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Cuánto cuesta sacar una sonrisa y dar buenos ejemplos…

Nuestra inquieta cámara que a diario recorre las arterias de Paraná, captó dos momentos especiales en la cotidianeidad de un clown malabarista que ofrece sus shows en Plaza de Mayo y/o Peatonal San Martín. Lo notamos abatido, frustrado, triste. Por eso se nos ocurrió escribir unas líneas acerca de su honorable tarea y dedicarle un cuento que habla de un tema muy actual: la agresividad de los niños y adolescentes, la falta de control de sus padres, y la peculiar actitud que asumen autoridades de diferentes instituciones educativas y deportivas ante la irrupción de malos ejemplos.

 

El clown toma todo de manera positiva a través de la capacidad lúdica, y de la mirada abierta y perceptiva. Se anima a conjugar en sí mismo lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, lo hermoso y lo grotesco. Al mismo tiempo el clown necesita del otro, porque solo no puede existir.

Siempre busca una mirada cómplice que lo siga en su aventura, que lo ayude a buscar el rumbo, que lo acompañe en su fracaso.Y en esa complicidad el público encuentra reflejada su propia vulnerabilidad, su fragilidad, su ridículo. El payaso deja al descubierto el lado más humano de las personas.

 

Por malabarismo o juegos malabares se entiende al arte de manipular y ejecutar espectáculos con uno o más objetos a la vez volteándolos, manteniéndolos en equilibrio o arrojándolos al aire alternativamente, sin dejar que caigan al suelo.

Los juegos malabares son juegos que por su dificultad y belleza hacen necesaria cierta habilidad psicomotriz por parte de quien los realiza para llevarlos a cabo, que es el malabarista. Para ello, el malabarista se sirve de diversas partes del cuerpo, principalmente de las manos, pero también de los pies, brazos o cabeza. Los juegos malabares son unas de las atracciones clásicas del circo.

 

Carisma, rica expresión comunicacional, coordinación, disciplina y equilibrio son sólo algunas de las habilidades que un clown malabarista debe tener si desea hacer reír y captar la atención de sus improvisados auditorios.

Los artistas callejeros circenses aportan a la sociedad, alegría, sonrisas, impactando realmente con efecto “desestresante”, configurando su arte, un medio de expresión masivo de sentimientos de emociones y de sensaciones.

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El misterioso payaso malabarista (un cuento de Pedro Pablo Sacristán)

 

“Había una vez un pueblo al que un día llegó un payaso malabarista. El payaso iba de pueblo en pueblo ganando unas monedas con su espectáculo. En aquel pueblo comenzó su actuación en la plaza, y cuando todos disfrutaban de su espectáculo, un niño insolente empezó a burlarse del payaso y a increparle para que se marchara del pueblo.

Los gritos e improperios terminaron por ponerle nervioso, y dejó caer una de las bolas con las que hacía malabares. Algunos otros comenzaron a abuchearle por el error, y al final el payaso tuvo que salir de allí corriendo, dejando en el suelo las 4 bolas que utilizaba para su espectáculo.

 

Pero ni aquel payaso ni aquellas bolas eran corrientes, y durante la noche, cada una de las bolas mágicamente dio lugar a un niño igual al que había comenzado los insultos. Todas menos una, que dio lugar a otro payaso.

Durante todo el día las copias del niño insolente anduvieron por el pueblo, molestando a todos, y cuando por la tarde la copia del payaso comenzó su espectáculo malabarista, se repitió la situación del día anterior, pero esta vez fueron 4 los chicos que increparon al payaso, obligándole a abandonar otras 4 bolas.

Y nuevamente, durante la noche, 3 de aquellas bolas dieron lugar a copias del niño insolente, y la otra a una copia del payaso.

 

Y así fue repitiéndose la historia durante algunos días, hasta que el pueblo se llenó de chicos insolentes que no dejeban tranquilo a nadie, y los mayores del pueblo se decidieron a acabar con todo aquello.

Firmemente, impidieron a ninguno de los niños faltar ni increpar a nadie, y al comenzar la actuación del payaso, según empezaban los chicos con sus insultos, un buen montón de mayores les impidieron seguir adelante, de forma que el payaso pudo completar su espectáculo y pasar la noche en el pueblo.

Esa noche, 3 de las copias del niño insolente desaparecieron, y lo mismo ocurrió el resto de días, hasta que finalmente sólo quedaron el payaso y el niño auténtico.

 

El niño y todos en el pueblo habían comprobado hasta dónde podía extenderse el mal ejemplo, y a partir de entonces, en lugar de molestar a los visitantes, en aquel pueblo ponían todo su empeño para que pasaran un buen día, pues habían descubierto que hasta un humilde payaso podía enseñarles mucho”.

Fuente Literaria: http://cuentosparadormir.com/infantiles/cuento/el-misterioso-payaso-malabarista