LALO, el Salva-Vidas
|ESPECIAL, por Diego Caniggia.- Quienes tuvimos la suerte de haberlo conocido, nos sentimos bendecidos. Eduardo Enrique Chort, el Doc, partió hacia la casa del Señor, con la seguridad de tener un ticket de ingreso bien ganado.
Lalo fue un tipo especial en muchos sentidos: humilde, sincero, compañero, amigo, familiero, y sobre todo, un destacadísimo profesional.
Cardiólogo y Hemodinamista, ejerció su profesión con un amor incondicional, ya sea como médico del personal del Instituto de ayuda Financiera a la Acción Social (IAFAS), en su consultorio particular de la calle Monte Caseros, o como destacado “Salva-vidas” en el Instituto Cardiovascular de Entre Ríos (ICER).
CARDIOCOR Guardias Médicas también lo tuvo entre sus filas. Que estas líneas no le llamen la atención querido lector: Lalo fue un verdadero Salva-Vidas… Más adelante comprenderá.
Lo conocí desde muy gurí, porque él y mis padres trabajaban en IAFAS. Recuerdo sus visitas a casa, a tomar mates, a comer algún asado, siempre con su gesto amable, su risa permanente y contagiosa.
Sí, así era el Doc: siempre con una sonrisa en su rostro. Los hilos del tiempo me convirtieron en mayor de edad, y con esa mayoría, en su compañero de trabajo. Compartimos varios años en la Administración Pública, hasta su jubilación hace poco más de un año.
Dicen que la risa es la mejor terapia… bueno, le cuento: el querido Lalo era un “terapista” de primera categoría, reía y hacía reír con su risa. Si en el trabajo uno iba a su oficina, ya sea a pedirle una receta, a controlarse la presión, a realizarle una consulta, antes de poder decirle algo ya te convidaba con un mate, y con una sonrisa en su rostro. Así era Eduardo, tan cálido como genuino.
En el año 2006, mi padre sufrió un severo infarto, y el Doc -que se encontraba en su domicilio en calle Urquiza- fue alertado. Llegó corriendo (literalmente, créame) al Instituto Cardiovascular de calle Italia en nuestra ciudad de Paraná.
Mientras aguardábamos conocer noticias con mi familia, teníamos una tranquilidad no acorde con el momento que estábamos atravesando: la razón era que Eduardo lo estaba atendiendo. Pasado un tiempo, salió del quirófano empapado en sudor, se quitó su cofia y con esos ojos redondos y brillantes, nos dijo “fue severo, pero sigue con nosotros”. No recuerdo exactamente cuánto tiempo lo abracé, ni si la cantidad de “Gracias” que le dije fueron las que merecía, pero aunque él no lo supiera, el mundo -que para mí se había detenido por poco más de una hora- volvía a girar: le había salvado la vida. Y le cuento más: unos años atrás en el tiempo – también en una intervención de urgencia- había salvado la vida de mi abuelo. Era Lalo, el “Salva-Vidas”.
Casado con su profesión, estaba para ella las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Tenía clara su misión, y la cumplió con creces: salvó vidas. ¿Acaso hay algo más altruista? Fue tal su amor y su compromiso, y le dedicó tanto su vida a su labor de médico, que la perdió: Lalo contrajo Co-Vid, y la ironía nos pulveriza el alma con fragancias de crueldad. Dio una dura batalla en una guerra desigual, fría, desconocida. Luchó con tesón, pero no pudo vencer. Se dedicó tanto al prójimo y a salvar vidas, que entregó la suya.
Hoy gracias a Dios, y a Lalo, mi padre sigue conmigo. Y por obra y gracia de Dios, Eduardo partió a la vida eterna. El dolor de su partida, y el vacío que deja entre los que tuvimos la bendición de conocerlo, son incuantificables. Seguramente el Señor lo recibe con los brazos abiertos, y sus seres queridos que se le adelantaron, estarán felices de volver a verlo. Nosotros acá, lo extrañaremos mucho, lo necesitaremos en algún momento, y ahí comprenderemos que algunos ángeles, tienen un período corto en la tierra.
Se nos fue el Doc, pero muchos siguen estando gracias a él. Entre ellos está mi Padre y abuelo de mis hijas. Y ellas también están agradecidas, a pesar de no haberlo conocido en profundidad. Hoy fue muy duro ir a despedirlo a Parque de la Paz, donde él descansará para siempre, aunque el consuelo se hace evidente: Las vidas que salvó son su mejor legado.
Gracias por tanto Dr. Eduardo Enrique Chort. Buena vida y hasta la vuelta…Lalo querido.