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Monseñor Puiggari presidió la ordenación diaconal del seminarista José Krenz

El arzobispo de Paraná, monseñor Juan Alberto Puiggari presidió, la ordenación diaconal del seminarista José Javier Krenz en la parroquia San José, de Hasenkamp.

“En este tiempo de Adviento, durante el cual todo nos habla de esperanza, vamos a ser testigos de un motivo más para acrecentarla, ya que Dios regala a nuestra Iglesia, a un hermano nuestro, el orden del diaconado como paso previo al sacerdocio, configurándose, por la acción del Espíritu Santo, a Cristo servidor”, expresó en su homilía.

A su vez, destacó que el diácono, para poder vivir en actitud de servicio, tiene precisamente que configurarse con Cristo: “No basta una asimilación meramente sacramental o funcional; deberá hacerlo con toda su vida y en su modo de ser, teniendo sus mismos sentimientos, para lo cual deberá encontrarse personalmente con Cristo vivo y real, desde la experiencia de la fe, que se acerca a través del Evangelio, se le hace presente en la Eucaristía y se comunica en la oración”.

Dirigiéndose a Javier, le dijo: “Vas a ser propiedad exclusiva de Dios y de la Iglesia. Tendrás que salir de la propia voluntad, cerrada en sí misma, de la idea de autorrealización, para sumergirte en otra voluntad, la de Dios, y dejarte guiar por ella”.

“El secreto de tu vocación es la amistad con Cristo y la adhesión fiel a su Voluntad. Cristo es todo, decía San Ambrosio; y San Benito exhortaba a no anteponer nada al amor de Cristo. Que Cristo sea todo para vos. Ofrecele a Él lo más precioso que tenés, como recordaba san Juan Pablo II: el oro de tu libertad, el incienso de tu oración fervorosa, la mirra del afecto más profundo”, consideró.

Por eso, instó al nuevo diácono a imitar su humildad y mansedumbre, “virtudes imprescindibles de los verdaderos seguidores del Maestro, que confirman el compromiso de quien, en verdad, se sabe instrumento de Dios”.

También lo animó a imitar la pobreza del Señor, fomentando una confianza filial y plena en la Providencia de Dios: “Sé pobre de espíritu, desapegando tu corazón de lo material, evitando toda ostentación y viviendo como peregrino en camino hacia la posesión eterna de Dios. La pobreza evangélica nos hace libres y mantiene el alma abierta a Dios y a los hombres. Pobreza que no es tanto la ausencia de bienes, sino el desapego, la lucha contra el consumismo y el uso instrumental al servicio pastoral”.

El prelado concluyó agradeciendo “a todos los que te han apoyado para que puedas dar este paso. A tu familia, a los sacerdotes y comunidades de tus parroquias, especialmente de la basílica del Carmen, tu parroquia de origen, y San José de Hasenkamp, que te acompañó en este año pastoral, y muy especialmente a tus formadores del Seminario”.

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