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UN DÍA DE LA ENFERMERIA ATÍPICO QUE INVITA A UNA PROFUNDA REFLEXION A NUESTROS GOBERNANTES

El Día de la Enfermería se celebra hoy 21 de noviembre en toda la Argentina como un homenaje a aquellos trabajadores y trabajadoras de la salud que velan por la recuperación y la rehabilitación de los pacientes, la prevención de enfermedades y la asistencia sanitaria en distintos ámbitos y situaciones.

Si bien en el resto del mundo se conmemora el 12 de mayo, fecha que coincide con el nacimiento de Florence Nightingale, la italiana considerada fundadora de la enfermería moderna, en el país se eligió el 21 de noviembre por ser el aniversario de la creación de la Federación de Asociaciones de Profesionales Católicas de Enfermería.

Fue un día como hoy pero de 1935 en el que además se nombró como patrona de la profesión a la Virgen de los Remedios, con festividad en esta fecha.

La tarea está considerada como una de las vocaciones más importantes dentro del amplio universo de la asistencia sanitaria según la OMS, que ha declarado el 2020 como el “Año de la Enfermería” por cumplirse el bicentenario del nacimiento de Nightingale.

Enfermeras y enfermeros son la columna vertebral de cualquier sistema sanitario y hoy muchos de ellos se encuentran en el frente de la batalla contra el Covid-19.

El Coronavirus está causando un gran impacto a la profesión, teniendo en cuenta que en los países más afectados por la pandemia un alto porcentaje de los enfermos son estos trabajadores, muchos de ellos contagiados al atender a los pacientes.

De hecho, varios sanitarios se han infectado por la falta del equipamiento ideal de emergencia, como mascarillas o trajes de protección, en la cantidad y calidad imprescindible.

Sin enfermeros y enfermeras, y otros trabajadores sanitarios, los países no pueden ganar la batalla contra las epidemias, lograr la cobertura sanitaria universal o los objetivos de desarrollo sostenible.

Enfermeros y enfermeras luchan día a día, loablemente, sin descanso por combatir un virus que está azotando con fuerza a nuestra sociedad.

Más allá de los aplausos que supieron resonar en los balcones de todo el país, el sector reivindica un reconocimiento real y un compromiso hacia la sanidad pública y sus profesionales, tan entregados como esenciales.

Tristeza, negación, ira y enfado. Son algunos de los sentimientos que han ido experimentando los y las enfermeras ante la falta de recursos y de material de protección. Las fases emocionales que viven en los hospitales se asemejan a un duelo y el sentimiento predominante entre los profesionales es la resignación porque temen que al final no va a cambiar nada, más allá de los discursos gubernamentales.

Durante los últimos siete meses, las enfermeras y enfermeros se han enfrentado a una pandemia para la que no estaban preparados sin contar a tiempo con todas las imprescindibles herramientas para hacerle frente, asegurando que, con la crisis del coronavirus, ha quedado patente la necesidad de cambiar muchas cosas en la asistencia sanitaria.

Por ende, no es un día para celebrar, sino para recordar y mejorar las condiciones laborales y profesionales. La falta de medios ha sido uno de los temas más comentados y denunciados por el sector, que reclama en su Día más dotación de personal e infraestructura como elementos esenciales para combatir esta pandemia.

Más allá de agradecer a todos los sanitarios por estar incondicionalmente en la primera línea de batalla contra el Coronavirus, lo ocurrido debería servir para que los responsables de la Sanidad hiciesen un examen de conciencia para ver en qué se ha fallado y qué deben hacer para que no se vuelva a repetir esta situación.

No son héroes o heroínas. No se sienten así. Su trabajo es cuidar al paciente, lo único que piden son medios para hacerlo en condiciones las condiciones ideales para seguir librando la batalla sin desigualdad de condiciones, sin tanta improvisación.

 

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