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Mariano Werner: “Ser referente, ser ídolo, lo decide la gente”

En el Turismo Carretera hay pilotos que no pueden disimular que tienen el ADN de la categoría. No solo conducen un auto, también son mecánicos, ingenieros, líderes de una estructura y hasta dueños de equipo. Personajes con los que el público se identifica con rapidez, porque los hinchas reconocen en esos apellidos a aquellos nombres que forjaron la historia, que abrieron rutas donde había caminos polvorientos y alimentaron con miles de kilómetros de aventuras las leyendas. Mariano Werner, que hoy cumple 32 años, reúne los atributos para emparentarse con los pioneros sin rehusarse a los nuevos tiempos, al profesionalismo que demanda el TC.

El título que logró el pasado 20 de diciembre en San Juan, el primero en 13 campañas, sella definitivamente la comunión que existió desde el debut, en 2008, entre los fanáticos de Ford y el paranaense. Resulta el eslabón faltante para convertirse en referente de la marca, la que no celebraba una corona desde 2015, con Omar Gurí Martínez, también entrerriano y del que Werner no solo aprendió si no que suplantó entre los favoritos cuando el Gurí decidió retirarse.

En un año atípico se ajustó a un nuevo conjunto, equilibró las diferencias que explotaron puerta adentro y se regaló la corona, la que se ofrecía como una pesada carga y para la que no descubría el método para soltar.

-¿En qué momento te aflojaste y te sentiste campeón?

-Después de varios minutos te das cuenta del logro, no mientras estás corriendo ni cuando cruzás la meta ni mucho menos en los días anteriores a la definición. Las veces que me comí las uñas, miré desde abajo, sin posibilidades de pelear por el título. Se sufre mucho, porque es muy complejo poner un auto en la pista y ser competitivo durante todo el campeonato. Por eso la felicidad, porque dejábamos todo a cada momento. Un año raro, porque terminó tarde para los que participamos en el TC y en otras categorías se pasaron las definiciones para 2021. Pero todo lo que se trabajó y sufrió desde que se suspendió la actividad, después de la fecha en Neuquén, en marzo, encontró un premio, ahora en diciembre, para el equipo, para los sponsors, para la gente que recién pudo acompañar otra vez en la última carrera y en un número reducido.

-¿Con qué compararías el título de TC?

-Es algo especial, y mirá que yo soy bastante duro para las emociones, para llorar. Porque no es parecido a nada: muchos te dicen que se emocionan durante el parto de un hijo, algo que me pasó, pero tampoco es comparable. Cuando cruzás la meta, después de un año en el que diste todo, ni te aflojas. Porque pasaban los años y la mochila, aunque no te quieras dar cuenta, se hacía más pesada. Pasa el tiempo, ganás carreras, pero el título no se da y es como que por dentro sentís que vas defraudando a la gente, al equipo, a los mecánicos, a las publicidades que en mi caso son como una familia porque en su mayoría son de Entre Ríos y son las que te bancan en los momentos complicados de la carrera.

-¿Por qué coronarse en TC es tan particular para los pilotos?

-La gente hace que el TC sea especial. Con el folclore, con ese rito de juntarse una familia o los amigos para ir a ver una carrera. Después está la transmisión: en una carrera están el abuelo, el padre y el hijo y capaz que hasta son hinchas de diferentes marcas y de distintos pilotos. Y ahí es cuando hablan de los Gálvez, Mouras, Traverso, Ortelli, de nosotros. La cantidad de mensajes que recibí antes de la última carrera en San Juan es una muestra de esto que hablamos, del afecto de los hinchas. El recibimiento que me hicieron en Paraná es una situación casi inexplicable, pero te llena de orgullo, porque el piloto le está retribuyendo un poquito de todo lo que esa gente te dio a cambio y en silencio. Son esas personas las que mantienen vigente la pasión del TC.

