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Taxistas sin control: el derecho de uno…

La nota gráfica refleja de modo inequívoco, palmario, contundente, la plena infracción de un taxista en la esquina de San Martín y Bavio. La ambición, la codicia de contar con un lugar en la “dársena” destinada a taxis, lindante a la Clínica Modelo, llevó a este conductor a transgredir no solo reglas de tránsito sino de convivencia. Ejemplos similares se ven a cada instante en una ciudad donde aumentan los gestos de egoísmo.

 

¿Cuántas veces hemos hablado en este humilde medio sobre la accesibilidad?

¿Cuántos renglones hemos dedicado?

¿Cuántos conceptos empleamos propendiendo a que haya consciencia en una capital provincial donde los ancianos, los minusválidos, las mamás con cochecitos o cualquier persona con el más mínimo grado de incapacidad física son menospreciados en lo inherente a poder transitar con normalidad, sin obstáculos veredas y calles (por sendas peatonales)?

 

Francamente, ya estamos hartos de intentar concientizar a una ciudadanía cada vez más abstraída de su compromiso con las normas de sana convivencia.

El “sálvese quien pueda…”, o el “primero yo…” prima hasta límites insospechados por quienes nos criaron, nos formaron, nos educaron en un marco de respeto, de consideración.

 

Quienes nos legaron el compromiso de convivir en paz, aceptando que “el derecho de uno termina donde empieza el del otro…” hoy deben estar horrorizados con tanta irrespetuosidad, con tanto menoscabo, con tanto detrimento en el modo de convivir cotidiano.

 

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El derecho es el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos. La libertad es el derecho de hacer lo que no perjudique a los demás.

 

Ligado a estos dogmas, bien vale la pena repasar aquella frase del escritor y político francés Montesquieu: “Mi libertad es el derecho de hacer lo que las leyes me permiten”.

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¿Qué habrá pensado ese taxista cuando paró en tan céntrica arteria, de tan complejo flujo vehicular, de la manera despótica, arbitraria, abusiva en que lo hizo?

 

¿Se sentirán los reyes de la calle? ¿Tendrán “protección especial”? ¿Dónde estaba el inspector de la Municipalidad en ese preciso momento (pleno mediodía)? ¿Será que desde la propia Comuna hay una “bendición extraordinaria”?

 

Un colega de la Cooperativa de Radio Taxi lucía indignado sobre calle Bavio, a metros del Shopping La Paz. Coincidiendo con nuestra visión lanzó un monólogo. “Si venís más seguido, vas a tomar muchísimas fotos. Los tipos hacen lo que quieren… Se apoderaron de la Terminal, de calle Urquiza, en la esquina del Flamingo como en la Plaza del Bombero, y ahora tenés que ser amigote de ellos si querés levantar en la Modelo. Todo esto es culpa de la Municipalidad que no hace cumplir las leyes, las reglas, las normas. Nosotros somos perseguidos. Tenemos que tener hasta el más mínimo detalle en regla y estos tipos hacen lo que se les antoja. Para colmo el periodismo nada hace porque o tienen miedo o están comprados por el Gobierno. Así no se puede trabajar y el vecino no puede andar tranquilo por las veredas y calles. Ni hablar del turismo… Llegan a la Terminal y los pasean sin piedad. Se puso un cartel de precios estimativos para el turista y a los cinco minutos lo descolgaron, los rompieron y lo tiraron a la basura… Después se enojan cuando les decimos que son una mafia”.

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Cuán ubicado éste proverbio para lo que aquí hemos precitado: “Donde falta la fuerza, desaparece el derecho; donde aparece la fuerza, el derecho empieza a resplandecer”.

 

Ahora bien… nada más irrefutable que ésta frase heredada de mi querido Viejo: “El pueblo que no lucha por su Derecho, no merece tenerlo”.