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Profunda congoja en Paraná: falleció Eduardo Bianchini

Aciaga noticia. De esas que duelen hondamente. Que sensibilizan. Falleció Eduardo Bianchini, ex deportista, ex dirigente del Atlético Echagüe Club y puntal del Sanatorio La Entrerriana, un hombre que amó con inmensa pasión a la entidad de calle 25 de Mayo y por la cual llegó a hipotecar sus bienes y su propia salud. Un trabajador y empresario ordenado, meticuloso, decente. Un ser humano excepcional, siempre dispuesto a tender una mano. Solidario. Amable. Afectuoso. Un esposo leal y un padre de familia ejemplar. Sus restos recibieron sepultura este lunes en el cementerio de Solar del Río.

 

Llegamos tarde. Nos enteramos tarde. No pudimos despedirlo con un beso, sí con una oración, con una plegaria.

Ni siquiera sabemos qué ocurrió. Obviamente, estábamos al tanto de sus delicados cuadros del aparato digestivo, que lo forzaron a dejar la tensión, el stress ocasionado por el rol directriz, y cuidarse a regañadientes de distintos placeres junto a sus seres queridos de esa hermosa Familia que conformó, o con los amigos fieles que han ido quedando; pero aún no hemos logrado enterarnos de la causa concreta de su deceso, el cual deja un vacío inconmensurable, generando profunda consternación.

 

No solo Echagüe está conmocionado. Paraná toda lo llora. Es que Eduardo, ese grandote bonachón, dio incontables manos, sin importar alcurnias, cargos, poderes, dotes excepcionales.

Era un agradecido de la vida, fue uno de esos pocos tipos que daban sin esperar nada a cambio, quizás, por la sabiduría de haber sufrido desde adolescente la pérdida de su padre y el tener que ponerle el hombro a su madre y hermanos.

 

Su amor incondicional por Echagüe lo hizo conocer el básquet pero también no le esquivó al máximo deporte popular argentino y supo destacarse en la paletilla, aunque con un espíritu lúdico y de especial preferencia a la camaradería, a la confraternidad, y a todos esos ingredientes especiales extra-deportivos.

 

En la entidad “Azul y Negra” fue uno de los colaboradores más paradigmáticos y su excelso e inclaudicable compromiso con el club lo llevaron a dejar parte de su admirable vida, exponiéndose a riesgos inconmensurables por el mero hecho de garantizar que se compita profesionalmente en baloncesto como se cumplan todas las formalidades institucionales.

 

Su gestión, esencialmente a fines de la década del ’90 y comienzos del Siglo XXI, no estuvo exenta de errores, pero demostró humildad y honestidad para reconocerlos y propender a rectificar cada uno de ellos con entereza y un bajo perfil paradigmático.

Lejos de los flashes, de los micrófonos, de las luces y cámaras de TV, optó por desarrollar una tarea incansable sin la necesidad de apelar a frases estridentes, a posturas soberbias, y menos aún a perfiles petulantes, presuntuosos.

 

 

Fue terco, porfiado, en eso de no resignarse o renunciar a objetivos, pero tuvo la modestia, la sencillez, el recato de saber cuándo se había cumplido un ciclo.

Esa personalidad generó el ser inmensamente querido y será recordado eternamente por todos.

Paraná llora la muerte de Eduardo Bianchini. Redactamos estas breves líneas y es inevitable que surquen el rostro incontenibles lágrimas.

 

Fue un grande, hizo grande a Echagüe, y dejó un legado: se puede ser dirigente, con pletórica honestidad, y aún ante la equivocación, tener la llaneza, la moderación, de aceptar carencias, tropezones y/o limitaciones.

Un modelo, un prototipo de autoridad sin obstinación, sin intransigencia, sin exclusivismo.

 

Nos invade la añoranza, la nostalgia. Inescindible que vuelvan a nuestra memoria sus ademanes de recato, paciencia, timidez. Tan lejos de los alardes, la altanería, la altivez, el engreimiento, la fanfarronada, y/o hasta el narcisismo de otros.

Lejos, muy lejos de la jactancia, de la vanagloria, de la fatuidad estuvo.

 

Su huella es indeleble. Su moral, su ética será inmortalizada para quienes tienen y tendrán la responsabilidad de guiar a Echagüe por designios de grandeza.

Nos adherimos al insondable pesar, a la indescifrable tristeza de su Familia, de sus amigos entrañables.

 

¡Hasta siempre Eduardo! Gracias por todo lo que nos enseñaste, por todo lo que diste. Dios te guarde un lugar especial junto a Él.