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Refugiados sirios llegan al país desde el año pasado

Tras la consternación que provocó a la humanidad la foto del niño sirio ahogado a la orilla del mar, comenzaron a acumularse también en la Argentina expresiones para acoger con urgencia a los refugiados del siglo XXI. Sirios, kurdos, iraquíes, afganos, demandan asilo a la Argentina desde sus respectivos países lo cual ya está enmarcado en las normativas del país, que se extienden también al conflicto migratorio que estremece al mundo.

 

El Programa Especial de Visado Humanitario para Extranjeros Afectados por el Conflicto de la República Árabe Siria entró en vigencia en octubre de 2014 con la publicación en el Boletín Oficial de la disposición 3915/2015, y se extiende hasta el 21 de octubre del presente año.

 

Tiene por finalidad la de “dar una respuesta concreta a la grave crisis humanitaria” que afecta a ese estado por el conflicto armado iniciado hace más de cuatro años y que afecta a millones de refugiados, la mitad de los cuales son niños.

 

La iniciativa está destinada a personas de nacionalidad siria y sus familiares; y a personas de nacionalidad palestina, siempre que fueran residentes habituales o que hubieran residido en Siria y recibido asistencia por parte de la ONU.

 

Entre los requisitos solicitados, figuran tener un documento válido de viaje o ante la imposibilidad justificada de obtener esa documentación podrá recurrirse a la asistencia de Organismos Internacionales como la agencia del Acnur o del Comité Internacional de la Cruz Roja y un certificado de carencia de antecedentes penales del país de origen o residencia, en la medida en que sea posible, o ajustarse a los informes de Interpol u otros organismos de seguridad.

 

Los interesados pueden iniciar el trámite en forma gratuita a través de familiares o personas que “acrediten vínculo de parentesco o afectividad” con quiera ingresar al país, y los requisitos pueden consultarse al teléfono 4011-4317 0303/0337 o por correo electrónico a  ( tramitacion.ingresos@migraciones.gov.ar ).

 

Mediante el programa, los beneficiarios obtendrán una visa de ingreso al país que les permitirá gozar de una residencia temporaria por el término de dos años, prorrogable por un año más, que la habilita a la obtención de un DNI como residente temporario.

 

Luego de tres años de residencia en el país, las personas ingresadas pueden solicitar su residencia permanente bajo las condiciones que figuran en el artículo 22, inciso c) de la Ley Nº 25.871 y su decreto reglamentario.

 

La Dirección Nacional de Migraciones dependiente del Ministerio del Interior y Transporte está facultada por el artículo 34 de la ley 25.872 a permitir la entrada de extranjeros que no reúnan los requisitos normativos establecidos para su ingreso “cuando existan razones excepcionales de índole humanitaria, interés público o cumplimiento de compromisos adquiridos por la Argentina”.

 

O sea, en definitiva, los sirios podían y pueden entrar con la categoría de refugiados que tiene el resto. Hay hasta una evaluación judicial, en un proceso secreto donde no se suministra la identidad de la persona, ya que puede estar bajo riesgo físico.

 

Según se observa en las estadísticas de la hoy llamada Comisión Nacional para los Refugiados (CLONARE, ex CEPARE), entre 2010 y 2015 se refugiaron en la Argentina 4.533 personas. La lista la encabezan los senegaleses, seguidos por colombianos, dominicanos, cubanos, haitianos, indios, y después sirios, entre otros.

 

Un poco de historia

 

La Argentina ha sido históricamente un país receptor de inmigrantes. La circulación de población entre las distintas regiones que conformaban el dominio español era frecuente durante los siglos XVIII y XIX, y la posterior independencia de España, el desmembramiento del Virreinato del Río de la Plata y la delimitación de fronteras nacionales no la modificaron significativamente.

Desde su constitución como nación independiente en 1816, Argentina es país de destino de la migración proveniente de países vecinos: Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay y Brasil. A pesar de las variaciones en los volúmenes y en los orígenes nacionales, estos inmigrantes han representado históricamente alrededor del 3% del total de la población residente en el país.

 

Además de estos ingresos regionales de larga data, entre 1880 y 1920 aproximadamente, más de 2.000.000 de personas provenientes de ultramar (especialmente de Europa meridional) se afincaron en el país.

Tan enorme cantidad de inmigrantes, ingresada en un período relativamente breve, modificó sustancialmente las características demográficas, sociales, económicas y de urbanización de provincias y ciudades tales como Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Santa Fe.

 

Los últimos ingresos significativos—aunque mucho menores que los de principios de siglo XX— ocurrieron hacia 1950.

