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Asumió Puiggari

A las 19.21 de este lunes Juan Alberto Puiggari pisó oficialmente la ciudad de Paraná, arribando al Puerto local en un Guardacosta de la Prefectura Naval. A los muelles se acercó un centenar de fieles tributando una cálida bienvenida al quinto arzobispo de ésta capital que sucede a Mario Luis Bautista Maulión.

En la dársena este fue recibido por el presidente del Honorable Concejo Deliberante de Paraná, Pablo Biaggini; la subsecretaria de Culto y Colectividades, Manuela Almeida –en representación de la Municipalidad–; y el ministro de Planeamiento, Infraestructura y Servicios. Guillermo Federik, por el Gobierno provincial.

Puiggari recorrió una alfombra roja de unos 30 metros mientras saludaba a los vecinos y a los representantes de las diferentes colectividades que lo recibieron con su atuendo tradicional. De fondo sonaba la diana de honor interpretada por la Banda de la Policía de Entre Ríos.

El centro de la ciudad se vio unas horas antes cercado por un número importante de agentes de policía, quienes cortaron el tránsito de todas las calles que cruzan calle San Juan, por donde se desplazó el vehículo con el nuevo arzobispo. También en la intersecciones que rodean la Plaza 1º de Mayo.

Si bien esto no fue confirmado por fuentes oficiosas, el operativo tuvo una rigurosidad especial pues se temía algún tipo de escrache por conceptos que vertiese Puiggari, de los cuales se interpretó que la flamante autoridad eclesiástica reivindicaba la conducta de Monseñor Tortolo.

Puiggari fue trasladado a la Municipalidad en una coupé convertible Chevrolet modelo 1947, que pertenece a un reconocido médico de la ciudad y fanático de los autos, Ernesto Desio.

En la puerta del Palacio Municipal lo aguardaban el intendente José Carlos Halle y el presidente de la Cámara de Diputados de la provincia, Jorge Busti.

Una vez en el patio central del edificio comunal, el presidente municipal lo nombró Huésped de Honor y le dio la Llave de la Ciudad, ceremonia que contó además con la presencia de la diputada nacional Cristina Cremer y funcionarios comunales como Rosario Romero, Alejandro Cánepa y Mónica Barbabianca, entre otros.

El próximo destino de los primeros minutos como arzobispo de Paraná fue la Catedral Metropolitana. La feligresía se acercó al templo para vivar a la nueva autoridad eclesiástica y se apreció una especie de cordón de seguridad similar al dispuesto en ocasión de los lamentables incidentes motivados por huestes violentas vinculadas al Encuentro Nacional de Mujeres, acontecimiento que dejó un saldo tétrico con una ciudad devastada por la furia irracional de grupos sediciosos que solo buscaron destruir frentes de viviendas e instituciones con pintadas blasfemas.

Quizás ese celo de algunos miembros de la curia causó algunas dificultades para el desempeño de fotógrafos y camarógrafos que debieron soportar algunos reclamos y diálogos tirantes, algo que lamentamos sensiblemente pues precisamente Cuestión Entrerriana siempre ha estado desde su creación junto a los principales hechos de la grey cristiana en Paraná y Provincia.

Puiggari bajó del automóvil en el medio de la algarabía y subió las escalinatas que estaban custodiadas por un cordón de policías de un lado y los abanderados de escuelas y colegios en su mayoría católicos y de otros cleros, más esa protección o resguardo montado por algunos devotos.

Antes de abrir la puerta de la Catedral, ritual que se hace en cada asunción de un arzobispo, bendijo a los que tuvo a su alcance con agua bendita. A un costado, una pantalla gigante mostraba imágenes de lo que sucedía afuera como dentro del templo, un verdadero acierto de la organización.

Las palabras de recibimiento estuvieron a cargo de su antecesor. Mario Maulión hizo un reducido recorrido por los lugares que ocupó su sucesor e hizo mención a la época en que Puiggari estuvo al lado de Estanislao Karlic quien fue ovacionado por los presentes, siendo catalogado sin duda alguna como el Arzobispo más querido de las últimas décadas.

Una vez en el atrio, y tras haber saludado a todos los obispos presentes, el flamante prelado dio inicio a una lectura que tenía preparada. Así, se ofreció a ayudar y servir “con todas las fuerzas” que le quedan y convocó a la “tarea apasionante de la evangelización en una época de cambios culturales, radicales y profundos”, en donde desde la Iglesia se debe “proclamar que conocer a Jesucristo por la Fe es nuestro gozo”, sostuvo.

