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Con el Domingo de Ramos, la grey católica inicia la Semana Santa

La Semana Santa 2023, tiempo en el que los cristianos conmemoran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, empieza el próximo 2 de abril, con la misa del Domingo de Ramos.

Ese día, la Iglesia celebra la entrada de Jesús en Jerusalén para realizar la obra de la Redención, dado que allí iba a padecer, morir y resucitar. Jesús entró en la ciudad, según relatan los Evangelios, montado en un burro, y fue recibido triunfalmente por el pueblo judío que con ramos de olivo en las manos gritaba: “¡Hosanna al hijo de David; bendito el que viene en nombre del Señor!”.

La celebración consta de dos partes: la bendición de los ramos, que se emplean en la procesión en honor de Cristo Rey, y la misa. El lenguaje y los símbolos de la liturgia de ese día giran alrededor de una idea fuerza: en Jerusalén ingresó Jesús hace casi dos milenios, y hoy los fieles vuelven a aclamarlo como rey de la paz.

La procesión de los ramos es presidida por la máxima autoridad eclesiástica de cada lugar y se efectúa por la calle hacia el templo, como testimonio público de fe. La liturgia es una mezcla de alegría y tristeza. El ambiente festivo de la procesión es atemperado por el tono que la misa imprime a la celebración.

En efecto, en ella se leen tres textos bíblicos. En primer lugar, el libro de Isaías (50,4-7), donde el profeta anticipa los sufrimientos de Jesús: “No aparté mi rostro cuando me insultaban, sabiendo que no quedaría defraudado”; luego, una carta de san Pablo (Filipenses 2,6-11), en la que el apóstol dice que Jesús “se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó”; y, por último, el relato de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según la versión del evangelista san Lucas.

Triduo pascual
Las principales celebraciones de la Semana Santa se concentran en el triduo pascual, que incluye la misa de la Cena del Señor, la conmemoración de la Pasión y la solemne vigilia pascual.

El Jueves Santo, que este año cae 6 de abril, el mundo cristiano conmemora la institución de la Eucaristía, realizada por Cristo en la Última Cena. En vísperas de morir en la Cruz y luego de cenar con sus apóstoles, Jesús tomó un trozo de pan y un cáliz con vino y, dándoselos, les dijo: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. Desde entonces, el sacramento de la Eucaristía es el centro de la fe y de la vida cristiana.

También ese día, se celebra la institución del sacerdocio cristiano, que Cristo dejó establecido en la Última Cena. En esa ocasión, Jesús promulgó también el mandamiento de la caridad fraterna, cuando al concluir la cena lavó los pies de sus discípulos y les mandó que hicieran lo mismo.

Por eso, el Jueves Santo se realizan dos celebraciones litúrgicas: una por la mañana en las catedrales, la “misa crismal”, presidida por el obispo del lugar; la otra por la tarde, la “misa de la Cena del Señor”, en todos los templos católicos del mundo, con la participación masiva del pueblo cristiano. En esta última el sacerdote, repitiendo el gesto de Jesús, lava los pies a 12 personas de la comunidad.

El Viernes Santo, la cristiandad revive la Pasión y Muerte de Jesús, nuestro Redentor. El arresto en el Huerto de los Olivos, la coronación de espinas, la flagelación, la condena a muerte, la vía dolorosa hasta el Calvario llevando la Cruz a cuestas, la crucifixión, la agonía y muerte de Jesús, son otros tantos momentos de reflexión del pueblo cristiano en ese día.

La Iglesia centra toda su atención en la muerte de Jesús. Las celebraciones litúrgicas se desarrollan en un clima de austeridad, pero resaltan en especial la esperanza y el carácter redentor de la inmolación de Cristo.

Se lee un pasaje del libro de Isaías (52,13 – 53,12), en el que se preanuncia la Pascua de Jesús; la Carta a los Hebreos (4,14-16; 5,7-9), donde se dice: “Aprendió qué significa obedecer y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen”; y, por último, se da lectura a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según el evangelista san Juan.

Hacia las horas del anochecer, se realiza el ejercicio del viacrucis o camino de la Cruz, que tiene lugar o bien en los templos, o por las calles adyacentes, durante el cual se medita sobre los diversos pasajes de la Pasión de Jesús.

Ayuno y abstinencia
El Viernes Santo es uno de los dos días del año en que la Iglesia prescribe ayuno y abstinencia. El ayuno, que obliga a los cristianos desde los 21 hasta los 60 años de edad, consiste en hacer una sola comida importante en el día, que puede ser al mediodía o a la noche. La abstinencia consiste en no comer carne, o privarse de algo, o hacer un acto de misericordia o de piedad.

Colecta para Tierra Santa
Por pedido especial del Santo Padre, en los oficios del Viernes Santo se realiza en todos los templos una colecta para los cristianos que viven con grandes dificultades su fe en Tierra Santa.

A su vez, durante la mañana y la tarde del Sábado Santo, la cristiandad permanece “junto al sepulcro de Jesús”, meditando su pasión y su muerte. No hay ningún oficio ni culto público. La celebración se realiza por la noche, por eso se llama “Sábado de la Vigilia Pascual” o “Sábado de Gloria”. Cerca de la medianoche, los cristianos viven la alegría de la Resurrección de Cristo, la alegría pascual que se extenderá a lo largo de cincuenta días.

Pascua de Resurrección
La fiesta de Pascua es el centro del año cristiano. La Resurrección de Jesús constituye el fundamento sobre el cual se asienta y gira toda la vida del cristianismo. Por eso, es la fiesta máxima de la cristiandad.

En las lecturas de ese domingo, se narran los acontecimientos de la Resurrección de Jesús, sobre todo en las tomadas del Evangelio de San Juan (20,1-9). En efecto, allí se narra que, en la madrugada del primer día de la semana, María Magdalena y otras dos mujeres fueron al sepulcro. Al verlo abierto, María Magdalena volvió a Jerusalén para avisar a Pedro y a Juan; mientras tanto, un ángel anunció a las otras mujeres que Cristo había resucitado. María Magdalena va de nuevo al sepulcro y ve por primera vez a Cristo resucitado.

También se lee un capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34 a.37-43), en el que San Pedro dice: “Comimos y bebimos con él, después de su Resurrección”, y una carta de San Pablo (Colosenses 3,1-4), en la que el apóstol dice: “Busquen los bienes del cielo, donde está Cristo”.+

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