Paro de UTA: ¿Cómo un Estado puede subvencionar si no controla o no impone reglas claras a ser respetadas por los empresarios?
|ESPECIAL, por Francisco Pancho Calderón.- Desde febrero rige una emergencia para el sector del Transporte Público de Pasajeros; ahora bien… Una vez más, UTA va al paro afectando a miles de ciudadanos. ¿Qué grado de responsabilidad le cabe al Estado y cuánta a los empresarios que no logran solucionar sus dificultades financieras desde hace muchos años?
Es congruente la preocupación de ediles de Juntos por Entre Ríos, en cuanto a que durante este tiempo no se haya convocado ni una sola vez al Órgano de Control y Monitoreo del Sistema de Transporte Público (SITU), cuya función principal consiste en el seguimiento y dictamen sobre todas las cuestiones relacionadas con el transporte urbano de pasajeros en Paraná.
Por otra parte, es coherente interpretar como prioritario que la intendenta asuma un rol protagónico en la resolución de esta problemática, encabezando las postergadas reuniones del SITU y así se presente a los paranaenses un plan de trabajo serio y concreto para abordar los desafíos del transporte público en nuestra ciudad.
No se puede obviar que desde el Gobierno de Entre Ríos se adelantó fondos para el transporte público y en Paraná la coyuntura continúa. Algo mal se debe estar haciendo, o no se hace lo que debería hacerse.
Quizás la clave esté en que ha sido contraproducente durante tantos años acostumbrar a los empresarios del Transporte de Pasajeros a la subvención y que cualquier dificultad salarial deba ser resarcida por el Estado.
Y vale preguntar: ¿Cómo un Estado puede subvencionar si no controla o no impone reglas claras a ser respetadas por los empresarios?
¿No sería ecuánime intervenir e inspeccionar rigurosamente el por qué se ha llegado a esta crisis y exhortar a que las empresas muestren sus números integrales?
La sensación es inequívoca… La Patronal esgrime una dependencia casi absoluta de lo que aporte el Estado. ¿Dónde está el negocio? ¿O lo llevan adelante por altruismo?
El momento país por el cual atravesamos todos los argentinos nos interpela a que ya basta de salvatajes temporales. Los choferes merecen que se los respete, los empresarios tienen todo el derecho a que florezcan sus negocios, pero los pasajeros deberían ser máximos acreedores de un servicio óptimo…
Si uno quiere montar su comercio o su empresa, puede esperar cierto espaldarazo gubernamental en determinadas obligaciones o compromisos financieros. Sobran ejemplificaciones de los tributos estatales para los emprendedores, sobre todo los pequeños y medianos.
No obstante, hablando de espaldas, un empresario del Transporte de Pasajeros debería tenerla bien ancha para lograr equilibrar sus arcas y/o conseguir recuperarse en críticas instancias económicas por diferentes vicisitudes. Y si no se puede más, ser congruente y decir: “hasta acá llegamos”.
Claro que, si baja los brazos, que sea definitivamente ya que es fácil “reciclarse” y bajar una persiana para abrir otra con otro nombre o razón social…
Si la actual Patronal no puede afrontar sus deberes, sus obligaciones, y solo piensa en cuán redituable puede ser el negocio, es tiempo que el Gobierno intervenga férreamente utilizando todas las herramientas legales para cambiar la dirección…
Otra pregunta neurálgica deberíamos hacernos… ¿Cuántos años más; cuántas gestiones más pasarán hasta que un político conmine a los empresarios a que exhiban sus cuentas en forma transparente y demuestren solvencia patrimonial para cristalizar un autofinanciamiento amén de todo tributo estatal que se pueda otorgar?
Yo Estado, prefiero ayudar al empresario que cumple, a ese empresario responsable, a ese empresario que se hace cargo. No al que me vive pidiendo ayuda y no reinvierte convenientemente.
Los empresarios del transporte urbano de pasajeros podrían sincerarse de una buena vez por todas, y dejar de esperar dádivas, exponiendo la situación con transparencia, con números sobre la mesa, no solo de sus empresas sino de sus propios patrimonios para no dejar nada librado a la imaginación.