Presencias

Gentilmente, la oficina de prensa del Arzobispado de Paraná, dio a conocer una lista de los dignatarios de la Iglesia que estuvieron en la ceremonia de asunción de Puiggari. Aparecen en la misma José María Arancedo (Santa Fe); Antonio Marino (auxiliar de La Plata); Alfonso Delgado (de San Juan); Ramón Dus (Reconquista, Santa Fe); Carlos María Franzini (Rafaela); Gustavo Arturo Help (Venado Tuerto, Santa Fe); Jorge Lozano (Gualeguaychú); Carlos Humberto Malfa (Chascomús, Buenos Aires); José Luis Mollaghan (Rosario); José Angel Rovai (Villa María, Córdoba); Eduardo María Taussig (San Rafael, Mendoza); Luis Teodorico Stöckler (Quilmes, Buenos Aires); Hugo Bárbaro (Presidencia Roque Saenz Peña, Chaco); Luis Armando Collazuol (Concordia); y a nivel local, Daniel Fernández (auxiliar de Paraná); Estanislao Karlic (cardenal, emérito de Paraná); y Mario Maulión (el arzobispo saliente).

Presencia del Padre Ignacio

“Mucha gente usa el calificativo de cura sanador. Es un término muy complicado. Nadie sana, nadie tiene el poder de curar; quien lo tiene es el Señor”, dijo el sacerdote Ignacio Pieres, que por año recibe a un millón de personas en su parroquia del barrio Rucci rosarino. El Padre Ignacio asistió a la ceremonia de asunción del nuevo Arzobispo de Paraná y fue objeto de innumerables muestras de cariño.

Sobre su condición de “sanador” clarificó: “Uno sólo se siente instrumento de Dios. Él es el que obra. Es un don, una gracia o como se quiera decir. Lo único que sé es que intento dar la paz y la tranquilidad de Dios a la gente. Sólo hay que comprender que es una vivencia de fe. Nadie sana, nadie tiene el poder de curar; quien lo tiene es el Señor. Solamente Dios me puede elegir, como a cualquier otro sacerdote o persona. A mí me dio la gracia de amar a los enfermos y estar con ellos. Esa es mi vocación. Otros pueden confesar horas y horas, otorgar el perdón de Dios, aconsejar y muchas cosas más. Cada uno recibe una misión, pero todos somos instrumentos de Dios. Una misión que nunca será de sanadores porque el que sana es Dios. La fe obra. Lo más importante es dar la paz de Dios a las personas. Al encontrarla se acercan a Él, abriéndose el camino espiritual o reencontrándolo. La curación depende de la gracia de Dios, no es obra de uno”.

Datos biográficos

Nació en la ciudad de Buenos Aires el 21 de noviembre de 1949, hijo del abogado Juan Alberto Puiggari y de la señora Élida Etcheverry Boneo.

Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San Pablo, de Buenos Aires, de donde egresó como bachiller en 1967 figurando entre los alumnos más distinguidos.

Recibió formación en Buenos Aires del presbítero Luis María Etcheverry Boneo, su tío  -hoy en proceso de beatificación-  y estuvo apostólicamente vinculado a la Asociación Argentina de Cultura, Obra fundada y animada por el padre Etcheverry Boneo, especialmente en el Colegio San Pablo y la Agrupación Universitaria Misión.

Después de finalizar estudios universitarios en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (UCA) de la que egresó con el título de Licenciado, y tras realizar estudios teológicos en el Seminario Arquidiocesano de Paraná, fue ordenado sacerdote el 13 de noviembre de 1976 en la catedral de Paraná, por monseñor Adolfo Servando Tortolo, arzobispo de Paraná.

Su ministerio pastoral estuvo siempre vinculado al Seminario Arquidiocesano de Paraná, cuyo equipo de Superiores integró desde 1977. Fue profesor de asignaturas filosóficas en el Seminario Menor y el Seminario Mayor, y rector del Instituto Secundario del Seminario, incorporado a la enseñanza oficial. Se desempeñó como rector del seminario desde 1992.

