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¿Cómo competir en el básquet de Paraná sin amargarte?

ESPECIAL (por Francisco Pancho Calderón).- El basquetbol de Paraná sufre. La única esperanza reside en que las nuevas camadas de entrenadores, jugadores, aunque esencialmente dirigentes y árbitros tomen el rumbo más inteligente. ¿Y cuál es?

Décadas atrás se decía en la Capital entrerriana que “Echagüe y su inserción en la Liga Nacional destrozó al basquetbol de los clubes”.

Simultáneamente, irrumpieron en escena Olimpia, Quique e Hindú. Los “Azulgranas” hoy mantienen su sueño de estar en el Circuito Profesional, los “Decanos” volvieron a sus raíces de club de barrio y formativo, en tanto los del Centro perdieron primero la propiedad y luego desaparecieron.

Posteriormente, apareció Talleres, con “El Equipo de la Ciudad” y Sionista tomó esa posta brillando durante una década y hasta compitiendo internacionalmente, para finalmente dejar la plaza.

Luego de tanta queja contra el “Negro” de calle 25 de Mayo, incluyendo hasta la metodología de “Reclutamientos”, muchos clubes imitaron ello y hasta se dio la “revolución” de los técnicos capacitándose con Clínicas y sometiéndose a exámenes para reposicionar niveles de aptitud.

Del mismo modo, muchísimos chicos, acicateados por sus familias, ya no se conformaron por socializar, por estar entre amigos, por hacer un deporte lúdicamente sino que desde niños aspiraron a ser cracks y así nacieron los Campus selectivos, verdaderas catapultas de proyección.

Paralelamente, los árbitros entendieron que ampliándose el mapa competitivo más laburo tendrían y no solo se cotizaron alto sino que apostaron fuerte a multiplicar las bases de sus cuerpos colegiados, inicialmente, sin importar la erudición y hasta capacidades psicofísicas de sus representantes, para después interpretar sabiamente que era imprescindible crecer en calidad no solo en cantidad.

Se sumaron a los clubes profesores de Educación Física, tecnología, equipamiento, médicos, kinesiólogos, psicólogos y hasta nutricionistas.

Todo propulsado por entusiastas dirigentes y padres colaboradores que posibilitaron las inversiones ante una Asociación que en ciertos períodos solo se constituyó como responsable de organizar torneos y manejar selecciones, o esencialmente, recaudar para después no conocerse públicamente las cuentas, incluyéndose un robo hasta hoy INEXPLICABLE, sin culpables y con extremas dudas, o -siquiera- que en tantos años desde su fundación no se haya concretado el sueño de la Casa Propia.

Ese deseo irreversible de jugar Liga Nacional

La Liga Nacional de Basquetbol en sus tres categorías profesionales atraviesa por una crisis notoria de la cual pocos hablan con amplitud. Sin embargo, hasta los clubes más humildes, quieren forjar sus caminos en pos de ascender a ese nivel. Evidencian incontables insuficiencias estructurales sobre todo para sus divisiones de Formación, no obstante, quieren incursionar en el básquet rentado.

Y eso incluye exprimir la teta de un Estado que no administra adecuadamente sus financias en cuanto a darle la trascendencia insoslayable al deporte amateur, a lo recreativo, al del desarrollo integral de sus atletas, y al movimiento olímpico.

Entonces, se sigue apoyando a clubes de Liga sin siquiera examinar qué se hace con esa plata.

Mientras, la Asociación de Clubes radicada en Buenos Aires, aumenta sus arcas sin ser cuestionada por una dirigencia complaciente que revela cada vez más dudas acerca de por qué se presta sumisamente a un manejo paupérrimo.

A su vez, con los años mermó ostensiblemente el peso de los comunicadores, su influencia. De viejas voces críticas se pasó al amiguismo del Poder. Ya casi no hay análisis incisivos de juegos y actuaciones de todos los componentes del Circuito. Alcanza con “apoyar” o lucirse con modos, maneras, tonos de relatos. Y de paso, ganarse unos pocos mangos al lado de las fortunas que cobran sus propios “amigos”, los grandes protagonistas del show.

Una Liga de muy pocas canchas llenas, y con mayoría de estadios vacíos o con menos sponsors por lo cual uno no consigue discernir cómo se pagan contratos millonarios sin surgir la duda inequívoca que algún negocio solapado hay.

Allí quieren llegar los clubes que décadas atrás decían que la Liga mató al amateurismo. Paradójico.

¿Cómo hacer deporte con bolsillos complicados?

Para un padre, estimular que sus hijos hagan deporte representa un costo superior al de los estudios. Y está buenísimo que confraternicen, que socialicen, que se integren, que aprendan fundamentos, que aprendan de derechos pero también de deberes y respeten reglas. Estaríamos horas escribiendo acerca del beneficio de practicar y competir deportes.

Ahora bien… ¿Cómo lograr que las cuentas de la casa no estén en rojo por la adquisición de indumentaria, de calzado, de implementos varios; por el pago de cuotas de la institución y sumado a ello aranceles deportivos diversos, viajes, recepción de delegaciones, pago por seguros, carnet, estudios médicos, alimentación acorde a la actividad que se desarrolla, consumo de complejos vitamínicos o ni que hablar de gastos por lesiones varias?

¿Cuánto cuesta un par de zapatillas dignos (no hablamos del modelo más copado…), y las medias, y el equipo de casaca y short, las sudaderas, los buzos?

¿Cuánto cuesta una pelota para que ese hijo o hija piquen la misma al menos en un patio? ¿Y poner un arito en la casa?

Salvo padres de niveles socio-económicos medianamente elevados, para el común denominador es un sacrificio enorme que sus hijos hagan deporte.

