Un futuro incierto por una clase política que promete, no cumple y confunde
|Se ha dicho y escrito de todo sobre la política económica actual. Que es un plan básico; que sólo es un plan para llegar a las elecciones con alguna chance de éxito; que es un plan para evitar el caos, y otras tantas cosas similares. Pero, todavía, no está dicha la última palabra.
¿Conseguirá los objetivos que se le adjudican? ¿Se evitará el caos? ¿Se podrá mantener el valor del dólar en niveles que no produzcan zozobra ni nuevos saltos inflacionarios? ¿Ganará el oficialismo en las próximas elecciones presidenciales?
A estos viejos interrogantes se les ha sumado en estos últimos días otro que, como los anteriores, alimenta la incertidumbre e impide mejores resultados en materia macro: ¿cuál es la causa de la actitud un tanto desbordada de Macri? ¿Es frustración porque los resultados positivos no aparecen? ¿Es impotencia porque no encuentra o no sabe cómo o qué hacer para que esos resultados aparezcan? ¿O es temor ante un resultado electoral que intuye se aleja del deseado?
A su vez, la incertidumbre se realimenta de los efectos que producen todos estos interrogantes. La pulseada en espiral del dólar y las tasas, la inflación que se resiste a bajar y la recesión que perdura, realimentan un círculo vicioso que tiene como elemento central a la desconfianza.
Detengámonos en la dupla dólar y tasas de interés. El valor del dólar ha sido, para todas las generaciones de argentinos que conviven en la Argentina de hoy, un termómetro de la (des) confianza. El riesgo país también ha cumplido ese rol, aunque con intermitencias, desde fines de los 90. Pero las tasas de interés en pesos, no.
Sin embargo, después de un período largo con tasas reales en terreno positivo (una excepción en la historia argentina), las tasas hoy también cumplen ese rol. Para confirmar esta situación basta con ver los zócalos de la mayoría de los programas de TV, donde junto a la cotización del dólar se informan el riesgo país y el nivel de tasas.
Un dólar más caro y/o tasas más altas son indicadores de algo que está mal. Ese “algo” es la falta de confianza en el Gobierno, en el peso y en el futuro.
Si la tasa doblegará al dólar o si éste saldrá finalmente “triunfante” no es sólo una cuestión técnica. Porque en dicha dimensión siempre es posible pensar en una tasa de interés que seduce a la demanda de pesos. Pero, ¿qué pasa si dicha tasa tiende a infinito? O sea, ¿qué sucede si la tasa de interés tiene que ser tan alta que a partir de cierto punto, lejos de impulsar mayores tenencias de activos en pesos, impulsa exactamente lo contrario porque “el mercado” descuenta que esa tasa es insostenible desde el punto de vista de la actividad económica, la solvencia del balance del BCRA y la dinámica política y social?
El Gobierno descansa en la expectativa favorable que generan los dólares de una cosecha que vuelve a los niveles récord, previos a la sequía del año pasado, y los dólares del FMI que el Tesoro inyectará en el mercado desde abril a noviembre.
Además, desde el BCRA confían en que dispone de suficientes instrumentos como para capear un nuevo round de desconfianza. Uno de ellos es la misma flexibilidad cambiaria.
Pero va quedando en claro que a los argentinos les resulta difícil acostumbrarse a las fluctuaciones de la moneda. Además, hacer sintonía fina en un contexto en el que todavía hay que ganar credibilidad puede tener un costo en el corto plazo. Una muestra de ello es la efímera baja de tasas de mitad de febrero.
Hacer sintonía fina y utilizar libremente los instrumentos que se tienen a disposición es relativamente fácil para los bancos centrales que tienen mucha credibilidad, pero es más difícil cuando todavía se la está ganando, cuando se está en el camino de ida de recuperación de la credibilidad perdida.
Toda administración tiene que fijarse prioridades, y uno podría decir que la prioridad de la administración Macri sigue siendo descomprimir expectativas y bajar la inflación, pero como la inflación no está bajando entonces surge el interrogante de por qué no hacer otra cosa.
El razonamiento para la política se cae de maduro: si el nivel de actividad está sufriendo las consecuencias de un determinado plan y ese plan no logra alcanzar el objetivo prioritario que se ha fijado, entonces probemos otra cosa. Todo un dilema hacia adentro del Gobierno y un slogan de campaña para la oposición.
En esta dimensión irrumpe otro interrogante que hace a la desconfianza e incertidumbre. ¿Y si éste no es el plan que logra estabilizar la economía argentina, entonces cuál es? ¿Y después de esto, qué?
¿Cuál será la política económica, gane quien gane, de la próxima administración? ¿Con qué economía nos encontraremos a partir de 2020?
La oposición pone en boca del oficialismo una supuesta agenda de reformas estructurales que hasta el momento ha lucido por su ausencia. Otros sostienen que no hacen falta reformas sino un “pacto social”, algo tantas veces escuchado como improductivo.
Otros candidatos abrazan propuestas populistas que demuestran que la nostalgia y el aferrarse al fracaso siguen a la orden del día. Pero todos coinciden en proclamar el voto anti: unos antigobierno, otros anti populismos. Y ya sabemos lo que pasa cuando se elige un candidato “en contra de” otro. La ausencia de un mandato claro y contundente hace muy difícil llevar adelante una agenda de gobierno.
Aun cuando las zozobras del día a día seguirán concentrando la atención de la opinión pública y de los mercados, arrancó el tiempo de ponerse a pensar qué va a hacer el próximo presidente, ya sea Mauricio Macri o quien sea. Octubre luce el larguísimo plazo y es dificil justificar lo que le pasa a la Argentina en el día a día del dólar, el riesgo país y las tasas de interés sólo por la incertidumbre que genera un resultado electoral abierto.
Pero a medida que pasa el tiempo, cada vez hay más inversores que preguntan qué va a pasar después con la deuda, con el FMI, con las necesarias reformas y las políticas pro-crecimiento. Esa agenda por ahora está vacía y no hay ningún candidato que vaya a ser bien específico sobre estos temas si llega a triunfar.