Una elección histórica para Venezuela: continuidad o cambio
|“Es nuestra última oportunidad”. La frase de hastío se repite en varios sectores de Caracas, la capital de Venezuela que este domingo elige presidente en una oferta electoral que se polarizó entre el mandatario Nicolás Maduro (61), quien busca su tercer mandato consecutivo, y el ex diplomático Edmundo González Urrutia (74), impulsado por la líder opositora María Corina Machado (56), inhabilitada por el Tribunal Nacional Electoral (TSE) tras haber ganado la interna. La oposición lleva una amplia ventaja en las encuestas, lo que convierte a esta elección en la primera amenaza real de perder el poder para el chavismo después de 25 años.
Desde las 8 de la mañana, la elección más importante de los últimos años en Venezuela tiene uno de los contextos socioeconómicos más duros de la historia reciente del país. La pobreza está por encima del 80%, los precios dolarizados en los supermercados, sueldos paupérrimos y más de 7 millones de venezolanos que se fueron del país durante los once años de gestión de Maduro, que fue ungido por Hugo Chávez, poco antes de morir en 2013.
Arrinconado por las encuestas, Maduro apunta como fuente de todos los pesares económicos de Venezuela a las sanciones impuestas especialmente por Estados Unidos a partir de 2014, con las primeras protestas que tras una brutal represión dejó 43 muertos. Pero el derrotero de un chavismo que devino de un gobierno popular a un régimen autoritario empezó antes.
El carismático Hugo Chávez Frías, que llegó al poder en febrero de 1999, reformó la Constitución, lanzó reformas sociales, puso a los pobres sobre la mesa y le dio épica a su predica a través del título “Reforma Bolivariana”. Apalancado en el poder de los dólares que le dio el petróleo, desde diciembre de 2006, cuando logró la reelección con más del 60% de los votos, Chávez avanzó hacia lo que denominó el “Socialismo del Siglo XXI” y se impuso como líder regional en Sudamérica.
Al grito de “Exprópiese”, el presidente copó centenares de empresas que iban desde petroleras de la cuenca del Orinoco, hasta el acero, telecomunicaciones, eléctricas, las más importantes cementeras y también sobre tierras productivas. También la minería, en especial el oro, que quedó en manos de militares amigos.
Las aventuras de administración estatal chavista terminaron mal. Un caso que tocó a la Argentina fue la nacionalización de Sidor, de Techint. La acería más importante de América Latina producía 4,3 millones de toneladas por año y en 2019 la producción fue cero. Situaciones parecidas se dieron con el cemento en Venezuela, que mientras estuvo en manos de la mexicana Cemex producía 4,6 toneladas por año y terminó con el 80% de las plantas paralizadas.
Una muestra del descalabro fiscal quedó en los libros contables del período 2007 a 2009. El chavismo debió destinar más fondos para pagar expropiaciones y nacionalizaciones que para la producción de la petrolera PDVSA, 23.377 millones de dólares contra 21,931 millones.
Ya en el poder, Maduro concentró más fuerza que su mentor, pero no el carisma. Y los números de la economía siguieron sin acompañar. Para 2014, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), en 2014 la pobreza era de e 48,4% y el año pasado llegó al 82,8%.
“La desigualdad en Venezuela siempre ha existido, pero con la crisis de estos últimos años se ha exacerbado. Un porcentaje pequeño de la población tiene ingresos significativos pero la gran mayoría no puede cubrir la canasta básica alimentaria, ni la total. Deben dedicarse a más de una actividad para completar sus ingresos”, afirma el economista Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica.
En estos once años de Maduro, florecieron las protestas sociales y el control a manos del temido Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). Hubo cientos de detenciones por cuestiones políticas, denuncias sobre torturas en el Helocoide, un edificio que originalmente fue pensado para un centro comercial y hoy es prisión.
Para 2017, cuando la gana la elección y controla la Asamblea Nacional, el gobierno lanzó la Asamblea Nacional Constituyente, un órgano encargado de redactar una nueva Constitución que nunca presentó pero sí utilizó los poderes plenipotenciarios para anular al órgano controlado por la oposición.
Con esta acción, se profundizaron las sanciones internacionales que el oficialismo flamea en cada acto político y enumera en 940. Encapsulado, el gobierno cayó en una inflación que en 2018 llegó al 130.060% y optó por habilitar al dólar como moneda compartida con el Bolívar, al que durante todo el chavismo le quitaron catorce ceros.
El salario mínimo está en los 3,5 dólares y los precios en los mercados se comercializan en la divisa que imprime Washington. Los privados cobran bonos de unos U$S 200 que se suman a los magros sueldos y así llegan a fin de mes. Otros apelan a changas, “matar al tigre”, marca el lunfardo caraqueño. Ir a cortarse el pelo puede costar 18 dólares, un agua minera 4, y un porrón de cerveza 1,5. En Caracas todos tienen dólares en el bolsillo y el cambio más chico puede volver en bolívares.
La catástrofe económica terminó en una social. Se estima que unos 7 millones de venezolanos dejaron al país y algunas consultoras calcularon que ingresan unos 4000 millones de dólares desde venezolanos que se fueron para sus familiares repartidos en el país.
En ese contexto, una oposición que supo atomizarse, caer en infantilismos como nombrar a Juan Guaidó “Presidente Encargado” o ausentarse de las elecciones, esta vez logró lo que nunca antes: un liderazgo claro.
El nombre es el de María Corina Machado, que ganó la interna de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) con más del 90% de los votos, pero llegó la inhabilitación del TSE. Así ungió a Edmundo González Urrutia, un hombre de paso cansino, poca oratoria que de ganar marcaría un hito para los politólogos. No solo un “outsider” le pondría fin a 25 años de chavismo sino que se comprobaría una transferencia directa de la líder que contabiliza el 73% de la referencia de la oposición.
Incógnitas y tensión
Desde el cierre de campaña en Caracas sobrevuelan varias incógnitas. Desde el chavismo aseguran que la oposición se dice ganadora para después reclamar fraude y organizar violentas protestas. Del otro lado, la incertidumbre pasa por el recuento de los votos y adivinar qué hará Maduro si pierde. El menú de opciones que estiman el Comando Con Venezuela de Machado va desde el fraude, al temor sobre las Fuerzas Armadas donde Diosdado Cabello, el nacionalista número dos del régimen tiene mayor influencia, hasta el de una transición ordenada “por el volumen de los votos”.
En la campaña electoral Maduro habló de un “baño de sangre” si pierde y le apuntó a la oposición. Ante semejante declaración solo tuvo el apoyo del ex presidente Evo Morales. Lula Da Silva de Brasil, Gabriel Boric de Chile, Alberto Fernández, remarcaron que si pierde Maduro debe reconocer la derrota. El mandatario los ninguneó y se encierra en la soledad.
Su hijo, también Nicolás, fue el único que dio una pista democrática al remarcar que de caer, serán una dura oposición, pero al menos dentro del marco democrático.
El futuro de Venezuela se empieza a definir este domingo, el día en el que Hugo Chávez cumpliría 70 años. La fecha de la elección la eligió Maduro, cuando creía que podría volver a dividir a la oposición.
Fuente: Clarín