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Ser madre; una verdadera bendición

Este domingo se celebra el Día de la Madre, un día que moviliza, toca en profundidad los sentimientos de todos, esencialmente en momentos en que la figura de la mujer como madre se encuentra un tanto desdibujada, a partir de una ideología “feminista” que reivindica presuntos derechos sexuales y reproductivos, promueve la anticoncepción y el aborto, hasta con estereotipos curiosos que maldicen la maternidad como si fuera una carga insoportable de la que habría que liberarse.

Por eso, en este Día de la Madre, me parece que sería bueno mirar como volver a descubrir esa imagen auténtica de la maternidad y decir que se trata de una verdadera bendición.

La maternidad es una bendición, una vocación y una misión que se le ha otorgado a la mujer que es quien puede dar a la civilización lo que nadie puede dar.

Hablar de dignidad humana implica recordar que la humanidad tiene una deuda grande respecto de la mujer. La cuestión viene de lejos y hay mucho que reparar.

Los tiempos que vivimos, tan llenos de declaraciones grandilocuentes, también encierran tremendas lesiones a la dignidad de la mujer y de la vida humana: violencia familiar y social, el “genocidio” del aborto, las discriminaciones y abusos, la prostitución, la degradación que supone considerarla como un objeto de placer sexual, la explotación y desempleo y tantas cosas más que rebajan su dignidad.

Una de las mayores expresiones de la decencia de la mujer es -precisamente- la capacidad de transmitir la vida, enriquecida con los valores de su feminidad, y en éste sentido deberían ser las propias mujeres las primeras en promover el más pleno respeto de su condición. Nuestro mundo necesita que las mujeres sean “muy mujeres”, con toda la riqueza humana de su propia condición.

Por ello, la celebración del “Día de la Madre” exige ir más allá de los regalos, de los besos y de las palabras de agradecimiento. También debe ser ocasión para reflexionar sobre la presencia de la mujer en la sociedad.

Para las generaciones anteriores, ser mamá era un oficio de tiempo completo, que absorbía la totalidad de las energías de la mujer. En el mundo contemporáneo, la mujer, además de la maternidad, debe desempeñar otros roles altamente exigentes en el campo económico, social y político.

Sus responsabilidades integrales como mujer desbordan las ocho horas que establece la legislación laboral, ya que su jornada empieza muy temprano y termina entrada la noche…

Por ende, expresemos nuestra admiración y agradecimiento a estos seres excepcionales a quienes debemos la vida, que nos han enseñado a amar y a trabajar decentemente, y que deben atender simultáneamente numerosas exigencias del entorno.

El reconocimiento de la compleja agenda que deben atender las mujeres de hoy debe conducir a una revisión de los roles desempeñados por cada uno de los miembros del grupo familiar, que deben colaborar activamente en la marcha del hogar sin esperar injustamente que mamá lo haga todo.

Que ésta conmemoración además de las tradicionales expresiones de amor, vaya acompañada de un explícito reconocimiento de los extraordinarios aportes de la mujer a la sociedad.

Quien mejor que María, Madre de Dios bendiga el trabajo silencioso de tantas mujeres que quieren dejar a sus hijos un mundo diferente de ese mundo violento que hemos construido sobre todo los varones.

Y que María Santísima, modelo de todas las madres, colme de bendiciones a todas las mujeres con esa vocación de heroicidad que los tiempos actuales reclaman de las madres para ser protección de los niños pequeños, fortaleza de los hijos que crecen, guía de los hijos que se alejan y bálsamo de los hijos heridos.

Quiera Dios que llegue nuestro saludo lleno de amor hacia las madres olvidadas por sus hijos, a las que se encuentran privadas de su libertad; a las que soportan la cruz de la enfermedad y a todas las que sufren heridas en su dignidad humana o maternal siendo víctimas de injusticias o de explotación, o a las que son victimas silenciosas de la violencia familiar.

Acogidos bajo el manto maternal de María, invito a todos a elevar nuestras oraciones por las mamás que están a nuestro lado y que nos alegran con su presencia entrañable, como también por las que ya gozan de la misericordia de Dios en el cielo y que siguen acompañándonos con su presencia invisible pero real.

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