El aviso a toda página rezaba: “Ahora hay una excelente oportunidad para que usted invierta legalmente esos ahorros, regularizando al mismo tiempo su situación tributaria”.

“Médítelo, decídase y quede en paz con su conciencia, por su bien y por el del país”, decía aquel aviso.

A través de la ley de 1992, se podía depositar moneda extranjera por 180 días en el Banco Nación “u otra entidad financiera que adhiera expresamente a destinar esos fondos a créditos para la actividad productiva”. 

El entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, quería fondear a la banca para otorgar créditos a la producción.

La medida liberaba a quienes adhirieran del pago de alícuotas adicionales previstas en la ley. El atractivo era depositar a cambio del uno por ciento del total.

Es otra diferencia, ya que ahora no se cobra tasa alguna.