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Tía Maruca compró una planta de Pepsico

Tía Maruca anunció la compra de Dilexis, una planta  en San Juan, hasta ahora propiedad de PepsiCo y con 400 empleados que, sumados a los que ya tiene la compañía, le darán una plantilla total de 600 personas. La compra a PepsiCo incluye un acuerdo para seguir siendo proveedor durante los próximos tres años.

 

Mientras tanto, la adquisición le permitirá a Tía Maruca ampliar su capacidad en 70 mil toneladas anuales su volumen de producción y continuar en la senda de exportación a Estados Unidos, Chile y Uruguay, y ya pensar en abrir el juego a Paraguay (donde están tramitando los últimos detalles para vender).

 

Alejandro Ripani es el dueño de la marca pero, en 1995, no contaba éxitos sino dolores de cabeza. “Mi papá tiene una fábrica de galletitas -hasta hoy la conserva con sus 85 años- y entró en convocatoria de acreedores. Encima era un escenario no grato, porque se mezclaban problemas familiares con económicos y hasta teníamos la casa hipotecada. Un desastre”, recuerda hoy a la distancia, durante una rueda de prensa donde, ya con otra realidad,

 

“En la misma fábrica de mi papá pusimos máquinas para hacer galletitas de hojaldre. Y un proveedor me dijo: ‘Hacé tapas de empanadas, para aprovechar el exceso de masa’. Me prestaron la plata y las hices, pero me di cuenta que no había diferencial, que se pudren rápido y me quería morir”, explica Ripani. Los problemas se apilaban. Intentó un volantazo más. “Conseguí a los nietos de Doña Petrona para hacer una acuerdo con ellos y hacer las tapas con esa marca”.

 

Sin embargo, era época de contratiempos. “El intermediario me pedía una fortuna para hacer el acuerdo. Encima ya tenía los diseños de las bolsas hechas. Era el mismo diseño que hoy tienen las Tía Maruca pero con el nombre de Doña Petrona”, cuenta Ripani. ¿Qué hizo? “Llamé a Coco, mi diseñador, a decirle que lo de Doña Petrona no caminaba, que rehiciera el logo. Entonces me invitó a comer a su casa para pensar una nueva idea. Me dijo: ‘Venite a comer a lo de mi tía, se llama Maruca’. Le respondí: ‘Me encanta, vamos con ese nombre’”. ¿Y la tía? “No llegué a conocer a la tía en cuestión pero llamé a Coco y le pagué la marca (que hoy está a mi nombre). Hasta hoy somos amigos”, relata.

 

Si bien en el medio se ensayó otro nombre más, Ripani terminó volviendo a ese descubrimiento casual que hoy llevan sus productos como emblema. Lo siguiente que hizo fue poner exhibidores en dos kioscos. Y los productos volaron. “Nos dimos cuenta que encontramos una veta. Y cuando vos encontrás que algo funciona y funciona de entrada, hay que ponerle todos los esfuerzos”, asegura el emprendedor, quien durante 2017 proyecta facturar –gracias a la nueva planta- $ 800 millones.

La empresa tuvo un veranito en –increíblemente- 2001, en plena crisis. “Nunca ganamos tanto dinero y nunca fuimos tan desprolijos, nos mudábamos porque contratábamos más y más gente”, recuerda Ripani.

 

En esos días, le compraron a Eduardo Eurnekián una planta en Chascomús. Pero otra vez volvieron las malas noticias, por el coletazo que dio al bolsillo la crisis económica. “Casi entramos en convocatoria de acreedores. Entonces, estudié Dirección de PyMEs en el IAE porque me di cuenta que no sabía manejar la empresa profesionalmente”, admite. Tuvieron que devolverle la planta a Eurnekian –hoy en día, el hijo de Eurnekian montó allí su fábrica de chips- y alquilaron, al tiempo, otro galpón en Chascomús para seguir presentes en la zona.

 

Luego, repuntaron en 2004 y, en 2005, se afianzaron, aunque Ripani admite que “la crisis del campo nos pegó mal porque no podíamos ir al Interior por la cantidad de rutas cortadas”. Con el tiempo la empresa se fue consolidando y poco a poco incrementando su modelo de negocios.

 

A lo largo de la ruta 5, abrieron una serie de 16 galletetiterías con marca propia donde no tienen distribución ni grandes bocas de venta.  Ese modelo hoy representa el 8 por ciento del volumen de ventas de la empresa, gracias a un posicionamiento de precios por debajo del presente en las grandes cadenas. Mercedes, Chivilcoy, 9 de Julio, Bragado y hasta Trenque Lauquen. Luego, en Ruta 3, Las Flores, Bolívar y Saladillo son el mapa rutero de locales a la calle.

“Yo hice de todo”, concluye Ripani. “Desde tapas para alfajores hasta tapas de empanadas. La clave es buscar hasta encontrar algo que la gente quiera. Si está dispuesta a pagar por ello, hay que meterle todas las fuerzas”, asegura.