-Siempre fuiste un referente para los hinchas de Ford, ¿con el título afianzas esa relación con el público?

-No corro para ser referente de la marca: mi meta es ganar carreras y pelear campeonatos. Ser referente, ser ídolo, lo decide la gente. Toda mi campaña la hice con Ford, quizás eso ayuda a que el hincha se identifique, como antes lo hizo con el Gurí [Martínez].

-Las dos últimas carreras fueron en Villicum, San Juan, y con una semana de diferencia. ¿Cómo viviste esos siete días?

-Se hizo interminable. Rody [Agut, el preparador del motor] se fue a banquear el motor apenas terminamos la primera carrera y hasta que no me dijo que estaba bien no me quedé tranquilo, porque uno piensa siempre en que puede aparecer una falla, un problema, que perdimos potencia… Y después están las cuestiones que no podés manejar: yo me hice el hisopado después que el Bochita [Diego Ciantini] y él dio positivo. ¿Imaginate que por cualquier motivo yo daba positivo y me perdía la última carrera? Perdía el campeonato sin correr, sin defender ni revalidar todo lo extraordinario que logramos en cuatro meses.

-¿Cómo se desanda el tiempo en una instancia de definición y estando prácticamente confinado dentro de un autódromo?

-Siempre me mantuve cerca de los chicos [los mecánicos]. Me quedé en el circuito, en la casilla. La única salida que hicimos fue para visitar el dique Ullúm, pero después repartía el tiempo con trote por la pista, ejercicios, cocinábamos, jugábamos a las cartas, charlábamos, rompíamos los esquemas para no generar nerviosismo. Algunos mecánicos, la noche del sábado anterior a la definición, prácticamente no durmieron y eso también me generó orgullo, porque estaban con la camiseta puesta: querían lo mismo que yo. Esa fuerza que se conecta es muy importante para lograr los objetivos.

-¿Te sirvieron de experiencia las definiciones anteriores, las de 2010, 2013 y 2016?

-Todas las definiciones fueron distintas, llegaba de diferente modo. En la primera, la de 2010, tuve la ilusión de lograrlo, necesitaba ganar sí o sí y el destino quiso que no fuera para mí. El automovilismo te da y te quita, lo aprendí con los años, y Agustín [Canapino] fue mejor y era su momento. Aprendí y crecí, porque fui el piloto que más puntos sumó, fui cuatro veces segundo y una vez cuarto, pero me faltó ganar y estoy de acuerdo con ese requisito de que el campeón al menos deba ganar una carrera en el año. La de 2013 era muy difícil, Diego Aventín no estaba lejos en los números, pero en rendimiento no tenía prácticamente oportunidades para pelearle la corona. Y por la de 2016, sólo yo sé que lo viví. Le di la importancia que merecía al desenlace y hablé después con Matías [Rossi], que con la maniobra se vio perjudicado. Los dos peleábamos el campeonato, pero si delante mío venía un piloto que estaba en el puesto 30 del torneo iba a actuar de la misma manera, porque yo necesitaba los puntos y tenía que adelantar autos. Siempre manejé igual, dejando todo en la pista, porque con Rossi tuvimos varias maniobras en esa temporada y salieron bien. Por eso este campeonato se los dedico a los que me siguieron, a los que me apoyaron, a los que me perdonaron y a los que me castigaron. Todos, con sus formas, me ayudaron.

-¿Qué es el Memo Corse como estructura?

-Un equipo que en su primer año logra el título demuestra que tiene capacidad. Para muchos quizás era un interrogante cómo iba a funcionar esta estructura, porque por un lado estaba quien manejaba la logística, la parte técnica, que al comienzo fue el DTA Racing con los que yo trabajé en el TC y en otras categorías. Luego quedó el ingeniero Marcos Laborda como referente exclusivo del auto y Rody [Agut] en la atención del motor. Pero también estaba Julián Santero, bajo la misma estructura, aunque con la atención de Alifraco [Alifraco Sport]. Los números indican que tuvimos una gran temporada, con el campeón y el cuarto del campeonato.