Elegido obispo titular de Turuzi y auxiliar de Paraná el 20 de febrero de 1998 por Juan Pablo II, fue ordenado obispo el 8 de mayo de 1998, en la catedral de Paraná, por monseñor Estanislao Esteban Karlic, arzobispo de Paraná, y por los obispos monseñor Luis Guillermo Eichhorn, de Gualeguaychú, y monseñor Mario Antonio Cargnello, de Orán, como obispos co-consagrantes.

El 7 de junio de 2003 Benedicto XVI lo trasladó como obispo de Mar del Plata, sede de la que tomó posesión e inició su ministerio pastoral el 10 de agosto de 2003.

En la Conferencia Episcopal Argentina es miembro de la Comisión de Ecumenismo, relaciones con el judaísmo, el islam y las religiones (CEERJIR).

La arquidiócesis de Paraná

Fue creada como diócesis el 13 de junio de 1859 por el beato Pío IX y elevada a arquidiócesis el 20 de abril de 1934 por Pío XI. La sede episcopal está en la ciudad de Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, y capital de la Argentina de 1853 a 1863. La circunscripción arquidiocesana comprende en la provincia de Entre Ríos los departamentos de Diamante, Feliciano, La Paz, Nogoyá, Paraná y Villaguay. Y los distritos Achiras, Banderas y Sauce de Luna del departamento Federal con una superficie total de 28.426 kilómetros cuadrados y una población de unos 570.000 habitantes, de los cuales se estima que el 90% son católicos.

Según la Guía Eclesiástica Argentina la arquidiócesis paranaense cuenta con 52 parroquias, 130 sacerdotes (119 diocesanos y 11 religiosos), 10 religiosos no sacerdotes, 44 seminaristas mayores, 189 religiosas, y 82 centros educativos. Monseñor Puiggari será el quinto arzobispo (y décimo diocesano) de Paraná.

“Recuperar el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas”

Puiggari, en breve charla con Cuestión Entrerriana puso acento en que “Nuestra opción pastoral, centrada en la llamada a la santidad, quiere poner su mirada  en el camino, que por encargo del Señor, recorre la Iglesia: el hombre y la mujer, de manera particular, en esta dimensión fundamental de su existencia que es la familia. Recuperar el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas debe ser la prioridad. Les pido a todos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, fieles laicos, comunidades, instituciones educativas y movimientos que proyecten acciones pastorales concretas para que este tema sea de reflexión prioritaria. La Familia ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. El Hijo de Dios asume las alegrías y las dificultades, los esfuerzos y los sacrificios, semejantes a los que viven nuestras familias. De este modo nos muestra que la familia es un tesoro para Dios”.

En ese sentido, y en una especie de monólogo pleno de calidez humana, Puiggari consignó: “Sé que muchas familias atraviesan hoy momentos de dificultad, que sufren el drama de la división, de la enfermedad, de la falta de trabajo, de la separación. Comprendo la especial situación de quienes han formado una nueva pareja y la de aquellos que se encuentran solos y no tienen hoy una familia. A todos les recuerdo que el Señor los acompaña, que somos parte de la familia de la Iglesia, que estamos llamados a crecer como comunidad de amor. Por cada uno de ustedes elevo mi oración. Asimismo, los invito a contemplar la propia realidad familiar, a redescubrir el gran tesoro que es la familia en cada vínculo, en cada rostro y asumir con valor y espíritu de conversión la renovación profunda de sus familias a la luz del Evangeli”.

Del mismo modo nos invitó a reflexionar y discernir con atención los rasgos de la cultura contemporánea que afectan a la concepción y dignidad de la persona y de la familia, admitiendo: “Soy consciente de que enfrentamos grandes desafíos. Sin embargo, estoy convencido de que esta es la hora de la familia. La necesidad de una transformación profunda nos interpela y es un llamado a cada familia, para que como comunidad de amor al servicio de la vida, asuma este desafío de transformación cultural”.

Finalmente, se refirió al inminente comienzo de la Cuaresma diciendo: “es el tiempo de la conversión. En la continua toma de conciencia de que el ser humano no es el arquitecto de su propio destino eterno. Nosotros no nos hacemos a nosotros mismos. Valernos de nosotros mismos, sin más, es demasiado poco. Dios nos pensó en un proyecto más grande. Pero nos pensó en Él y con Él. Quería y quiere pasearse por el paraíso en compañía de los hombres. Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la misericordia y de la gracia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza, sosteniéndonos en el camino hacia la alegría intensa de la Pascua.”

Fotos: Manuela Calderón Bourband.-