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Maulión y un férreo manifiesto contra el aborto y todo tipo de atentado a la vida

“La muerte es un acontecimiento natural. Todo ser viviente tiene su historia desde el nacimiento hasta la muerte natural. Pero en el caso del hombre, en el ser humano no siempre la muerte es un hecho natural (es decir, debido a causas naturales) sino que también es un hecho provocado o causado por otro hombre o por el mismo sujeto que muere. ¿Por qué estas muertes provocadas? Por descuido, por negligencia, por odio, por encargo, por maldad. Las muertes provocadas por el hombre son un ataque al hombre”.

Así lo expresó el arzobispo de Paraná, monseñor Mario Maulión, durante la misa celebrada en la plaza 1° de Mayo con ocasión de la fiesta en honor de Nuestra Señora del Rosario, patrona de la arquidiócesis y de la ciudad.

El prelado subrayó que “quitar la vida es privar al otro del don sagrado de la vida, fruto del amor. Es privarlo de un derecho fundamental: el derecho a la vida. Son las muertes provocadas por la droga, por la violencia barata e irracional, por el alcohol, por la deshonestidad en sus variadas formas”.

Advirtió que “la muerte violenta provocada por el hombre, por la causa que sea (odio, descuido, negligencia, interés mezquino y criminal) va creciendo” y las calificó de “muertes que son razonablemente inexplicables y que muestran una falta de cuidado y respeto por la vida del otro”.

Y precisó que “en ese catálogo de atentados contra la vida provocados por el hombre, está también el atentado contra la vida del inocente que está viviendo su proceso vital en el seno de su madre. El aborto y también la destrucción del niño son otros tantos crímenes que atentan contra la vida de inocentes”.

Ante esta realidad, destacó la necesidad de “comprometernos por la vida y por el cuidado y el cultivo de la vida, de toda vida humana” y la obligación de “cuidar, defender, promover animar la vida humana”.

Afirmó que “de ningún modo es lícito” destruir o quitar la vida a un inocente, “máxime si es indefenso y frágil”. Y agregó: “Como hombre y como creyente estoy llamado a no realizar acciones que, por las razones que fuere (descuido, negligencia, odio, desinterés, premeditación, venganza, etc.) produzcan la muerte”.

“Buscar la defensa de la vida es una manera eminente de promover la dignidad de cada hombre. Es el camino para consolidar la fuerza y el vigor de nuestra familia. Es el camino para alcanzar una Patria de hermanos, sin excluidos de ningún tipo. Es el camino para que nuestra sociedad supere los desencuentros provocados por la violencia de cualquier tipo que sea y se avance por una sociedad que se vaya reconciliando”, aseguró.

La homilía completa

Hermanos:

“Es la fiesta de la Virgen del Rosario junto a cuya imagen fue naciendo y creciendo esta ciudad de Paraná, que la tiene como Madre y como Patrona. Estamos celebrando su fiesta en el Año Arquidiocesano de la Familia. Acabamos de recorrer calles de nuestra ciudad con el rezo del Santo Rosario, recordando los hechos (los llamamos “misterios” porque son los acontecimientos de Jesús que lo manifiestan como Dios). Fuimos pronunciando la oración que Jesús nos enseñó, el saludo del Ángel a María, las palabras de su prima Isabel concluyendo con la antiquísima oración popular que el pueblo cristiano viene dirigiendo a la Virgen desde el siglo IV, por lo menos”.

“La Palabra del Señor que acabamos de proclamar nos refieren el primero de esos “misterios”, de esos hechos de Jesús: es la Anunciación con el comienza la historia de Jesús, al encarnarse en el seno de la Virgen María. El otro es el momento en que se manifiesta la Iglesia ante el mundo, el acontecimiento de Pentecostés.

En la Anunciación asistimos al diálogo, ocurrido en la intimidad de la Virgen, oculto a todo ojo humano. Es el diálogo entre el enviado de Dios y Ella. Es un diálogo que lo conocemos seguramente por el testimonio de Ella. Comienza con la invitación a la alegría que le hace el Ángel y con el desconcierto que vive María pues no entendía qué significaba este saludo.

El Ángel la exhorta a no tener miedo y le anuncia: concebirás, darás a luz y pondrás el nombre: los tres momentos del inicio de la vida de su Hijo. Su nombre, “Jesús”, señala lo que será: “Salvador”, Hijo del Altísimo, Hijo de Dios, es decir “Dios con nosotros”. El Niño que nacerá de ella serás quien salve al mundo.

La Virgen, en el diálogo pregunta cómo puede ser eso y ella no tiene relación con ningún hombre. El Ángel le señala que “el Espíritu Santo descenderá sobre ti y el Poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”: es por una clara y definida acción de Dios que Ella concebirá. Como signo de Dios le manifiesta que su anciana prima, Isabel, que además era estéril está embarazada.