-¿Por qué se dio la ruptura con el DTA? ¿Pensaste en irte con Ulises Armellini?

-El auto y los elementos son de Marcelo Ochionero y la atención era del DTA, de Ulises Armellini. Hubo un desacuerdo económico y después de la carrera en Buenos Aires nos quedamos con el equipo de Occhionero, pero todos los que formaron parte del proceso son campeones. Todos ayudaron a conseguir el título, desde los que estuvieron con el desarrollo del auto a los que ayudaron con el presupuesto. Yo venía de cerrar el taller y eso fue un tema complicado, nunca terminás de resolver detalles y a eso le sumaba tener que reunir el dinero para correr la temporada completa. Para colmo en la primera carrera del año ganamos y nos desclasifican en la técnica.

-Y ahí también un conflicto, porque Occhionero quería despedir a Rody Agut, porque la desclasificación fue por un desajuste en el motor.

-A Rody lo conozco desde hace mucho tiempo y fue clave. Yo venía de trabajar durante siete años con Machete [Marcelo Esteban] y en la primera carrera del calendario, en Viedma, donde fuimos contundentes, nos desclasifican en la técnica por el motor. Un error lo puede cometer cualquiera y quedó reflejado: corregimos y volvimos a pelear en Neuquén. Cuando se reactiva el TC, marcamos las dos pole en San Nicolás y cuando íbamos ganando la primera de las carreras del fin de semana se rompe el motor. ‘Tenés que ser campeón y yo te voy a ayudar’, me dijo. Yo igual lo banqué desde la primera carrera, cuando se hablaron algunas cosas, porque le valoré la dedicación.

-¿Cuál fue el secreto para ser contundentes durante todo el año?

-La exclusividad creo que es fundamental para pelar un título en el TC. Por eso hablaba de tener la camiseta puesta, porque no hay dos autos ni dos motores iguales: uno siempre será mejor que el otro, aunque quien lo prepare sea la misma persona y se esfuerce por entregar el mismo producto. Elegir a las personas también hace la diferencia, nosotros la conseguimos. Si vos mirás, los últimos tres campeonatos los había ganado Agustín [Canapino] y él tiene a su gente, la mantiene, son exclusivos de él y ahí aparecen los resultados. Me convencí que esa era la manera de poder pelear por el campeonato y no le erramos. El funcionamiento del auto fue muy regular durante todo el año y por eso fuimos protagonistas toda la temporada: tres triunfos, seis podios, seis triunfos en las series… Es complicado en el TC tener esa contundencia.

-¿Cómo se alimenta el espíritu de un campeón para ir a pelear por la corona en 2021?

-Los pilotos primero soñamos con debutar en una categoría nacional importante, en el TC, pero después empezás a ilusionarte con ganar una carrera. Cuando ganás la primera querés otra y lo mismo pasa con un campeonato: lo ganaste, pero ya querés empezar a proyectar cómo se puede intentar ganar el siguiente. La ambición es buena, es un motor que empuja a superarte y si el piloto sabe transmitir el mensaje al resto de la estructura las posibilidades de ser candidato aumentan.

El legado de Gabriel

Mariano Werner es el heredero de una pasión, la que le transmitió su hermano Gabriel. Por eso, después de consagrarse en San Juan, la mirada al cielo, el desahogo y el llanto, buscando la sonrisa de Gabi, que murió el 23 de noviembre en 2007, en un accidente cuando intentaba inflar un neumático en un tráiler instalado en el autódromo de Alta Gracia, en Córdoba. Era el ídolo, el jefe, el que le enseñó los secretos de cómo manejar un equipo y el que jamás le dio espacio para que se rindiera en la búsqueda del sueño.

