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Alto impacto ambiental de la bajante del Paraná

A pesar de que la bajante del Paraná lleva más de un año y está previsto se prolongue los próximos meses, de acuerdo a los pronósticos del Instituto Nacional del Agua (INA), las intervenciones humanas en su curso no cesan ni se regulan. La falta de planificación y de medidas adecuadas de prevención amenazan la flora y la fauna del río -sobre todo el recurso ictícola- y ponen en una situación crítica al humedal, al multiplicar las posibilidades de propagación del fuego intencional en las islas.

Los perjuicios económicos de la sequía se viven con intensidad desde el año pasado en rubros como la industria pesquera y el transporte de granos, al punto que este sector calculó sobrecostos de 240 millones de dólares durante la cosecha gruesa (así lo planteó un informe técnico de la Bolsa de Comercio). El quid de la cuestión es cómo se ponderan, evitan o reducen los daños ambientales, cuyo impacto excede la escena actual y repercute en la calidad de vida de las nuevas generaciones.

“Las condiciones de sequía inciden en la propagación de los incendios en las islas porque hay menos agua que pueda hacer las veces de cortafuego. La bajante por sí misma no produce las quemas porque es parte de la dinámica del río, el tema es cuando entra en juego con otras intervenciones: el fuego aparece por intervención humana en todo el sistema de humedales, no solo en el delta que es su porción final”, plantea la antropóloga Laura Prol, integrante del Taller Ecologista, y le pone nombre al fenómeno: la expansión de la actividad agropecuaria en toda la cuenca del Plata.

“Por eso insistimos tanto en la Ley de Humedales, que hoy está frenada en la comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados de la nación. Hemos hecho solicitudes para que nos den una reunión, para que escuchen nuestra posición, y hasta el momento no tuvimos respuesta”, advirtió Prol, que milita en el área de humedales de la organización ecologista. Desde allí consideran que la ley le daría elementos a las provincias, como ya sucedió con la de Bosques o la de Glaciares, para abordar el nudo del problema: concretar de una vez los ordenamientos territoriales “que permitan mantener la integridad ecológica de los ambientes, un concepto fundamental”.

La antropóloga -en diálogo con colegas de La Capital- admitió que les preocupa el regreso de las quemas desenfrenadas del año pasado y se preguntó a qué estrategias apelan el gobierno federal y los gobiernos provinciales para monitorearlas y prevenirlas. No han tenido novedades, por ejemplo, de la implementación de los Faros de Conservación, una línea que viene trabajando la Nación con los ministerios de Ambiente de las provincias.

Prol también reclamó que se aplique el Plan Integral Estratégico para la conservación y el aprovechamiento de la región Delta del Paraná (Piecas), que diseñaron en conjunto Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires -junto con el Estado nacional- en 2014. Este programa de ordenamiento territorial impide realizar intervenciones que alteren o degraden los ecosistemas del humedal.

La directora del laboratorio de biotecnología acuática del Acuario, Silvia Arranz, coincidió en que son normales las fluctuaciones del río. En cambio lo que preocupa de esta bajante es que su extensión potencia los efectos adversos pues no disminuyen las actividades antrópicas (las realizadas por el hombre, como deforestación, pesca y agricultura). Que las cosas sigan como si nada pasara pone en jaque a los peces, en situación crítica desde 2019, y a toda la cadena que los sustenta, analizó la especialista.

“La bajante influye en las aguas calmas, es decir lagunas y riachos que en este momento se secaron, perdieron conectividad. Por otro lado hace que las especies en el canal principal se vean más amenazadas porque el volumen de agua es menor: la presión o el estrés que están sufriendo esas especies es grande”, explicó Arranz, además profesora de Biología de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR.

Amén de que se afecta la reproducción de los peces (“a futuro podemos esperar que haya cohortes (grupos) enteras que no estén en el río”), quienes viven de la pesca también sienten el perjuicio al verse impulsados a buscar animales en el canal mayor, donde se verifica un tránsito profuso de embarcaciones.

La buena noticia es que el Paraná se recupera en épocas de inundación, “aunque la última subida, que no fue tan significativa, data de 2015”. Como no hay caudales importantes desde hace tiempo, la pesca ya se encuentra resentida en el sentido de la ausencia de animales de gran porte. En 2019 comenzó el ciclo seco que ahora pretende mitigarse con la apertura regulada de las represas ubicadas río arriba. “No creo que eso nos dé un caudal (que influya positivamente) para los peces, aunque sí podría ayudar con la cuestión de las tomas potabilizadoras de agua o la navegabilidad”, interpretó la directora del laboratorio del Acuario.

Mientras, queda como opción cruzar los dedos para que llueva en Brasil y en el nordeste argentino; para que además la creciente ocurra preferentemente en épocas de calor a fin de que mejore la reproducción de las especies y la conectividad con lagunas y riachos. Sin embargo, el escaso nivel del río no es el mayor de los males para los peces. “La contaminación, la sobrepesca o la pesca sin control de lo extraído, la alta circulación dentro del río, la hidrovía y los dragados, que implican remoción y relocalización de sedimentos”, enumeró Arranz. “Y más si los sedimentos están contaminados, sobre todo en torno a las grandes ciudades donde sabemos que el vertido es muy grande. Algo que no solo repercute en el recurso ictícola sino que nos impacta a nosotros ya que hay tomas para la potabilización del agua”, finalizó la experta.

La pregunta que flota es por qué no llueve lo suficiente. “Es probable que las deforestaciones influyan afectando los regímenes de lluvia”, apuntó Arranz ante la requisitoria de La Capital. “Sobre este tema hubo muchas reuniones, encuentros y debates para tratar de entender el fenómeno”, aportó por su parte Laura Prol, del Taller Ecologista. “Algunos hacían más énfasis en las condiciones climáticas globales y regionales, otros incorporaban el uso del suelo en toda la cuenca del Plata, es decir deforestación, destino de tierras para agricultura y ganadería, pérdida de las coberturas originales de los ambientes”, detalló sobre causas que no son naturales, y a las que sería posible -con decisión y mirada estratégica- ponerles freno.

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