O sea… Justamente hoy es el momento de reflejar lo que sale, lo que cuesta, sacar un micro a la calle. Desde el más exiguo gasto hasta lo supremo que es la adquisición de unidades y primordialmente la erogación por personal. No ocultar nada. Exhibir con naturalidad el vaivén, la oscilación existente entre inversión-costo y ganancia. ¿Ahora… se animarán de tributar ese detalle? Es una pregunta inevitable, por cierto…
Ser y parecer… Esa es la cuestión. Ahora, si quiero depender del Estado, que se me subvencione, con ello logro paliar expensas o consumos, y de tal modo, los ingresos son ostensiblemente superiores que cualquier humilde argentino que va por la vida a los tumbos porque nadie lo auxilia, socorre o financia, me parece muy injusto, demasiado inequitativo.
Aplaudo que los empresarios inviertan y que ganen lo suficiente como para estar suficientemente estimulados. Pero el invertir es arriesgar, y en esta bendita República, todos sabemos que cuando invertís a riesgo te podés dar un flor de porrazo.
No analizaremos lo ético, lo moral de los empresarios del transporte urbano de pasajeros. Aunque sí nos atrevemos a reafirmar que no brindan el servicio más seguro, más rico en confort, más riguroso en lo concomitante a horarios, más respetuoso del Medio Ambiente y/o que garantiza a sus trabajadores de las comodidades ideales para que estos desarrollen su tarea en un marco profesional de plena sobriedad y ahínco.
Comencemos por lo más objetivo: ¿Cumplen con los recorridos y frecuencias? Sobran quejas y/o reclamos al respecto…
¿Tratan respetuosamente a los ciudadanos? Con tantas medidas de fuerza que alteran la vida de los usuarios, evidentemente que no.
¿Brindan información cierta, completa y adecuada respecto de los servicios? No.
¿Mantienen los vehículos en buen estado de conservación e higiene? No.
Ahora bien… ¿No hay parte de responsabilidad también desde UTA?
Sin dudas… UTA debería revelar minuciosamente cómo se ha trabajado hasta hoy. Nada mejor que la autocrítica. Y el gremio debe reconocer si no se equivocó a la hora de aceptar tan contundente despropósito con acuerdos transitorios que se caían mes a mes.
No es cuestión de “negociar”. Es tan solo hacer valer derechos inalienables de todas las partes involucradas.
Los representantes del sindicato siempre están dispuestos a hablar ante cada micrófono y/o cámara que los convoque. Eso es verdad. Incontrastable. Pero es un discurso eterno, reiterativo.
Jamás vi que se convoque a una conferencia de prensa donde se detalle minuciosamente, con papeles sobre la mesa, dónde está la falla empresarial, ya que ante cada dicho sindical está la respuesta patronal negando esa especie. Por consiguiente… ¿a quién creerle?
¿No es hora que se deje de tomar de rehén al pasajero por cuestiones que deben dirimir gremialistas-trabajadores-patrones en un ámbito más clarificante y expeditivo?
Concluyo… Todo lo ocurrido amerita un profundo análisis y/o replanteo. Acá tenemos un empresariado al que al parecer no le cierran los números pero por algo sigue aferrado a la actividad; un gremio al que evidentemente le falta peso para dar solución definitiva a la problemática; y choferes que protestan reclamando por sus justas acreencias, pero -como los empresarios- pareciera que ese “medio de vida”, en tan peculiares condiciones, les alcanza para vivir.
Podríamos definir esto como “El cuento de la buena pipa” o el dilema inherente a qué fue primero si el huevo o la gallina. Todos se tiran la pelotita, pero solo el Gobierno, o el Estado, subsidiando, da soluciones perennes.
Cierro… es un deber y obligación del Estado municipal, proteger y garantizar la defensa de los derechos e intereses de los usuarios. Y si ese Estado no actúa oportuna y férreamente, lo único que hace es contribuir a que los pasajeros sigan siendo tomados de rehenes.