La respuesta de María fue: Soy la esclava del Señor. Que se haga en mí según tu palabra”. Así fue como el Verbo eterno de Dios se hizo hombre”.

“En la 1ª Lectura, Pentecostés, María Madre ya de su Hijo, que vivió, creció, fue hombre pleno, perseguido, sufriente, muerto, resucitado, sentado a la Derecha del Padre aparece en ese pequeño grupo de creyentes, rezando, esperando el cumplimiento de la promesa de su Hijo que enviaría el Espíritu Santo”.

“En la Virgen aparece la acción salvadora de Dios al hombre. Destinada por Dios para Madre de su Hijo, Ella muestra el camino que Dios, recorrió para salvarnos. Es un camino de Vida, el Dios viviente se hace hombre en una mujer, fuerte expresión de la vida que se trasmite y se desarrolla para que “el hombre tenga vida y la tenga en abundancia”. La historia de cada hombre y la de todos los hombres es historia de vida. El espléndido y misterioso don de la vida que se desarrolla y se comunica a otros es realmente un don y un regalo: nadie puede elegir venir a la vida y nacer. La vida que tenemos la tenemos recibida de nuestros padres y, principalmente, de Dios. Y al mismo tiempo que es regalo, es también tarea de cuidarla, cultivarla, acrecentarla: La vida que recibimos es porque otros se han amado se han querido, los padres, y., Dios lo ha querido. Es el Padre Dios que es Viviente nos abre a la vida para que viviéndola la trasmitamos, para hacer crecer el número de quienes participen de la alegría de la vida”.

“En esta Vida, magnífica y espléndida, por desgracia -así nos dice la Escritura- por la envidia del diablo se introdujo la muerte en el mundo. La misma Escritura muestra que desde el mismo comienzo de la historia humana, con frecuencia la muerte de un ser humano es provocada por otro ser humano. Desde el comienzo, junto a lo maravilloso de la vida, está lo terrible de la destrucción de la vida. En nuestra historia personal y en lo que vivimos vemos que la muerte es un acontecimiento natural. Todo ser viviente tiene su historia desde el nacimiento hasta la muerte natural. Pero en el caso del hombre, en el ser humano no siempre la muerte es un hecho natural (es decir, debido a causas naturales) sino que también es un hecho provocado o causado por otro hombre o por el mismo sujeto que muere. ¿Por qué estas muertes provocadas? Por descuido, por negligencia, por odio, por encargo, por maldad. Las muertes provocadas por el hombre son un ataque al hombre: quitar la vida es privar al otro del don sagrado de la vida, fruto del amor. Es privarlo de un derecho fundamental: el derecho a la vida. Son las muertes provocadas por la droga, por loa violencia barata e irracional, por el alcohol, por la deshonestidad en sus variadas formas”.

“Sentimos que la muerte violenta provocada por el hombre, por la causa que sea (odio, descuido, negligencia, interés mezquino y criminal) va creciendo. Son muertes que son razonablemente inexplicables y que muestran una falta de cuidado y respeto por la vida del otro.

En ese catálogo de atentados contra la vida provocados por el hombre, está también el atentado contra la vida del inocente que está viviendo su proceso vital en el seno de su madre. El aborto y también la destrucción del niño son otros tantos crímenes que atentan contra la vida de inocentes”.

“Por nuestra condición de hombres y nuestra condición de cristianos necesitamos comprometernos por la vida y por el cuidado y el cultivo de la vida, de toda vida humana. Es obligatorio cuidar, defender, promover animar la vida humana. Esto implica que de ningún modo es lícito destruir o quitar a un inocente la vida, máxime si es indefenso y frágil. Como hombre y como creyente estoy llamado a no realizar acciones que, por las razones que fuere (descuido, negligencia, odio, desinterés, premeditación, venganza, etc.) produzcan la muerte. Sí, estoy llamado a todo lo positivo en orden a la vida: en lo personal, en el ámbito de la propia familia, ámbito privilegiado del amor, en la responsabilidad profesional que tenga en la sociedad”.

“Buscar la defensa de la vida es una manera eminente de promover la dignidad de cada hombre. Es el camino para consolidar la fuerza y el vigor de nuestra familia. Es el camino para alcanzar una Patria de hermanos, sin excluidos de ningún tipo. Es el camino para que nuestra sociedad supere los desencuentros provocados por la violencia de cualquier tipo que sea y se avance por una sociedad que se vaya reconciliando”.

“Quiero poner en manos del Señor todas estas intenciones: el compromiso por la defensa de toda vida, el compromiso para no ceder a la tentación de la violencia, de todas las causas de muerte. El aborto es una de ellas: también lo son las otras causas de muerte injusta, que se manifiestan de tan variadas formas.

Queremos pedirle al Señor que seamos promotores de la vida humana, de toda la vida humana, de la que está en el seno materno, como fuera de él”.