Profundo dolor: Paraná despide a Luisito Corujo, un emblemático DJ e ilustre como carismático personaje
|La noche de Paraná ha tenido -y tiene- en las últimas cinco décadas notables arquetipos en la -no fácil- profesión de seleccionar, reproducir y mezclar música con técnicas creativas, alto conocimiento de los géneros y estilos, e incluso anexar efectos de sonido e iluminación. Este domingo se conoció la tristísima noticia del deceso de un DJ paradigmático: Luisito Corujo, un modelo en esa compleja labor de intentar complacer a todos los públicos.
Luis marcó una senda, dejo huella imborrable en todos los disc-jockey de la Capital entrerriana desde hace poco más de 50 años. “A mi me gusta que la gente se divierta, verlos felices. Conocer dónde vas a trabajar y quiénes van a estar en la pista es clave. Hay que conectar con esas personas para saber el material discográfico que vas a utilizar e introducir un concepto sonoro determinado, una cuadratura y una rítmica a la cual uno le aplica su impronta, buscando la dinámica necesaria o interacción con lo que quieren bailar”, me decía Luisito allá por los inicios de los ’80.
Y hace poco, volvimos a hablar de la evolución tecnológica, de las transformaciones que hubo, de cómo cambió el acto del baile para mutar su naturaleza de expresión corpórea a lo ritual o tribal, pasando a una interacción más compleja por recursos innovadores, o ni que hablar por la abigarrada esencia de los auditorios.
Y Luisito reflexionaba: “Uno puede evolucionar, pero jamás dejar de lado sus raíces”, y acotaba: “así como es imprescindible estar atentos al paladar de la gente, debemos estar siempre abiertos a la enciclopedia musical, estar al día con los ritmos que más seducen a quienes nos eligen. De qué nos sirve saber mucho de grados de amplificación u otros parámetros audiovisuales si no tenemos un buen gusto para seleccionar las melodías, un buen oído y saber interpretar lo que quiere ese público de quienes estamos detrás de las bandejas, mesas o las consolas”.
“Más allá del cambio tecnológico, antes nos preocupábamos más por satisfacer a la gente. La fiesta había sido un éxito si todos bailaban. Hoy, los disc jockeys son más independientes de quienes los escuchan. Van a mostrar su música y no les importa mucho si gusta o no, respeto, pero no coincido…”, me dijo con el ceño fruncido, y agregaba con esa pasi´+on verborrágica que lo caracterizaba: “Para nosotros, Panchito, el arte pasaba por saber elegir los temas y en cómo combinarlos. Ahora tienen otras herramientas, efectos agregados, hacen sonar mezclas de varios temas. Pero la verdad del disc jockey está en la pista. Si la gente responde o no a la música que él pasa. Si no, hay un problema de comunicación”, sentenciaba.
“Lo que más amé de estos 50 años es la charla con la gente y con colegas sobre como evolucionó el baile, la sociedad, los cambios de modas y horarios, aquella juventud que hoy son padres y abuelos. Vos recordarás que a finales de los 70’s te solía decir que el discjockey es el artista del futuro y no me equivoqué, en ese momento no éramos divos, éramos trabajadores. Mirá lo que pasó. Mirá hoy a los DJ de festivales multitudinarios”, meditaba con cierto gesto nostálgico.
“Nosotros fuimos -y todavía lo soy- como psícologos para saber entender el estado de ánimo de la gente. Nuestro deber era lograr que la música movilizara, que hubiera emoción, había que compartirla o generarla, era una situación anímica muy particular”, se explayaba Luis en una charla que debió ser entrevista porque hablar con él era todo un aprendizaje.
“Hoy te veo a vos, que diste tus primeros pasos conmigo en aquellas preciosas fiestas de 15, con tantos hijos, trabajando de periodista y no puedo olvidarme de vos y tu esposa bailando lentos, sus miradas, sus gestos y así me sucede con miles de paranaenses, de entrerrianos, y hasta de santafesinos a quienes, de algún modo, ayudé a unirse sentimentalmente a través de la música”, me confesaba en una especie de monólogo junto a la panadería del hipermercado.
“Amé, amo y amaré pasar música y provocar esa reacción de la gente que quiere bailar, el argentino ama moverse en una pista de baile, lo disfruta y mi misión fue, es y será, conmover a mi público con lo que le ofrezco”, definía este ídolo que iluminó el camino de muchos sucesores, haciendo grande esta profesión, sin traicionar sus convicciones con una vocación noble inoxidable a partir de su corazón de artista y su calidez humana, no exenta de chinches o rabietas cuando las cosas no salían como él quería. Hoy, nos acaba de dejar esta Leyenda inspiradora… Duele, y mucho…
N.de la R. De 8 a 14 horas, en la sala número tres de SASFER, calle Justo José de Urquiza de Paraná, está siendo despedido por última vez por familiares y amigos.