 

En verdad, la larga serie censal iniciada en 1869 muestra que la migración latinoamericana hacia la Argentina es, a la vez, histórica y contemporánea.

Histórica, porque está presente desde la Independencia; contemporánea porque, a diferencia de la migración ultramarina, no se ha detenido. Sin embargo, sí se ha modificado su “visibilidad” social, política y mediática, probablemente debido a modificaciones en su patrón de asentamiento en el territorio argentino.

 

Durante la primera mitad del siglo XX se trató de una migración fundamentalmente estacional, dirigida hacia actividades rurales transitorias (esquila, cosechas regionales, etc.) en las provincias fronterizas. En virtud de la proximidad geográfica se trataba de una población móvil y circulante, que atendía las sucesivas temporadas de recolección de los distintos cultivos, permaneciendo en el país durante buena parte del año.

 

Hasta mediados del siglo XX, el principal foco de atracción fueron estas economías provinciales, parcialmente desprovistas de mano de obra debido al ya avanzado proceso de migración interna hacia las grandes ciudades, que a su vez comenzaban a acusar las bajas resultantes de la interrupción de los flujos de ultramar. Por ello, la distribución geográfica por nacionalidades seguía a grandes rasgos la proximidad fronteriza: chilenos en el sur y Cuyo, bolivianos en el noroeste, paraguayos en el noreste, uruguayos en el litoral.

 

Hacia 1950 comienza lentamente la concentración en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Al privilegiar el destino urbano, donde la demanda de trabajo en los sectores de servicio o de manufactura mano de obra intensiva está desestacionalizada, la inmigración tendió a volverse más prolongada.

 

Paralelamente a la mayor concentración en el Área Metropolitana de Buenos Aires, empezó a verificarse la feminización sostenida de las migraciones boliviana, peruana y paraguaya. En este contexto, el término “feminización” refiere a la modificación de la composición por sexos en los flujos migratorios, específicamente al aumento cuantitativo de mujeres en el total de inmigrantes.

 

Desde 1960 en adelante, los migrantes se emplearon principalmente en ocupaciones manuales inestables, precarias y de bajos salarios: construcción para los hombres, trabajo doméstico para las mujeres, y algunas industrias manufactureras y producción hortícola para ambos sexos.

 

A partir de la década de 1960, la Argentina comenzó a recibir inmigrantes del Este asiático; en particular de Corea del Sur y de China, tanto insular (principalmente de Taiwán) como continental. El mayor volumen de inmigrantes coreanos ingresó en la década de 1980, en virtud de convenios económicos entre los gobiernos coreano y argentino (que exigían un depósito de 30.000 dólares por grupo familiar, para asegurar la radicación), y se asentó en la ciudad de Buenos Aires, insertándose en la pequeña y mediana industria de la confección, el comercio mayorista y minorista de alimentos e indumentaria de bajo costo o la importación de productos diversos.

 

Por su parte, la inmigración más sistemática de contingentes provenientes de China tuvo su pico en la década de 1990. Concentrados principalmente en el Área Metropolitana de Buenos Aires, su ocupación principal gira en torno a la propiedad y manejo de autoservicios de pequeña y mediana escala que le han dado una singular notoriedad. Otras ocupaciones incluyen la gastronomía y el comercio de artículos de importación y exportación.

 

El censo de 2010 contabiliza 30.000 asiáticos, provenientes principalmente de China y Corea.

 

En 1994, Argentina dispuso un Tratamiento migratorio especial destinado a los nacionales de una serie de repúblicas de Europa del Este, que les permitía ingresar al país con visa de residente temporario por un año sin necesidad de presentar el contrato de trabajo establecido en el Reglamento Migratorio entonces vigente (Dec. 1023/94).

 

En 1999, fuentes del Ministerio de Relaciones Exteriores estimaban que se habían otorgado entre 6.500 y 7.500 visas en esas condiciones (la gran mayoría de ellas a ucranianos). Diversos relevamientos cualitativos mostraron que quienes efectivamente ingresaron al país fueron en su mayoría varones llegados solos y una proporción reducida de grupos familiares (completos o incompletos) provenientes de  Polonia, Repúblicas Checa y Eslovaca, Hungría, Croacia, Yugoslavia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Albania, Rusia, Armenia, Georgia, Letonia, Estonia, Lituania, Belarus, Bulgaria, Moldavia, Macedonia, Ucrania y Rumania.

 

En los últimos 15 años comenzaron a ingresar a Argentina inmigrantes de diversos países de África, en especial Senegal. Se trata de jóvenes, en su mayoría solteros, que llegan al país a través de contactos o referencias de algún conocido, vecino o pariente que contribuye a su instalación en Buenos Aires y facilita su ingreso en la venta ambulante.