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Patricia Sosa: “hay que cultivar la espiritualidad”

Patricia Sosa, gracias a Laboratorios Roemmers, nos deleitó en Paraná. Fue mucho más que un concierto. Fue un espectáculo que llena el alma. Y tras su consagrado repertorio la yapa de un diálogo brevísimo pero inolvidable, a solas, con Cuestión Entrerriana.

Patricia Sosa nos sigue sorprendiendo por su enorme capacidad creativa y sin objeciones es considerada como una de las artistas más importantes del siglo XX. Su sello inconfundible es una voz que llega a lo más recóndito del alma y sobre ello comentó: “mi voz siempre fue un canal. Todo lo que me pasó en la vida fue a través de ella, como verle el aura a la gente, comunicarme con los sordos que escuchan las vibraciones, la experiencia en el Uritorco, ir al Chaco. Pues tuve que mentalizarme y asumir que tengo un don, que no es mío, que soy simplemente un canal y que lo tengo que cuidar con mucha responsabilidad y agradecerle a Dios por eso. Hay que cultivar la espiritualidad porque si no te caes a pedazos. Sé que cuando hablo de estas cosas muchos piensan que estoy loca, pero ese es un problema del otro, no mío. Soy coherente con todo lo que hago. Un día toqué fondo y ahí supe reordenar mis prioridades y cuando reordené mis prioridades, aprendí que uno puede caminar muy liviano, haciéndose problemas por lo que uno debe hacerse problemas y no por las cosas que no”.

Uno de nuestros temas favoritos es “Aprender a Volar” por lo cual le pedimos que nos cuente cómo salió ese himno maravilloso: “Cuando te llega la inspiración, escribís un tema en lo que dura. “Aprender a volar” la compuse en tres minutos y es toda una declaración para mi hija, que empezaba la primaria y yo tenía una angustia tremenda por eso. Me preguntó que era empezar la primaria y me fui al sótano, me puse a tocar el piano y se lo dije: ‘Duro es el camino y sé que no es fácil…’. Luego, la tomó una niña de 17 años que tenía esclerosis múltiple. Su papá me escribió contándome que su hija fue operada y que sabía que iba a ser la última vez, cuando le pusieron la anestesia pidió dormirse con “Aprender a volar” y después murió. Su padre me escribió para agradecerme que la haya acompañado hasta sus últimos momentos. No pude creer haber podido acompañar, de alguna manera, a alguien que se despedía del mundo y que mi canción la pudo hacer soñar con otras posibilidades. Por eso creo que el artista no tiene la obligación de dejar un mensaje pero, si lo hace, que sea para bien”.

Respecto a la Fundación Pequeños Gestos, Grandes Logros, sintetizó la actualidad de tan movilizadora obra: “No apuntamos solo a llevar la ayuda comunitaria, sino que apostamos a llevar la cultura del trabajo. Esa gente se tiene que levantar trabajando porque nadie les da un empleo, entonces hay que formar cooperativas. Y ya, por ejemplo, tienen la cooperativa de apicultores y están trabajando tanto que se les agota la producción. Hay gente trabajando en la construcción, tejedoras, costureras y también trajimos a Buenos Aires a algunos para que se formasen como agentes sanitarios, carpinteros y talabarteros. Todo empezó con un gesto pequeño, de esos que no cuestan demasiado esfuerzo, de esos que causan alegría, de esos que están al alcance de cualquiera. Apuntar a los pequeños gestos puede ser muy movilizador y gratificante. Los pequeños gestos nos hacen responsables de querer generar algún cambio. Pequeños Gestos que generen conciencia. Pequeños Gestos que ayuden a achicar las diferencias”.

Sobre ‘Cantando por un Sueño’ contó “Esperaba niveles más desparejos. Lo que oí en el piso era otra cosa a los que se escuchaba en la tele. No sé que juzgar. Si es por lo de la tele, estuve demasiado buena con las devoluciones. Estamos para juzgar y ser lo más sincero posibles. En mi caso, doy instrucciones más didácticas para que aprendan un poco más”, y aclaró que “no se puede juzgar todo con precisión con una canción, en una gala y encima con los nervios que tienen ellos y nosotros”.

Se la vio maravillosa y le preguntamos cuál es su fórmula. Sin vacilaciones afirmó: “Empecé a estar mejor cuando dejé de comer carnes rojas. Noté un cambio enorme en mi piel y mi energía. Ahora mi mente y mi cuerpo funcionan mejor. Además, salgo a caminar y hago gimnasia. Dietas, nunca más. Pero me limpio la piel, me pongo cremas, no fumo y rara vez tomo alcohol”.

Finalmente, dejó un agradecimiento a Laboratorios Roemmers y al público por su presencia: “les agradezco por acompañarnos y por la ayuda que tributan a la Fundación. Cualquiera es capaz de movilizar energía para cambiar esta realidad, aunque sea en su entorno. No se olviden… Con pequeños gestos”.

Fuente y fotos: Manuela Calderón Bourband.-