Y lo es también para los jóvenes que paralelamente cursan estudios universitarios. O para los Mayores que deben alternar su pasión por el básquet con el trabajo o hasta con la vuelta de la vida de transformarse en padres aún compitiendo.

Los únicos que ganan…

Pensar en que algún dirigente del básquet de los clubes amateurs se pone tan pesada mochila al hombro por intereses dudosos es una locura. ¿Qué sería del basquetbol sin ellos?

Pero… ¿Y qué harían ellos sin los padres quienes mantienen toda esa estructura de por sí endeble?

Hete aquí una gravísima contradicción de esos directivos… Para ellos, la palabra “santa” es la de los entrenadores -algunos de indiscutible predicamento- quienes suelen ser incuestionables y hacen y deshacen como quieren por la conducta directriz de respetar sus funciones sin la más exigua observación. Ciertos DT’s, han sido y son promotores retóricos de pichones de cracks o hicieron/hacen que año a año muchísimos abandonen desilusionados tan solo por no tener el talento suficiente, no contar con la aptitud física ideal o vivir viendo desde el banco cómo se desarrollan sus talentosos compañeros predilectos por el coach de turno.

Claro… nos sobran anécdotas y nombres de dirigentes ávidos de ver a sus hijos llegar a la Liga y para ello, obviamente…, siempre el entrenador tendrá la razón, con la complicidad de padres que se conforman con ver a sus hijos campeones.

Y otra paradoja… Inobjetablemente, con todo derecho porque para ello se capacitaron… ¿Quiénes son los únicos que ganan? ¡Sí! ¡Acertaron! Entrenadores, asistentes, profes y árbitros, comisionados, miembros de mesa, como hasta en Primera algunos valores destacables a los cuales, si no se les puede pasar unos pesos, se les consigue laburo o hasta terminan siendo nuevos entrenadores.

Mientras, el frasquito o chanchito que se rompe es el de cada papá, mamá o hasta abuelos para después en incalculables casos, amargarse por diferentes situaciones.

De más está aclarar que respeto la trayectoria de varios avezados técnicos que le dieron mucho a nuestro baloncesto. Cada uno de ellos sabe de mi valoración y estima. No es necesario nombrarlos.

Ni las Ligas Independientes zafan…

Las Ligas Independientes de Fútbol fueron las grandes soluciones para aquellos deportistas que no podían seguir compitiendo en clubes por distintas razones. Y resultó llamativo el éxito que tuvieron, en ciertos casos con niveles competitivos y hasta canchas, muy superiores a lo que se observa en la LPF.

Y el básquet imitó. Marcó el camino Club 12 que hoy presenta un atractivo certamen con 4 Divisiones que desarrollan la competencia en varios escenarios paranaenses y luego se sumó La Liga.

La idea fundamental de competir en las mismas es jugar entre amigos, lógicamente intentar hacerlo bien y ganar, como de manera central el “Tercer Tiempo” para compartir vivencias y recuperar el sentido entrañable de la amistad, aún entre rivales.

El punto álgido es ¿cuánto cuesta la inscripción, cada partido, seguir invirtiendo en indumentaria/calzado y ahondar lo que representa prevención o tratamiento de lesiones que se ven más a menudo?

Hay que hacer la cuenta… Anotarte a principio de temporada, tantos partidos por semana, es igual a: ¿?…

Y sí como hay casos de juveniles entre 18 y 22 años que dejaron de ser Federados para participar en estas Ligas y aún son bancados por los padres, están los que estudian y laburan ya sin subvención paternal/maternal.

Entonces, el jugar sábados o domingos constituye para ellos un bálsamo luego de una semana de laburo o de facu, y las ganas de descargar tensiones son muchas.

Por consiguiente, lo que menos desean es soportar golpes, codazos, prepotencias, pechazos, por el mero hecho de imponerse o hasta hacer pesar veteranías y mañas en algunos casos muy visibles.

Aquí, más que en el Nivel Oficial, juegan un rol preponderante los árbitros. Sin embargo, por la cantidad de partidos asociativos o federativos, la Filial Paraná de la Asociación Argentina de Árbitros viene exhibiendo elocuentes problemas para la designación de duplas en condiciones de dirigir con la más alta dosis de justicia y especialmente con la actitud psicofísica para saber resistir presiones.

Por lo tanto, de todas las complejidades que reviste el básquet de la APB, se pasa a unas Ligas Independientes sin garantías para nadie y donde, pareciera que trasciende la Ley del Más Fuerte, o del que más se queja, o del que más intimida tan solo por árbitros sin la personalidad necesaria para al menos “sacar” adelante juegos arduos, ásperos, calientes, y no caer en la fácil de castigar al equipo que no protesta, que no reclama, que no amenaza y que juega sin artimañas.

Afortunadamente, aún no hubo incidentes graves, pues siempre hubo un equipo que bajó un cambio y optó por evitar que no corra sangre, entendiendo los postulados esenciales de estas competencias.

No obstante, alguna tarde/noche, tal vez tanta resignación implique dejar de soportar lo insoportable y se consumen hechos extremadamente amargos para una mayoría que desea solo disfrutar de competir sin excesos.

Es hora que organizadores y árbitros se sienten a una mesa y busquen el método más adecuado para impedir que gane el que grita o el que pega más fuerte.

Si no se toman medidas drásticas, habrá que lamentar peligrosos sucesos o hasta que poco a poco, quienes deseaban gozar de seguir jugando al básquet entre amigos, decidan no participar más decepcionados por seguir en la misma que en el Torneo APB: gastar un vagón de guita, para terminar triste y/o hasta lastimado.

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