Maran Suites & Towers

¿Cuerda de tambores o conversación rítmica?

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- Hace varios años que se escucha, se siente, se goza el ritmo del candombe en nuestra ciudad, merced a la interpretación de algunas cuerdas que con su arte nos deleitan en distintas zonas de la capital provincial.  Y tan sensual ritmo rioplatense va fortaleciéndose, creando su propia identidad, nuevos espacios para comunicarse, para compartir experiencias y formas de resistencia de manera solidaria en un espíritu comunitario de fraternidad.

 

De paseo por Plaza Alvear de Paraná, percibimos éste ritmo, enraizado en la cultura rioplatense por más de doscientos años, es supervivencia del acervo ancestral africano de raíz Bantú traído por los negros llegados al Río de la Plata, evocando el ritual de la raza.

 

Su espíritu musical trasunta las añoranzas de los desafortunados esclavos, que de súbito se vieron transplantados a América del Sur, para ser vendidos y sometidos a duras faenas. Eran almas doloridas, guardando incurables nostalgias del solar nativo.

 

El ritmo, cotidianamente, nos acompaña desde el latido del propio corazón, la respiración, el andar, el idear. Reflejamos en él nuestro sentir y hacer, pensar, aprender.

 

Y apreciando el pasado domingo ese círculo de músicos, descubrimos que, amén del desarrollo técnico de la melodía en cada toque o la unidad del ensamble, se puede percibir un aprendizaje  que nos remite al más antiguo modo de reunión, de conversación, de encuentro del ser humano.

 

La sabiduría en este caso musical pone a todos en un mismo nivel, los acerca, los descubre y les da la posibilidad de potenciarse, produciendo la integración de las individualidades en una comunidad cooperante, celebrante y respetuosa.

 

Es algo más que una clase de percusión o el uso de ritmos culturalmente específicos.

No es solo un círculo de tambores improvisando a modo tradicional.

No es solo un ensamble musical dirigido.

Es música espontánea siguiendo un pulso.

 

La vivencia más allá de la estructura métrica, nos subyuga, nos atrapa. No pensamos en las líneas divisorias de compás, en corcheas o semicorcheas.

 

Fue inevitable pensar que el ritmo es para el africano la arquitectura del ser, la dinámica interior que le da forma, la pura expresión de la energía vital.

 

Fue insoslayable reflexionar que el tambor, convoca lo más genuino de cada individualidad. Posibilita la expresión espontánea, facilitando en el mismo accionar descubrir nuevos talentos, dejar de lado estereotipos y ofrecer lo mejor de cada persona para la construcción común.

 

Y por unos minutos nos contagiamos de ese shock que produce la vibración o fuerza que sensiblemente nos toma en nuestras raíces y comprendimos que los tambores forman ritmos secundarios de lenguaje.