pero insustituibles: “sobre todo fidelidad a la oración y a la escucha de la Palabra de Dios; fidelidad al servicio de los hombres de nuestro tiempo, fidelidad a la enseñanza de la Iglesia; fidelidad a los sacramentos que nos sostienen; fidelidad al amor tierno y viril a la Santísima Virgen, la Servidora del Señor”.

Tras agradecer a las familias de los ordenados, a los formadores del Seminario y a todos los que ayudaron al nuevo sacerdote y al nuevo diácono en este proceso, le hizo un pedido especial a Nuestra Señora del Rosario: “Acompaña siempre a Juan Cruz y Enzo con la misma entrega maternal que hiciste con tu Hijo, para que se sientan siempre muy acompañados, amados y protegidos por ti que eres la gran intercesora”.

“María, ayúdalos a ser fuertes ante las dificultades, a caminar siempre con la fortaleza del que se sabe acompañado de tu amor… María, danos sacerdotes santos y danos familias santas para que haya muchas vocaciones de sacerdotes santos. Madre del Rosario: Únenos a ti en la tierra, y llévanos contigo al cielo”, concluyó.

Texto completo de la homilia

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