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A un año de la muerte de Jorge Dalotto: emotiva carta de Luciana, su hija

El 8 de marzo de 2021 está señalado como un día de profunda tristeza para la natación argentina, al fallecer víctima del Covid-19 uno de los máximos entrenadores y formadores de Entre Ríos, Jorge Dalotto.

Su personalidad, sus convicciones, su apego a la disciplina y a los valores éticos serán recordados por generaciones de nadadores que disfrutaron de sus conocimientos y carácter; dentro y fuera de un natatorio. Fue un ejemplo. Digno de emular.

Hoy, su hija Luciana, lo recuerda con una muy emotiva carta.

“¿Qué es una persona, sino las huellas que deja?” – V. E. Schwab. Hace un año leí esta frase que me quedó grabada a fuego en la mente y en el corazón.

Hace un año también te fuiste. Como estrella fugaz que se apaga en un mundo donde los que te queremos tenemos que quedarnos con el alma a flor de piel y el nudo en la garganta que nunca se va.

Estuve barriendo esta fecha, poniéndole excusas y trabajo con tal de ignorar lo inevitable, que te fuiste demasiado rápido y no pudimos despedirnos.

Me pidieron que arme unas palabras tratando de explicar quién fuiste, pero ¿cómo se resume la vida de un gigante en una simple página?

¿Quién era Jorge Daniel Dalotto?

Era el tío amargado al que siempre se le pegaban los peques y los hacía reír. El que compraba fuegos artificiales en las fiestas y ponía contentos a todos los del barrio.

Era también un entrenador. De esos que son como un padre, un mentor, un compañero. Aquel al que sus alumnos acudían para contarle sus problemas y sus alegrías. Sus cambios de carrera, sus casamientos, y para presentarles a sus hijos que él sentía como nietos.

El gordo era el amigo que le encantaba cocinar para multitudes, el que se sentía orgulloso de reunir a sus seres queridos alrededor de la mesa. Era el que disfrutaba en silencio, por más de tener pocas pulgas y querer irse a dormir temprano.

Era el hermano que escuchaba y hacía de psicólogo, el que iba a pescar los fines de semana y se tomaba un café al mediodía con sus padres. Era el cascarrabias que se preocupaba por todo. Era el que siempre estaba.

Jorge era el cuñado molesto, ese que cenaba en la casa de sus suegros todos los días y nunca llevaba un postre. Era el que se quedaba a ver películas hasta que terminaban echándolo.

Era un esposo de oro. El compañero de vida que se enamoró a los dieciséis con un baldazo de agua en pleno carnaval y que estuvo los otros 25 años amándola a Sandra como el primer día que se conocieron.

Y también era nuestro papá. Pero PAPÁ. Así. Con mayúsculas. Como si eso pudiese encerrar todo lo que hizo por nosotras.

Era el que se levantaba a las 6 de la mañana para prepararnos el desayuno y llevarnos a la escuela. Era el que hacía tres comidas diferentes para malcriar a sus hijas. Era al que le encantaba asustarnos mientras veíamos una película de terror y se reía a carcajadas.

Jorge, Jorgito, Gordo, Papá.

¿Cómo se resume la vida de un gigante en una simple página?: siendo recordado por las personas que te quisieron con su vida.

Gracias por todo lo que nos diste, y por todo lo que te faltó dar. Sos inmenso. Y vas a vivir eternamente en nuestro corazón.

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