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Quizás, en vez de seguir esperando que llueva, sea mejor salir a regar

ESPECIAL (por Adán Humberto Bahl *).- Marzo empezó con tres grandes manifestaciones en el país: los maestros, los gremios y la CGT, y las mujeres. Todas ellas tenían como eje central la cuestión económica. Sucede que durante 2016 la inflación superó el 40% y el conjunto de los trabajadores perdió poder adquisitivo. Se estima que en general el salario perdió 7 puntos, la jubilación mínima 8 y la AUH más de 13. Cuando hablamos de sectores de bajos ingresos estos porcentajes se traducen en no llegar a fin de mes, en mala alimentación, en recortar gastos por donde se pueda empeorando la calidad de vida.

 

Pese a la masividad de las protestas, por momentos el gobierno parece negar la legitimidad de los reclamos adjudicándoles intenciones políticas.

Es cierto que hay muchas personas que no están conformes con el plan económico de Cambiemos por su ideología y que hay diferencias profundas que serán difíciles de superar.

 

Pero eso no quita que hoy hay motivos muy concretos que señalan que, al menos por ahora, el modelo económico planteado por el gobierno no está dando resultados.

Las movilizaciones son un síntoma que no podemos descartar tan rápidamente y quienes gobernamos tenemos la responsabilidad de escuchar al pueblo.

 

A principios de 2016, Cambiemos auguraba un reordenamiento de la economía, decían: “volver al mundo y los mercados financieros, mayor eficiencia en el gasto público, control de la inflación” Se tomaron medidas drásticas y un giro de 180 grados para dejar despejado el horizonte y esperar la recuperación.

Sin embargo, la economía cayó 2,3% en 2016, la inflación fue más del 40% (muy lejos de las promesas del Banco Central), y no solo no llegó la “lluvia de inversiones”, sino que hubo menos inversión que años anteriores.

 

Los principales motores del empleo –la industria y la construcción- cayeron. Como consecuencia de esto también se deterioró el consumo y todos los indicadores sociales empeoraron.

Todo, además, a costa de un gran endeudamiento externo.

 

Estos días, el INDEC publicó datos un poco más alentadores: que el país empieza a crecer, aunque débilmente, y que el desempleo cayó. Algunos optimistas vuelven a hablar de “brotes verdes“ y todos esperamos que así sea. Pero vale la pena pensar si estamos frente a un modelo económico que funciona realmente y si podemos seguir en este camino.

Y es aquí en donde vale la pena detenerse. Desde mi perspectiva hay algunos elementos que el gobierno está descuidando.

 

Por ejemplo, durante el discurso del presidente Macri en la Asamblea Legislativa del 1ro de marzo, no se mencionó en ninguna oportunidad la palabra industria. Esto podría ser un detalle al pasar, pero lo cierto es que se ha perdido el énfasis en este sector.

Necesitamos retomar un camino que apueste a las pymes, a las agroindustrias, a la generación de valor. Eso demanda revitalizar las economías regionales, mejorar la conectividad interna, apostar a la infraestructura productiva.

 

En los últimos años, el mercado interno fue el que sostuvo nuestra economía y la resguardó de los vaivenes del mundo. En la Argentina contamos con recursos y capacidad, con trabajadores calificados, es un camino que está al alcance de nuestra mano.

Quizás en vez de seguir esperando que llueva, sea mejor salir a regar. La inversión en obra pública no tiene resultados rápidos, pero es una vía segura. Mientras tanto, los trabajadores no pueden ser la variable de ajuste.

 

No solo porque es injusto, sino porque además el 70 por ciento de la demanda de nuestro país está dada por el consumo. Si no hay una recuperación del poder adquisitivo de los salarios, no hay manera de volver a crecer.

(*) Vicegobernador de Entre Ríos, Contador.-