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Lionel Messi, del llanto desconsolado por tener que salir, a la alegría interminable por otra Copa

Fue una noche maldita para Lionel Messi. A diez minutos del final del primer tiempo sufrió un esguince de tobillo derecho cuando intentó mandar un centro desde la izquierda. Y a los 19 minutos del complemento todo se derrumbó para el capitán campeón del mundo en Qatar 2022. Buscaba recuperar la pelota cuando sintió un pinchazo en la pierna derecha y pidió inmediatamente el cambio.

Se mostró entero al principio, pero a los segundos explotó. Y la imagen de su llanto desconsolado empezó a recorrer el mundo. Era como un nene al que le habían robado la ilusión. Y eso que el rosarino, a los 37 años, ya ganó todo.

Desde que dejó la cancha y se sentó en el banco con hielo en un tobillo derecho visiblemente hinchado, Leo no paró de llorar. Cada vez que la transmisión oficial lo mostró, se lo vio desconsolado, tomándose la cara, con lágrimas en su cara todavía sonrojada después de una hora de fútbol. Y su llanto no hizo más que retrotraer el tiempo.

Apareció aquel adolescente de 18 años, que, en su debut en la Selección, el 17 de agosto de 2005 en Budapest, fue expulsado después de un minuto y 32 segundos de su ingreso y rompió en llanto en el vestuario porque pensó que nunca más lo iban a convocar.

También ese hombre de la Copa América Centenario 2016 que estaba en su pico futbolístico en el Barcelona, pero era insultado cada vez que jugaba en la Selección y decía que ya no quería intentarlo más después de cuatro finales consecutivas perdidas. “Ya lo intenté mucho. Nadie más que yo quería salir campeón con la Selección, pero se terminó y me voy sin poder conseguirlo”, había dicho en la zona mixta, después de mostrar sus lágrimas, abrazado de su amigo Sergio Agüero.

Su costado más vulnerable se destapó después de la conquista de la Copa América 2021. En Brasil, su llanto -esta vez de una emoción linda como era su primer título con la selección- descongestionó años de sufrimiento.

Entonces, el siguiente recuerdo se mete unas semanas después, cuando se despidió de Barcelona. Salió a esa sala de conferencias del club de su vida sin poder contener las lágrimas. “No estaba preparado”, confesó con la voz entrecortada.

La felicidad no la encontró en Francia, su nuevo destino futbolístico, sino con sus compañeros y amigos de la selección. Y esas lágrimas volvieron a aparecer en Qatar, donde conquistó su tan ansiado Mundial. Esta Copa América quizás sea la última y quería terminarla en la cancha. Pero una lesión lo sacó y él, que ya no teme mostrarse vulnerable, lloró.

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