Piloto, participó en la Fórmula 3 Sudamericana, la crisis de 2001 le quitó vuelo a Gabriel, que se dedicó a la preparación de autos: armó su propio equipo de monopostos -Fórmula Renault- y sentó a Mariano en una de las butacas. Mientras Gabi trabajaba a destajo, se instruía, observaba, indagaba para que su hermano menor ascendiera con rapidez, el Zorro respondía con resultados: bicampeón entre 2006 y 2007, con récord de ocho victorias consecutivas. En la segunda temporada, Mariano debutó en los autos con techo, en el TC Pista, con el Rush Racing, de la familia Occhionero.

La última fecha del TC y TC Pista, en Buenos Aires, en 2007, coincidió con la jornada de la Fórmula Renault Plus, en Alta Gracia, por lo que Gabriel viajó con sus autos, ya que tenía chances de ganar el título, recuerda La Nación. La última charla la tuvieron aquel viernes fatídico: “Si podés ganar, bien; si no, hasta donde puedas”, la frase que, 13 años después, todavía rebota en la cabeza del campeón del Turismo Carretera.

“Un día me dijo, ‘yo disfruto mucho cada vez que ganás. Cuando yo corría no tuve la oportunidad de ganar y vos, cuando lo hacés, es como si me hicieras ganar a mí’. No era fácil antes ni ahora correr en autos, siempre fue un deporte con costos altos. Mi viejo, José, con ocho hermanos, así que los padres no hacían diferencia entre ellos y José tampoco la hizo con nosotros. Siempre nos acompañó, nos apoyó y sufrió como el que más cuando las cosas no se dieron”, le comentó Werner a los colegas de La Nación, en fecunda entrevista.

-¿Cuántas veces se te vino la imagen de Gabriel en la última carrera?

-La imagen de Gabi se me vino antes de la carrera, de la largada de la final. Porque sentí que me faltaba esa palabra, ese consejo. Lo extrañé mucho. Por eso estuve con una bola en el estómago el domingo, me costó sobrellevarla. Quería que se terminara, conseguir el título que durante tantos años busqué.

-¿Te convertiste en detallista como era él?

-Esos detalles me marcaron mucho. Él era diría que insoportable, perfeccionista en la organización y en la asistencia de los autos. Y yo a veces soy un poco como él y los chicos me entienden. Un ejemplo: después de la carrera en Buenos Aires se trabajó en el auto, se repasó cada elemento y descubrimos que teníamos el pico de un neumático cortado. Esas cosas eran a las que siempre le estaba detrás Gabriel, a los pequeños detalles que te pueden hacer perder una carrera, un campeonato.

-Cuando volviste tras la suspensión de 2016, hablando del nacimiento de tu primer hijo, Salvador, dijiste que no harías nada para que sea piloto porque el ambiente es muy individualista. ¿Pensás lo mismo?

-Nunca los voy a obligar [Rafael es el segundo hijo] que hagan lo que a mí me gusta. Salvador practica básquetbol y natación. Si me pide correr le voy a dar las herramientas y lo voy a apoyar, pero es un deporte muy individualista. También caro, porque hay que hacer un esfuerzo muy grande para armar el presupuesto y competir en un equipo que empuje para ser protagonista. No es fácil, fijate todo el tiempo que tardé en salir campeón y hay pilotos que se pasan una vida y nunca logran esa meta. Es lindo cuando te va bien, pero cuando las cosas no se dan se sufre demasiado y eso a veces se traslada a la casa, por eso la familia es tan importante para nosotros.

-¿Vos tenés amigos en el automovilismo?

-Amistad creo que no hay. Es muy difícil que el rival al que vos superas se ponga contento, porque está en la misma: quiere ganar, estar adelante. principal es tener una buena relación con todos, de respeto. Atender cuando te llaman, cosas simples, pero que enseñan qué clase de personas sos. Gabriel siempre me decía: ‘No tenés que cambiar tu forma de ser”. Esa frase me marcó para siempre.

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