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¿Se cumple el horario de protección al menor?

Una niña de reflexiones agudas, incisivas expuso décadas atrás que optaba por apagar la tele para poder pensar. Tal vez Mafalda apreciaba ello porque en los ‘70 los chicos aceptaban de modo obediente que ante cualquier imagen y contenido extraño, o supuestamente nocivo de acuerdo a lo advertido por los padres, ellos mismos debían poner fin a su presencia frente a la pantalla que en su emisión contenía programación ostensiblemente reducida a lo que es hoy la multiplicidad de canales y variedad en grilla. Este fin de semana fuimos testigos de lo mal que está la TV argentina. Les contamos con Galería de fotos.

 

“Aquí finaliza el horario de protección al menor” anunciaba la locutora de ATC y otros canales de aire repetían la placa o bien invitaban a los niños a la cama con su variación de dibujos animados. No podemos olvidarnos de Petete o el Topo Gigio despidiéndonos, y hasta se hicieron cortos de García Ferré con Hijitus.

En agosto de 1972 se creó el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) y en 1980 se promulgó la Ley 22.285 (de radiodifusión); dos de las herramientas que debían proteger el consumo mediático de los chicos.

 

Entre las 8 y 22, según la Ley de Facto, los chicos podían mirar tevé; mientras que hoy, la franja horaria se amplió desde las seis de la mañana. El horario cambió con la nueva Ley 26.522, de “Servicios de Comunicación Audiovisual”, promulgada en octubre de 2009. Pero no fue lo único que evolucionó.

 

“Ahora se apunta a que los niños tengan conciencia de qué quieren ver y sobre todo descubran que pueden elegir”, explican hoy funcionarios de áreas de la Niñez, Adolescencia y Familia.

 

El horario de protección al menor figura en la nueva ley junto con la exigencia de indicar si el programa a reproducir es o no “apto para todo público”, también se refiere al trabajo infantil en TV y la cantidad de horas de programación destinada a los menores.

 

El artículo 68 importa más allá de establecer un horario, ya que la intención recae también en sensibilizar al adulto, llamarle la atención sobre el contenido a que el niño está expuesto. Y además tiene en cuenta la “Convención sobre los Derechos del Niño”. O sea, el niño es un Sujeto de Derecho.

 

“Señalar no apto para todo público o finaliza el horario… es una forma de involucrar a la familia, para que el núcleo decida qué hacer frente a la televisión” aclaran.

 

Educar al público es un proceso lento y si bien en general los canales, hasta noticieros, anuncian contenido no apto, es una locura, un despropósito, una incoherencia tener un fin de semana a la siesta a Ricardo Canaletti con sus noticias y opiniones inherentes a Criminalística.

 

Lo observado en TN, para colmo en un prestigioso restó-bar céntrico donde había varias mesas con niños, fue patético. El reconocido periodista de “policiales” dando cátedra de cómo se usan las herramientas de tortura. Deplorable. ¿No interviene aquí el Organismo respectivo para evitar que éste hombre desarrolle esa sádica, morbosa exhibición???

 

No cuestionamos su trayectoria indiscutible, su profesionalismo, su pericia, su aptitud. Para nada. No es una afrenta. Es un simple pensamiento… ¿Qué sucede si un adolescente o un niño se encuentran en su casa, y haciendo zapping evidencian inquietud, curiosidad por saber de qué se está hablando?

 

¿Qué saldo puede arrojar un pibe de 6 a 15 años, por establecer una edad aproximada, viendo TN a Canaletti explicando cómo se tortura, cómo se usa la horca, etc, etc?

 

¿Nadie elabora ese cuestionamiento? ¿O será que ya nada nos interesa, nada nos resulta asombrosa, nada nos sorprende?

 

¿Tan ensimismados estamos? ¿Tan abstraídos estamos?

 

Ricardo Canaletti no tiene la culpa. El presenta un programa y lo desarrolla con su innegable virtuosismo expresivo y así habla sin tapujos de torturas, mutilaciones, descuartizamientos, asesinatos sádicos, violaciones espeluznantes dando detalles del modus operandi, etc, etc… La culpa es del canal que no pone límites a los temas exhibidos y la culpa es del Organismo de Control correspondiente del Estado, que de manera ultra evidente, no ejerce debidamente su labor, NO VIGILA, NO FISCALIZA con la rigurosidad imprescindible.